.Enfermedades relacionadas con la Obesidad
Trastorno por atracón y Bulimia nerviosa
Comer por factores emocionales puede derivar en un Trastorno por Atracones
Esta condición suele pasar desapercibida, incluso para quienes la padecen
Clàudia Segura, La Vanguardia 09/03/2025 06:00
Comer es esencial para la vida, pero la relación con los alimentos varía enormemente entre las personas. Para algunas, representa un espacio de equilibrio y nutrición, lo que se asocia con “comer bien” o una alimentación saludable. Para otras, en cambio, la comida es un refugio emocional ante el estrés o la tristeza. Más allá de estos hábitos, existen trastornos alimentarios con un impacto más serio en la salud, como el Trastorno por Atracones.
Según datos del Hospital Clínic de Barcelona, la prevalencia del Trastorno por Atracones afecta aproximadamente al 2% de la población en algún momento de su vida. Aunque es más frecuente en mujeres, cada vez hay más evidencias de casos en varones. Este trastorno se caracteriza por episodios recurrentes de ingesta compulsiva de grandes cantidades de comida. Durante estos episodios, la persona come mucho más rápido de lo habitual e incluso sin sentir hambre real. A pesar de sentir una sensación desagradable de llenura, le resulta difícil detenerse. Al finalizar, aparecen sentimientos de culpa, vergüenza o depresión, que generan un intenso malestar. Estas conductas no son aisladas, sino que se repiten en el tiempo.
Para comprender la magnitud de este trastorno, es útil distinguir entre comer bien, comer por factores emocionales y el Trastorno por Atracones. “Comer bien” implica atender las señales de hambre y saciedad, seguir una dieta equilibrada y no sentir culpa luego de una alimentación adecuada. Quien “come bien” rara vez experimenta sobre ingestas ni sentimientos de vergüenza o remordimiento, características del Trastorno por Atracones. No obstante, incluso la persona con hábitos saludables puede, en ocasiones puntuales, recurrir a la comida para aliviar el estrés, sin que ello se convierta en un problema a largo plazo.
Por otra parte, comer por factores emocionales puede darse en varios momentos de estrés, ansiedad o tristeza, pero no alcanza la intensidad de un atracón ni se repite con la misma frecuencia. Además, si la persona no experimenta un gran remordimiento ni recurre habitualmente a la comida como vía de escape emocional, estos episodios esporádicos de ingesta excesiva no tienen por qué representar un problema grave. No obstante, es fundamental vigilar el uso de la comida para manejar emociones, ya que podría volverse un comportamiento compulsivo y, con el tiempo, derivar en un Trastorno de la Conducta Alimentaria.
El Trastorno por Atracones, en cambio, se caracteriza por episodios recurrentes de pérdida de control, intenso malestar y un profundo sufrimiento. Es común que la persona oculte o almacene comida y se deshaga de grandes cantidades de alimentos hipercalóricos o de sus envoltorios. A menudo, alterna atracones con dietas muy restrictivas que, al ser insostenibles, terminan en fracaso, aumentando la ansiedad en situaciones cotidianas relacionadas con la alimentación. Cuando estas conductas se repiten y afectan la vida social, familiar o laboral, buscar ayuda profesional se vuelve fundamental. Aunque el proceso de recuperación puede ser largo, existen tratamientos eficaces que ofrecen esperanza.
El entorno inmediato juega un papel clave tanto en la prevención como en el abordaje del Trastorno por Atracones. Es fundamental crear un ambiente de apoyo. Esto implica fomentar una imagen corporal saludable, escuchar sin juzgar, evitar comentarios sobre la comida o el peso y animar a la persona a expresar sus sentimientos. Además, si la persona ha iniciado un tratamiento, es importante respetar las pautas de los profesionales de la salud, crear un ambiente agradable durante las comidas y reforzar los pequeños logros.
También es importante que quienes acompañan a alguien con este trastorno cuiden su propio bienestar y no se culpen por su evolución, ya que su origen es multifactorial. Es decir, no responde a una única causa. En su desarrollo, influyen factores individuales, como la predisposición genética, el perfeccionismo, la rigidez o la baja autoestima, que pueden verse agravados por dinámicas familiares, como ambientes desestructurados, sobreprotectores o en los que se valora excesivamente la delgadez.
A esto se suman factores sociales, como el ideal de belleza que se presenta en los medios de comunicación y las redes sociales, así como entornos deportivos y profesionales donde la imagen corporal tiene un peso determinante. Comprender esta interacción de factores es clave para abordar el Trastorno por Atracones de manera integral y efectiva.
Detectar los signos de alerta, hablar con sinceridad y acudir a profesionales de la salud son pasos esenciales en el camino hacia la recuperación. La clave para superar este trastorno está en reconocerlo, brindar el apoyo adecuado y seguir un tratamiento que atienda tanto la dimensión física como la emocional de la persona afectada.
Bulimia nerviosa: Claves para reconocer los síntomas en tu entorno
Detectar las señales a tiempo es fundamental para brindar apoyo y favorecer una recuperación efectiva
Clàudia Segura, La Vanguardia, 19/02/2025 06:00
La bulimia nerviosa es un trastorno de la conducta alimentaria que va más allá de los hábitos alimenticios, atrapando a quienes la experimentan en un ciclo de atracones seguidos de conductas compensatorias, como los vómitos autoinducidos, el uso de laxantes, el ejercicio excesivo o el ayuno prolongado. Aunque se refleja en comportamientos relacionados con la comida, es en realidad una batalla que deja profundas secuelas tanto físicas como mentales. Según el Hospital Clínic Barcelona, afecta entre el 1% y el 4% de la población mundial.
Las cifras sobre la bulimia continúan siendo alarmantes, especialmente entre adolescentes y mujeres jóvenes, quienes son más vulnerables a los estándares de belleza actuales. Aunque el 90% de los casos afecta a mujeres, también existen hombres que experimentan este trastorno. Su impacto social y emocional es considerable, por lo que el tratamiento debe enfocarse en abordar tanto sus causas como sus consecuencias. Itziar Flamarique, psiquiatra infantil del Hospital Clínic Barcelona, asegura que “los trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades mentales graves y pueden afectar el funcionamiento global de la persona.”
Los trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades mentales graves y pueden afectar el funcionamiento global de la persona.
Itziar FlamariquePsiquiatra infantil del Hospital Clínic Barcelona
Detectar la bulimia no siempre es fácil, ya que en muchos casos la persona afectada no reconoce el problema o minimiza su gravedad. Sin embargo, existen señales que pueden alertar a quienes la rodean. Entre los síntomas físicos más comunes se encuentran la inflamación de las glándulas salivales, que provoca hinchazón en las mejillas; las marcas en los nudillos debido al vómito autoinducido; y el deterioro de la piel y el cabello. Según Flamarique, “la bulimia no solo se trata de no querer comer o comer en exceso”, sino que “se caracteriza por los atracones seguidos de la sensación de pérdida de control y de intentos por compensar lo ingerido para no ganar peso.”
El impacto físico de la bulimia nerviosa es profundo y afecta a múltiples sistemas del cuerpo. El abuso de los vómitos, por ejemplo, puede causar problemas digestivos como el reflujo ácido o desgarros en el esófago. Además, este hábito daña el esmalte dental, lo que incrementa el riesgo de caries. La inflamación de las glándulas salivales es frecuente y puede hacer que la cara se hinche. La pérdida de electrolitos como el potasio y el sodio puede afectar el corazón, provocando arritmias, desmayos e incluso insuficiencia cardíaca.
La falta de nutrientes también impacta en la piel y el cabello, volviéndose secos y quebradizos. La caída del cabello y las uñas débiles son señales evidentes de estas deficiencias nutricionales. La bulimia también puede reducir la temperatura corporal, indicando desnutrición, y alterar el ciclo menstrual, lo que afecta la fertilidad y aumenta el riesgo de osteoporosis.
La bulimia no solo se trata de no querer comer o comer en exceso. Se caracteriza por los atracones seguidos de la sensación de pérdida de control y de intentos por compensar lo ingerido para no ganar peso.
Además de los efectos físicos, la bulimia nerviosa tiene un fuerte impacto emocional. Las personas que experimentan este trastorno a menudo enfrentan ansiedad, depresión, baja autoestima y aislamiento social. Después de los atracones, suelen sentir culpa y vergüenza, lo que perpetúa un ciclo de autodestrucción y angustia emocional. También pueden volverse obsesivas con la comida o experimentar cambios bruscos de peso. Además, los cambios de humor, la ansiedad y la autocrítica excesiva afectan tanto sus relaciones personales como su vida cotidiana. Estas conductas pueden ser señales de que alguien está sufriendo en silencio.
Es crucial entender que ni la persona afectada ni su entorno más cercano son culpables de la aparición de un trastorno de conducta alimentaria. Sin embargo, según Inés Hilker, psicóloga del Hospital Clínic Barcelona, reconocer los signos tempranos y buscar ayuda profesional es esencial para prevenir consecuencias más graves. “Con un diagnóstico temprano y una intervención adecuada, estos trastornos pueden curarse”, afirma Hilker. El apoyo emocional del entorno más cercano es esencial, así como seguir las recomendaciones de los terapeutas en cuanto a la alimentación.
Con un diagnóstico temprano y una intervención adecuada, estos trastornos pueden curarse.
Inés HilkerPsicóloga del Hospital Clínic Barcelona
El estigma asociado a los trastornos mentales a menudo impide que muchas personas busquen ayuda por temor al juicio. La bulimia nerviosa no es una elección ni una falta de autocontrol, sino una condición que requiere comprensión, apoyo y tratamiento profesional. Quienes la experimentan necesitan espacios seguros donde puedan expresarse sin miedo al rechazo, al tiempo que recibir la ayuda adecuada. Un tratamiento integral, que combine apoyo psicológico, nutricional y médico, puede ser clave para la recuperación y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas.
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