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Interpretar las etiquetas de los alimentos
El timo de las etiquetas en los alimento
Yogur natural no azucarado: 59 kcal, 4 gr de azúcares, 3 gr grasas y 0,12 gr de sal por cada 100 gr. El mismo producto de la misma marca blanca pero catalogado como descremado: 39 kcal, 5,6 gr de azúcares, 0,1 grasas, y 0,15 gr de sal. Un golpe de efecto del márketing, porque apenas reduce la cantidad de grasa, pero aumenta el azúcar y la sal.
El ejemplo se puede extrapolar a galletas, zumos y barritas de cereales divididos en dos categorías, la normal y la -supuesta- desnatada. «Etiquetas ‘light’, 0%, ‘low fat’, bio y sin gluten son sólo un reclamo publicitario. Un timo. Sí, le quitan la grasa a la leche con la que se hacen los lácteos, pero les meten azúcar», explica el dietista-nutricionista Carlos Ríos (Huelva, 22 de marzo de 1991). Son denominaciones ideadas por departamentos de publicidad. «La gente desconoce este engaño. Las etiquetas disminuyen la percepción de riesgo, te hacen sentir menos culpable», asegura. «Todos tenemos derecho a información veraz, qué alimentos son los más saludables para poder decidir. Te venden muchos como sanos y no lo son».
Su lucha personal contra la comida disfrazada comenzó hace un par de años. Su consulta en Huelva se le quedó pequeña y en 2017 abrió las puertas de otra virtual, de acceso público, en la que se acumulan sus más de 650.000 seguidores pendientes de su cuenta de Instagram (@carlosriosq). En esta red social, Ríos revela trucos, alerta sobre señuelos, desmonta mitos -con argumentos- y plantea qué alimentos son los más recomendables.
Es el inventor del término y movimiento ‘Realfooding’, que aboga por volver a disfrutar de alimentos reales y desprestigiar, por poco saludables, los ultraprocesados. Una guerra ‘on line’ que ahora imprime también en las 247 páginas (apoyadas por ¡66 de bibliografía!) de su primer libro: ‘Come comida Real. Una guía para transformar tu alimentación y tu salud’ (ed. Paidós), «porque hay tanto que aclarar que las redes sociales se quedaban cortas. No podía explicar el por qué», revela. «La mayoría de las personas está confundida respecto a la alimentación. Llevar una dieta saludable no implica sólo comer lechuga y pechuga, ni ingerir pocas calorías», asegura este apasionado de una alimentación con cabeza.
Un menú equilibrado se basa en alimentos de calidad, los que el nutricionista denomina como comida real. Según el experto, estos no necesitan reclamos publicitarios y están muy poco o nada procesados. «Los productos neutros no precisan presentaciones: una lechuga, una dorada, un kilo de arroz a granel. En el paquete, si lo llevan, sólo se señala uno o muy pocos ingredientes. Las etiquetas son reclamos que se utilizan para vender más productos, sobre todo ultraprocesados. Por ejemplo, los alimentos infantiles se venden con dibujos, con mil colores para que los niños los pidan«, asegura.
FRUTO DE LAS PRISAS
Para reconocer los alimentos de calidad, sólo hay que darles la vuelta. «Hay que olvidarse del frontal de los productos y leer la parte de atrás para ver los ingredientes. Si describe más de cinco es posible que sea un producto ultraprocesado», con añadidos extras que modifican el sabor real de la materia prima, básicamente azúcares, harinas refinadas, aditivos, aceites y sal. Estos productos modificados en realidad no son comida, sino un cóctel de ingredientes de fábrica comestibles.
Su etiquetado revela todo lo que llevan. Y descubre la trampa: lasañas apetecibles (al menos en las fotografías) que apenas llevan carne, croquetas de una especie de bechamel artificial, ‘nuggets’ sin prácticamente pollo o ‘snacks’ de patata fabricados con un porcentaje irrisorio de este tubérculo. Pero su apariencia, olor y sabor artificial los convierten en irresistibles.
Los ultraprocesados aparecen en los lineales de los mercados a la par de la masiva incorporación de la mujer al mercado laboral. Aumentan a la misma velocidad que se pierden minutos del día y al reclamo de una sociedad cada vez más acostumbrada a la inmediatez, que exige una receta elaborada en escasos minutos de microondas. Una cena rápida pero que no hay que olvidar que no es comida real. Y son directamente los causantes de un exceso de peso, según un estudio recientemente publicado en la revista científica ‘British Journal of Nutrition’; y aumentan el riesgo de padecer cáncer, como reveló ‘British Medical Journal’. Y España es ya el segundo país de Europa con más obesos.
Detalle de una etiqueta de una lasaña industrial que sólo lleva un 15% de carne.JOSE MARÍA PRESAS
Hamburguesas, perritos calientes, patatas fritas y refrescos. Productos fácilmente reconocibles como comida basura. La lista es infinitamente más amplia. En su guerra por revelar qué incluyen estos comestibles manufacturados de una potente industria alimentaria, Ríos destapa falsos saludables: «Las galletas llamadas digestive ni mucho menos ayudan a hacer la digestión y los falsos yogures que reducen el colesterol o que ayudan a tus defensas».
En el libro no menciona ninguna marca en concreto. Habla de la referencia genérica «para darles caña». No es cobardía. En su perfil de Instagram sí que ataca a marcas concretas, respaldadas por multinacionales y que llevan sellos de asociaciones externas que garantizan su supuesta calidad (el presidente de la SEDCA, Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación, asegura que su sello, que antes avalaba alimentos como Bollycao, ya no existe). Además, denuncia a través de sus redes sociales las diferentes presiones que recibe del sector de los ultraprocesados, del «lado oscuro». Así se protege «de esta mafia».
No todos los productos procesados son falsos alimentos. Hay algunos que no se pueden consumir en fresco o crudos. Muchos preparados en serie sí son saludables. «Los que llevan menos del 10% de la cantidad total de producto de ingredientes extra se pueden considerar como aceptables, porque esta cifra no sería significativa y no altera la materia prima, como unas verduras congeladas, unos garbanzos de bote cocidos o una lata de atún».
Pecar está permitido, si se hace de manera muy esporádica. Por comer algunos platos elaborados en industrias no se descuida el menú saludable. «Está permitido ingerir un 10% de ultrapocesados en una dieta equilibrada. Si se toma sólo esa cantidad, no influyen en nuestra salud y los podemos disfrutar sin remordimientos». Porque hasta este dietista-nutricionista reconoce que están ricos. Aunque en su casa no entran: «No los compro porque me los comería. Son una tentación. Están fabricados para que nos gusten«.
COMPRA CONSCIENTE
La base de una alimentación saludable se asienta en el supermercado. A la compra se le debe dedicar tiempo. «Esto es como un idioma. Si se quiere aprender hay que dedicarle horas para adquirir el hábito». Lo más rápido, otro éxito del márketing comercial, que se dedica a estudiar hasta a la altura que se tienen que colocar los productos en los lineales de los mercados, «es dejarte llevar por las ofertas, por los antojos, por la publicidad, por productos diseñados para calentarlos y comérselos. Las primeras ocasiones habrá que tener paciencia, leerse el dorso de los productos y no quedarnos sólo en la fotografía principal. Conocer qué ingredientes lleva y en qué cantidad». Al final se interioriza y la salud lo agradece. ISABEL VILCHES. El MUndo. 23 marzo 2019 –
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