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Cuál es el futuro de la covid-19
Cuál es el futuro de la covid-19
Agustín Portela, de la Aemps, habló hace unos días de los posibles escenarios de evolución de un virus que va a seguir acumulando mutaciones.
Rocío R. García-Abadillo. Madrid Publicado en Diario Médico el Sábado, 02/07/2022 –
Aunque estamos inmersos en la séptima ola de coronavirus, la verdad es que desde que llegaron las vacunas o, mejor dicho, desde que se empezó a avanzar en su administración, nos hemos relajado bastante gracias a la efectividad que tienen contra enfermedad grave y muerte. Lo cierto es que siguen muriendo personas y la covid-19 sigue entre nosotros: los contagios siguen aumentando y el número de hospitalizados es similar al de hace cuatro meses.
Con cada nueva ola es cada vez más difícil encontrar a alguien que, al margen de la vacunación, no se haya contagiado. Y la situación en la que estamos actualmente no tiene nada que ver con la de hace un año o año y medio, por ejemplo. Ahora prácticamente casi todo el mundo está vacunado [el 92,7% de la población mayor de 12 años tienen dos dosis y el 53,5% mayor de 18 años tiene la de refuerzo], hay muchos que se han vacunado e infectado y son una minoría los que no se han vacunado ni infectado, en palabras de Agustín Portela, jefe de área de la División de Productos Biológicos, Terapias Avanzadas y Biotecnología de la Agencia Española del Medicamento (Aemps).
Así comenzó su ponencia La inmunidad y las vacunas frente a Covid-19: cómo integrar su conocimiento para orientar la vigilancia, una de las que se desarrollaron en la VIII Jornada sobre Vigilancia en Salud Pública organizada hace unos días por el Grupo de Vigilancia de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), en las que participaron, entre otras personas, Pilar Aparicio Azcárraga, directora general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad; Marina Pollán Santamaría, directora del Centro Nacional de Epidemiología; o María José Sierra, número dos del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES).
En las jornadas se reivindicó la vigilancia en salud pública como el instrumento más eficaz para detectar, controlar y prevenir futuras pandemias, y para ello se pusieron sobre la mesa varias demandas como la necesidad de mayor dotación de recursos, nuevos perfiles profesionales o digitalización. Una de las mesas se dedicó a repasar las lecciones aprendidas tras la pandemia por covid y ahí es donde Portela, que también es responsable de la Unidad de evaluación clínica de vacunas de uso humano, habló de la inmunidad y las vacunas en el contexto actual.
Lecciones aprendidas de la covid-19
El especialista comenzó haciendo un repaso de cuestiones que se han puesto de manifiesto en este tiempo de pandemia. Aunque el SARS-CoV-2 codifica más de 25 proteínas, todas las vacunas autorizadas en la Unión Europea se basan en una sola proteína, la Spike (espícula, conocida como S), que es la que permite al virus unirse a la célula a través del receptor ACE2. “Sin esa unión el virus no infecta”, apuntó Portela.
Por tanto, el sistema inmune de un infectado de forma natural y de un vacunado responden de distinta forma (como sucede con otros virus): cuando uno se infecta se tendrá respuesta frente a las 25 proteínas mientras que en el vacunado solo se tiene frente a una. De esa forma, indicó Portela, la protección en personas que se han infectado o infectado y vacunado (inmunidad híbrida) va a ser mucho mayor que en personas que solo se han vacunado. De ahí que el experto abogara por centrar las tareas de vigilancia en los que solo están vacunados.
La protección que da la vacuna frente a enfermedad leve baja con el tiempo (en el caso de ómicron, prácticamente desaparece después de las 24 semanas, aunque con una tercera dosis se recupera y hay una eficacia alta), pero se mantiene en enfermedad grave. La vacuna no evita las reinfecciones, pero sí evita las infecciones graves, recalcó Portela, que lo ligó a los anticuerpos neutralizantes: a mayor cantidad de éstos, más protección.
Además, cada vez que entramos en contacto con el antígeno los anticuerpos tienen mayor afinidad por la memoria inmunológica. “Una vez que hemos entrado en contacto con el primer antígeno quedan células de memoria que cuando vuelven a encontrarse con el antígeno rápidamente producen anticuerpos, cada vez de mayor afinidad. Al tener anticuerpos de mayor afinidad, con menor cantidad podemos neutralizar la misma cantidad de virus“.
Esto explica que la primera vez que se está en contacto con el virus, éste empieza a multiplicarse en las vías respiratorias superiores y los anticuerpos, de baja afinidad, tardan unos 20 días en neutralizar al virus, con lo que mientras el virus alcanza las vías respiratorias bajas y causa enfermedad grave. Cuando hay más contactos con el virus, el sistema inmune actúa antes, en menos de una semana (5-7 días), lo neutraliza e impide que avance a las vías respiratorias bajas. Y eso explica en gran medida que tengamos reinfecciones pero no casos graves, subrayó Portela.
En este sentido, el experto explicó también cómo es posible que con todas las variantes que ha habido y estando las vacunas basadas en la proteína S de la cepa de Wuhan, nuestro sistema inmune reconozca al virus. “Hay otro mecanismo que se conoce hace tiempo que es la hipermutación somática. Las células de memoria tienen un mecanismo por el que cuando se vuelven a encontrar con el antígeno generan una gran variedad de anticuerpos diferentes. O sea, lo que ocurre al exponernos repetidamente al antígeno es que generamos un amplio repertorio de anticuerpos y por eso aunque no nos hayamos vacunado frente a la cepa ómicron, tenemos anticuerpos frente a ella”.
Tres escenarios posibles
Tras este repaso, Portela habló de la posible evolución del coronavirus y situó tres escenarios. Uno muy probable y es que el virus siga acumulando mutaciones. “El virus nos sorprende con la plasticidad que tiene de acumular mutaciones y seguir siendo viable. Pero mientras en los sueros de los vacunados haya títulos de anticuerpos neutralizantes que reconozcan una nueva variante, podrá haber una amplia circulación del virus pero no un aumento de casos graves (hospitalización, UCI, muerte), siempre y cuando tengamos ese cierto reconocimiento”.
Otro escenario mucho más especulativo y complicado, según el experto, es que la proteína S desarrollara la capacidad de unirse a un nuevo receptor diferente del ACE2. “Es muy improbable, pero si ocurriera podría haber un cambio de tropismo, el virus podría infectar otras células”. En ese caso, Portela señaló que podría haber cierta protección frente a la gravedad de la enfermedad “gracias a los anticuerpos que reconocen otros lugares de la Spike”. El especialista hizo hincapié en que es muy improbable, aunque indicó que cada vez que sale una nueva variante los científicos describen si se une a ACE2 o no, es decir, no descartan que esto pudiera ocurrir.
El tercer escenario, “una cosa muy tremenda que esperamos que no ocurra”, sería si otra de las proteínas de membrana (la M o la E) pudieran ser las que se unieran al receptor de la célula. “Esto es muy muy improbable, son proteínas muy pequeñas, pero si esto llegara a ocurrir también podríamos tener un cambio de tropismo y de enfermedad. En ese caso, habría cierta protección frente a gravedad gracias a los anticuerpos que reconocen otras proteínas del virus en aquellas personas que se han infectado. Y los solo vacunados podrían tener un problema porque no habrían visto nunca esa proteína”, añadió Portela.
Centrar la vigilancia en los recién nacidos
Sabiendo que la vacuna no evita la infección y que son muchas personas las que ya se han infectado varias veces, el especialista de la Aemps lanzó unas interrogantes: “Cuando todos nos hayamos infectado múltiples veces con todas las variantes posibles del SARS-CoV-2, ¿creéis que seguirá circulando el virus? ¿Dónde habría que hacer la vigilancia epidemiológica?”. Según Portela, en los recién nacidos. “Para ellos los primeros años de vida son una pandemia detrás de otra: gripe, virus sincitial respiratorio, cuando no había vacunas el sarampión… Para ellos y para los padres”.
El especialista comparó la gravedad de delta y de ómicron. “Son igual de graves a nivel de hospitalización en niños de 0 a 9 años y hay una diferencia en adultos. La infección en niños y adultos es diferente. En el momento en que haya mucha gente infectada, para poder infectar a una persona vacunada y que ya ha pasado por la infección, el virus necesita una variante de escape inmunológico, que sea capaz de escapar a ese sistema inmune y a todo el amplio abanico de anticuerpos generados”.
En cambio, en el caso de los niños no es así, subrayó. “Los niños tienen protección los primeros meses por los anticuerpos que les transmite la madre, pero en cuanto eso se acabe el niño será igualmente infectable por ómicron que por la cepa de Wuhan“. Por todo ello, aunque es un grupo que no se vigila mucho porque se entiende que no puede producir enfermedad grave, pero por si ocurriera este mecanismo, el experto recomienda esa vigilancia a futuro en los recién nacidos y en niños no vacunados.
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