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La inhibición de la interleucina 11 alarga la vida un 25% en ratones
La inhibición de la interleucina 11 alarga la vida un 25% en ratones
Un experimento muestra el potencial senolítico del bloqueo de la interleucina 11: en animales, parece prolongar la longevidad y reducir los signos de la vejez.
Diario Médico Jue, 18/07/2024 – 08:59
Los ratones viejos mejoran su salud y esperanza de vida, una media de casi un 25%, al inhibirles la proteína inflamatoria interlucina 11 (IL11), pero aún no se saben sus efectos en humanos, en los que se realizan ensayos clínicos en fase inicial en pacientes con enfermedad pulmonar fibrótica.
Un estudio publicado en Nature señala que el bloqueo de la IL11 con un anticuerpo mejoró, en ratones, el metabolismo y la función muscular, al tiempo que redujo los signos de envejecimiento y fragilidad.
El equipo de investigadores, liderados por la Facultad de Medicina de Duke (Duke-NUS), en Singapur, considera que los resultados del estudio son los primeros en demostrar que la IL11 es el principal factor de envejecimiento.
Los ratones de 75 semanas de edad (equivalente a unos 55 años en humanos) tratados hasta su muerte con una inyección de un anticuerpo anti-IL-11, vieron prolongada su esperanza media de vida en un 22,4 % en los machos y un 25% en las hembras. Los animales vivieron una media de 155 semanas, frente a las 120 semanas de los ratones no tratados, indica el estudio.
Además, el tratamiento redujo, en gran medida, las muertes por cáncer, así como las numerosas enfermedades causadas por la fibrosis, la inflamación crónica y el metabolismo deficiente, características del envejecimiento, con pocos efectos secundarios. «Los ratones tratados tenían menos cánceres y carecían de los signos habituales de envejecimiento y fragilidad, pero también observaron una reducción del desgaste muscular y una mejora de la fuerza muscular. En otras palabras, los ratones viejos que recibieron anti-IL11 estaban más sanos«, dijo uno de los autores Stuart Cook.
CAUTELA CON LOS RESULTADOS
Ilaria Bellantuono, catedrática de Envejecimiento Musculoesquelético en la Universidad de Sheffield (Reino Unido), en declaraciones a SMC, invita a la cautela sobre la extrapolación de resultados. «Los ratones no desarrollan enfermedades crónicas de forma espontánea, desarrollan una disminución de la función en algunos órganos».
Tras esta afirmación, la catedrática no duda en enumerar los obstáculos actuales, que podrían solventarse en el futuro. «Por ejemplo, los ratones no desarrollan ateroesclerosis, que es el principal factor de riesgo de infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares».
Bellantuono propone que para tener datos que avalen resultados similares en humanos «hay que modificar genéticamente a los animales para que puedan acumular un alto nivel de colesterol en la sangre y formar placas. Lo mismo ocurre con otras enfermedades como el alzhéimer o el párkinson». Y puntualizada sobre la presente investigación que «la intervención aquí descrita retrasa la pérdida de función de los órganos con la edad. Si querían afirmar que previenen la multimorbilidad, deberían haber probado la intervención en al menos 2-3 modelos de enfermedades crónicas»
El equipo también creó roedores a los que se suprimió el gen productor de IL 11, lo que les protegió contra el deterioro metabólico, múltiples enfermedades y la fragilidad en la vejez, a la vez que prolongó la vida de ambos sexos en un promedio de 24,9%.
Para catedrática de la Universidad de Sheffield «esta es otra terapia potencial dirigida a un mecanismo de envejecimiento, que puede beneficiar a la fragilidad. No veo que sea mejor que otras intervenciones publicadas anteriormente (por ejemplo, los senolíticos)».
¿CÓMO SE TRADUCE EN HUMANOS?
Los científicos advierten de que los resultados de este estudio se obtuvieron en ratones y que la seguridad y eficacia de estos tratamientos en humanos debe establecerse en ensayos clínicos antes de considerar el uso de fármacos anti-IL-11 con este fin. Sin embargo, Cook indicó que «plantean la tentadora posibilidad de que los fármacos puedan tener un efecto similar en seres humanos de edad avanzada».
¿Quién sería candidato a un pinchazo similar? Es la duda que plantean los científicos. En concreto, la catedrática de la Universidad de Sheffield expone que «el problema de todas estas intervenciones es que no disponemos de pruebas en pacientes». Si bien apunta que se están llevando a cabo ensayos en EEUU, «hay obstáculos científicos que superar para utilizar estas intervenciones en pacientes, como entender quién está en riesgo de fragilidad y se beneficiaría de la intervención».
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Pese al avance significativo, las palabras de Bellantuono son como un jarro de agua fría. «Es impensable tratar a todas las personas de 50 años durante el resto de su vida», subraya. «Todos los fármacos tienen efectos secundarios y un coste asociado».
«Potencialmente esta intervención es menos rentable. Las terapias basadas en anticuerpos suelen ser más caras que las moléculas pequeñas. Además, no hay pruebas de que funcione en edades avanzadas, cuando los déficits son más importantes. La intervención en este estudio comenzó a los 18 meses de edad. En ratones, esto equivale a una persona de 50 años sin signos graves de envejecimiento».
En este discurso realista, pone sobre la mesa que «también necesitamos desarrollar conocimientos sobre cómo probar medicamentos en pacientes con riesgo de fragilidad que, a menudo, son excluidos de los ensayos clínicos debido a su edad». Con todo, «finalmente, si el sistema regulador aprueba el uso de medicamentos, no reconoce la fragilidad como una condición, lo que significa que los costes de los medicamentos no pueden ser reembolsados. Esto frena las inversiones de la industria farmacéutica».
UN VESTIGIO EVOLUTIVO
Los tratamientos contra el IL-11 se encuentran actualmente en fase de ensayo clínico en humanos para otras afecciones, lo que podría ofrecer interesantes oportunidades para estudiar sus efectos en humanos de edad avanzada en el futuro.
Anteriormente, los científicos habían postulado que la IL-11 es un vestigio evolutivo en las personas y, aunque es vital para la regeneración de las extremidades en algunas especies animales, se cree que es en gran medida redundante en los seres humanos.
A partir de los 55 años, aproximadamente, se produce más IL-11 y las investigaciones anteriores la han relacionado con la inflamación crónica, la fibrosis de los órganos, los trastornos del metabolismo, el desgaste muscular (sarcopenia), la fragilidad y la fibrosis cardíaca
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