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El comedor escolar
‘Shokuiku’, el modelo escolar japonés para que los niños aprendan sobre alimentación y nutrición
Publicado en Restauración Colectiva el Martes, 21 de enero 2025
El programa educativo japonés Shokuiku integra la alimentación saludable en las escuelas. Desde su implementación en 2005, esta iniciativa ha destacado por reducir la obesidad infantil y promover hábitos sostenibles, involucrando a familias y comunidades. Su éxito reside en la enseñanza práctica: desde preparar alimentos hasta comprender su valor nutricional, fomentando una cultura alimentaria igualitaria y respetuosa con el medio ambiente.
En 1896, Sagen Ishizuka, médico japonés creador de un sistema terapéutico precursor de la macrobiótica, escribió que “la educación física, la emocional y la intelectual se resumen en la educación alimentaria: Shokuiku”.
Hoy en día, el Shokuiku (dieta –shoku– y formación integral –iku-) es un programa de educación nutricional implementado en Japón, cuyo objetivo es promover hábitos alimentarios saludables entre los escolares y la población en general. La ley básica del Shokuiku fue promulgada en 2005 para abordar problemas de salud emergentes y ha sido reconocido por su eficacia en la reducción de la obesidad infantil y en la promoción de hábitos de vida saludables. La implementación de esta asignatura ha contribuido a que Japón mantenga una de las tasas de obesidad infantil más bajas a nivel mundial.
Este programa se integra en el currículo escolar y enseña a los niños desde temprana edad la importancia de una alimentación saludable, cómo seleccionar y preparar alimentos, y la relevancia de adquirir unos hábitos alimenticios adecuados. Además, busca involucrar a las familias y a la comunidad en la promoción de una cultura alimentaria saludable.
Dinámica del Shokuiku en la práctica
A la hora de la comida, en las propias aulas de primaria, en las mismas en las que estudian, cada niño retira sus libros y cuadernos de encima de la mesa y saca su mantelito individual. Alternativamente se eligen a tres de los niños o niñas que son los encargados de repartir el menú: sopa, arroz o pasta, verduras y carne o pescado. Se les enseña para que sean cuidadosos en el reparto: “hay que ser equitativos y procurar que no sobre para evitar el desperdicio alimentario”. Los profesores ya les han explicado cuál es el contenido nutricional del menú y por qué es adecuado para ellos.
En las aulas de secundaria, los alumnos aprenden a leer las etiquetas, hacer la compra, limpiar el pescado y a cocinar de forma saludable.
Además, un día al mes, los alumnos llevan la comida de casa, que deben haber preparado ellos mismos sin ayuda de sus padres. Tener que ocuparse de la elaboración les motiva a tener interés por los alimentos, incluso los menos atractivos a los ojos de un niño. La alimentación de los comedores escolares se basa en producto local pero también introducen alimentos de otras culturas.
Para que el cambio sea profundo y duradero, el programa de alimentación japonés considera imprescindible que las familias se involucren, de manera que lo ideal es que desayunen y cenen en familia, que cocinen juntos e incluso se invita a recuperar antiguas recetas tradicionales.
Shokuiku, una política de igualdad
La aplicación de esta asignatura supone una política de igualdad. En Japón, igual que ocurre en nuestro país, las familias con menos recursos tienden a comer productos de peor calidad y esta iniciativa supone que para un niño de una familia con renta inferior, el menú escolar le aporta una proporción del 22,3% de vegetales al día, cifra superior a la habitual.
En el proyecto japonés también intervienen otros factores, como la prohibición de máquinas expendedoras de comida o bebida en los colegios, dificultando así el acceso a productos industriales con elevadas cantidades de grasas o azúcares. Además, se apoya el consumo local para conocer el producto de proximidad y dejar una mejor huella ecológica, invitando a los agricultores de la zona a que vayan al colegio a explicar cómo se cosechan los alimentos, etc.
¿Por qué los niños rechazan el menú escolar? Desafíos, normativas y soluciones creativas
Publicado en Restauración Colectiva Martes, 28 de enero 2025
Los menús escolares son un pilar fundamental para garantizar una alimentación equilibrada en la etapa educativa, pero enfrentan el desinterés por parte de los niños. Maria Soler, dietista-nutricionista de Cesnut Nutrición, reflexiona sobre las causas de este fenómeno -como las normativas que limitan la creatividad de los platos- y propone claves para revitalizar la experiencia del comedor escolar. Su enfoque, educativo y colaborativo, busca equilibrar salud, sabor y aceptación infantil.
Los menús escolares son una parte esencial de la vida educativa, proporcionando a los niños una alimentación equilibrada durante su jornada académica. Sin embargo, como dietista-nutricionista especializada en restauración colectiva he visto como en los últimos años, un fenómeno creciente ha comenzado a preocupar a familias, educadores y profesionales: a muchos niños les gusta cada vez menos el menú escolar.
¿Qué está fallando?
Analizar este problema implica considerar no solo las preferencias cambiantes de los niños, sino también los retos inherentes a las normativas que regulan la elaboración de los menús escolares. Aunque estas reglas son esenciales para cuidar la salud infantil, también imponen limitaciones que pueden influir en la percepción de los menús.
La normativa establece cantidades específicas de grupos de alimentos, también limita la creatividad culinaria al priorizar ciertas formas de preparación. Como profesional del sector, veo como estas restricciones pueden hacer que los menús pierdan variedad o creatividad, resultando en platos que los niños perciben como monótonos o poco atractivos.
Por otro lado, en un mundo donde los niños están expuestos a sabores intensos y aditivos presentes en alimentos procesados, se acaba desarrollando una preferencia natural hacia alimentos que resultan más estimulantes para su paladar, haciendo que los menús escolares les parezcan insípidos o aburridos.
Por último, si en el entorno familiar no se promueve el consumo de alimentos como legumbres, pescado o vegetales, es más probable que los niños los rechacen en el comedor escolar. La falta de costumbre y el desconocimiento sobre cómo disfrutar estos alimentos pueden influir negativamente en su percepción.
Hacia una mejora de la experiencia del menú escolar
Superar este descontento no solo requiere esfuerzo técnico, sino también un enfoque colaborativo y educativo. Es esencial visibilizar y valorar el trabajo conjunto detrás de cada menú escolar. Crear comidas que equilibren salud, sabor, sostenibilidad y aceptación infantil no es una tarea sencilla.
La solución al desinterés por los menús escolares no pasa únicamente por los platos en sí, sino por una estrategia integral que aborde la educación, la colaboración y la experiencia alimentaria. Como dietista-nutricionista especializada en restauración colectiva, creo que cinco claves para volver a hacer apetecible el menú escolar son:
- Educación alimentaria: enseñar a los niños y familias sobre los beneficios de una dieta equilibrada puede ayudar a que comprendan y valoren más el menú escolar.
- Participación infantil: integrar a los niños en la toma de decisiones, como incluir platos favoritos dentro del marco normativo, puede aumentar su aceptación.
- Presentación creativa: pequeños cambios en la forma de servir los alimentos, como ensaladas divertidas o postres visualmente atractivos, pueden marcar una gran diferencia.
- Apoyo desde casa: establecer hábitos saludables en el hogar, alineados con los objetivos del comedor escolar, es clave para reforzar su aceptación.
- Reconocimiento al personal: valorar el esfuerzo de quienes trabajan en la creación de los menús, tanto dietistas-nutricionistas como cocineros, personal de comedor y otros implicados, fomenta la motivación para innovar y mejorar continuamente.
En conclusión, el menú escolar no es solo una comida: es el resultado de un esfuerzo colectivo por cumplir normativas estrictas y garantizar la salud infantil. Aunque el desinterés de los niños plantea un desafío, con educación, creatividad y una mayor colaboración entre familias y personal escolar, es posible convertir el comedor en un espacio donde los niños disfruten, aprendan y se nutran. Una colaboración estrecha, una mirada innovadora y el reconocimiento del trabajo detrás de cada plato es el primer paso hacia esta transformación.
Maria Soler es dietista-nutricionista graduada en Nutrición Humana y Dietética por la UB y especializada en restauración colectiva; coordinadora de proyectos y formación en Cesnut Nutrición, una consultoría nutricional especializada en validación dietética de menús para empresas de colectividades e industrias alimentarias. @: maria@cesnut.com.
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