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Calcular el valor nutricional
Así debemos calcular el valor nutricional de la comida casera
Aunque la obsesión por los números se impone, debe prevalecer la educación nutricional
La báscula fue tradicionalmente la medida de nuestra alimentación. Pero más allá de las limitaciones que siempre tuvo, cada vez hay más y mejores parámetros para regular de manera adecuada el consumo de alimentos antes de que la única solución sea llevarnos las manos a la cabeza.
Cuando llevamos a cabo una dieta, nuestro principal objetivo suele ser evitar el consumo excesivo de calorías. Hoy en día, gracias a la red podemos encontrar fácilmente recursos muy útiles para controlarlas: es el caso de las calculadoras nutricionales que ofrecen algunas páginas o aplicaciones como Self Nutrition Data, Live Strong o FitDay, que solucionan nuestras dudas en cuanto al aporte calórico de cada alimento y la suma de ellos.
A pesar de que páginas como las citadas ofrezcan mucho más, como consejos para una vida más saludable, explicaciones de las etiquetas de los alimentos o dietas gratuitas, la obsesión por los números se impone, dejando en un segundo plano el valor de la educación nutricional.
Sin embargo, las cifras en ocasiones proporcionan estadísticas obtusas y pueden acabar por no ser la herramienta adecuada para nuestra salud. Aunque tener a mano una tabla calórica con el aporte de cada alimento nunca esté de más, esta solo debería ser un complemento que apoye la dieta que debemos seguir.
Debemos centrarnos en los nutrientes en lugar de las calorías
Viki Lorenzo, profesional de la Dietética y la Nutrición, nos previene de la poca utilidad real que tiene contar el valor calórico de nuestras comidas. Y es que obsesionarnos con las calorías no servirá de nada si los alimentos que elegimos no son saludables y, por contra, optamos cubrir nuestro requerimiento calórico con alimentos ultraprocesados ricos en harinas refinadas, azúcares y grasas trans.
“En lugar de centrarnos en las calorías, deberíamos hacerlo en los nutrientes y procurar que nuestra alimentación incluya alimentos enteros (materias primas) mínimamente procesados, como frutas, verduras y hortalizas, legumbres, frutos secos y granos”, añade.
Los errores más frecuentes en los que caemos
Algunos trucos que utilizamos resultan ser poco efectivos. Más allá de los malos hábitos generalizados y denostados -el consumo de fritos y empanadas, las salsas, y sobre todo los alimentos ultraprocesados, la comida rápida y los refrescos azucarados-, en ocasiones tomamos decisiones bienintencionadas pero erróneas.
Lorenzo apunta las más frecuentes, añadiendo algunos sencillos consejos que harían que nuestra alimentación fuera más completa y de un alto valor nutricional, sin la necesidad de calcular el valor calórico de cada comida.
– Tomar muchas proteínas y olvidar los carbohidratos: nos dará saciedad en el momento, pero estaremos picando algo unas horas después. Una buena fuente de carbohidratos, como el pan de grano integral, la pasta integral, el arroz integral o la quinoa, nos dará energía y saciedad. Lo ideal es que se complementen con las más proteínas más saludables, magras o de origen vegetal (aquellas que se encuentran en el tofu, las legumbres o los frutos secos).
– Tomar comidas excesivamente frugales con la intención de comer algo ligero, como una única crema de verduras o una ensalada de hojas verdes: pan para hoy pero hambre para mañana. En cuanto a los vegetales, cuantos más colores tenga un plato más saludable serán nuestras comidas.
– Agregar cantidades industriales de aderezos o aliños ricos en grasas y azúcares a comidas aparentemente saludables, como pueda ser una ensalada. La Vanguardia 11-03-2018
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