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Alimentación saludable y cuidado del planeta
Los nuevos lineamientos alimentarios para beneficiar a las personas y al planeta
¿Qué debemos comer? Depende de quién lo comerá.
Esa es una de las conclusiones principales de un informe exhaustivo que se propone analizar cómo alimentar al mundo de una manera que resulte positiva para la salud humana y para la salud del planeta. Su recomendación más controversial gira alrededor de la carne de res y de cordero, las dos especies de ganado que requieren grandes cantidades de tierra y agua y producen grandes cantidades de metano.
El informe sugiere una reducción drástica en el consumo de carne roja para la gente que come mucha, como los estadounidenses y los canadienses, pero no para la gente en pobreza del mundo, quienes necesitan más proteína animal para tener una mejor salud, como los niños del sur de Asia.
El informe, escrito por 37 científicos de dieciséis países y publicado el 16 de enero en la revista médica The Lancet, en conjunto con un grupo de defensa llamado EAT Forum, fue financiado por la Wellcome Trust y la Stordalen Foundation. Además de las recomendaciones sobre la carne, hace un llamado a favor de frenar el desperdicio de alimentos, una gran fuente de emisiones de gases de efecto invernadero, así como de reformar el sector agrícola para que no empeore la deforestación y la explotación de agua donde casi no la hay.
“No es un enfoque general, pero cuando se observan los datos, hay ciertos individuos o poblaciones que no necesitan tanta carne roja para mantener una buena salud”, dijo Jessica Fanzo, profesora de Políticas Alimentarias en la Universidad Johns Hopkins y coautora del informe. “Hay una verdadera desigualdad. Algunas personas obtienen demasiados alimentos; otras, muy pocos”.
La gente de Norteamérica come más de seis veces la cantidad recomendada de carne roja, indicó el informe, mientras que en países del sur de Asia se come la mitad de la cantidad recomendada.
La agricultura conforma aproximadamente un cuarto de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, la mayoría producidos por la crianza de ganado y corderos. Puesto que se proyecta que la población mundial aumente un 10 por ciento para 2050 y la prosperidad permita que muchas más personas puedan comprar carne y lácteos, los científicos y los creadores de políticas están poniendo más atención a la cuestión de alimentar al planeta sin destruirlo.
Un estudio reciente por parte del Instituto de Recursos Mundiales recomienda que los europeos y los estadounidenses reduzcan su consumo de carne. Sin embargo, como el informe de The Lancet, este también sugirió que reducir la huella de carbono de los alimentos, asimismo, requeriría de cambios veloces en los métodos agrícolas para permitir que los campesinos y los ganaderos cultiven muchos más alimentos en tierras agrícolas existentes, y a la vez reducir las emisiones.
El informe de The Lancet señaló un problema más amplio de disparidad: más de ochocientos millones de personas no tienen suficientes alimentos en todo el mundo, señaló el informe, y muchas más “tienen dietas de baja calidad que provocan deficiencias de micronutrientes y contribuyen a un aumento significativo en la incidencia de obesidad provocada por la alimentación y enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación”.
El informe se empeñó en decir que no trataba de decirle a la gente qué comer ni cómo hacerlo. Expuso metas globales para lo que constituye una dieta saludable, con base en la ingesta promedio de 2500 calorías al día. Eso incluye 14 gramos de res o cordero al día. Ese es aproximadamente el equivalente de una hamburguesa Cuarto de Libra de McDonald’s cada ocho días.
El informe señaló que el porcentaje más grande de calorías diarias, el 35 por ciento, debe provenir de granos enteros, entre ellos el arroz, el trigo y el maíz, así como tubérculos con almidón como las papas y la yuca. La recomendación incluyó grasas insaturadas, leche, queso y nueces, así como muchos vegetales verdes. En total, los lineamientos hicieron un llamado a favor de duplicar el consumo global de frutas, nueces, vegetales y legumbres, así como de reducir a la mitad el consumo de carne roja.
La recomendación sobre reducir la carne fue recibida con una reacción negativa de inmediato. Incluso antes de la publicación del informe de The Lancet, la Animal Agriculture Alliance, un grupo de la industria, emitió una declaración en la que expone los beneficios de la carne y los lácteos. Señaló que reducir la cantidad de proteína animal podría “hacer que empeoren los casos de desnutrición, aumentar el desperdicio de alimentos y distraer a la gente de las prioridades más importantes para abordar las emisiones de gases de efecto invernadero”. El grupo hizo eco de la recomendación del informe de The Lancet de reducir el desperdicio de alimentos.
De igual manera, la National Cattlemen’s Beef Association, mediante una declaración, dijo que la carne de res era “nutritiva y sustentable”.
El informe de The Lancet también dejó claro que las decisiones individuales del consumidor no serían suficientes para evitar lo que los autores llamaron “un daño catastrófico al planeta”: exhortó a los gobiernos a fomentar las alternativas alimentarias saludables y asegurar el acceso a los alimentos nutritivos. También sugirió que las políticas agrícolas globales enfaticen no solo la producción de más comida, sino también de más “alimentos vegetales nutritivos”, aunque reconoció que, en algunos lugares, la cría de ganado puede ser buena para el ecosistema.
Recomendó políticas para frenar la deforestación y proteger de la pesca a por lo menos el 10 por ciento de las zonas marinas. Para combatir el desperdicio de alimentos, sugirió ayudar a los campesinos en los países pobres y de ingresos medios a almacenar mejor sus cultivos y hacer que los vendan cuando aún están frescos. En los países ricos, animó a que haya mejores hábitos de compra y etiquetas de caducidad mejoradas.
“La evidencia dice que podemos lograrlo”, dijo Tim Lang, profesor de Políticas Alimentarias en la City University de Londres y coautor del informe. “Hay una gran diversidad en lo que puede comer la gente. No es un enfoque normativo”. Por Somini Sengupta | The New York Times 23-01-19
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