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La obesidad: menor disfrute…
Demuestran que, en la adolescencia, la obesidad y las restricciones alimentarias se asocian a un menor disfrute de la comida
En esta investigación participaron 552 adolescentes de entre 11 y 17 años pertenecientes a diferentes institutos granadinos, en quienes analizaron las emociones asociadas a los alimentos dulces
Los investigadores mostraron a los adolescentes que participaron en el estudio imágenes de alimentos altamente apetecibles | Foto: Gabinete
Investigadores de la Universidad de Granada, pertenecientes al Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) y a la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, han demostrado que los adolescentes que padecen obesidad sienten menos placer al comer que aquellos que tienen un peso normal. Además, su trabajo revela que las restricciones incluso triviales de la ingesta de alimentos (es decir, ponerse a dieta de forma temporal) se asocian a una reducción del placer.
Este trabajo, que publica la revista Food Quality and Preference, ha utilizado una amplia muestra formada por 552 adolescentes de entre 11 y 17 años pertenecientes a diferentes institutos granadinos, en quienes han analizado sus reacciones emocionales durante la visualización de fotos de alimentos dulces.
Así, los investigadores observaron que aquellos adolescentes que informaron de diferentes tipos de restricciones alimentarias (hacer dietas de diferente tipo, hacer dietas con mucha frecuencia, saltarse el desayuno, comer con menos frecuencia, etc.), junto a aquellos que tenían obesidad y aquellos que realizaban conductas no saludables no relacionadas con los alimentos (como fumar o dormir poco), al mirar imágenes de alimentos altamente apetecibles (chucherías, donuts, helados, crêpes con chocolate…) sintieron un menor placer, una menor atracción hacia estos alimentos y un menor deseo de comerlos.
Como explica la autora principal de este trabajo, Laura Miccoli, “la adolescencia, típicamente asociada a mayor insatisfacción corporal, es una etapa clave para el desarrollo de conductas alimentarias de riesgo, relacionadas tanto con las restricciones no controladas de la ingesta, que pueden llevar al desarrollo de trastornos alimentarios, como con la estabilización del sobrepeso y la obesidad”. De ahí la importancia que tienen los estudios que adoptan una perspectiva integrada hacia los trastornos relacionados con la ingesta.
Un estudio pionero
No en vano, el trabajo liderado por la UGR es el primer estudio que ha examinado las emociones hacia los alimentos en adolescentes en función de una constelación de conductas de riesgo, relacionadas tanto con la obesidad como con los trastornos de la alimentación.
A la luz de los resultados de este trabajo, los científicos de la UGR señalan que aquellos adolescentes que sienten más placer o disfrute al comer “tienen una relación sana con los alimentos, y este placer supone un posible índice de protección contra trastornos de la alimentación y el peso”.
Por lo tanto, apunta Miccoli, “en línea con estrategias de prevención recientes es importante hacer un cambio de perspectiva sobre el disfrute de la comida para la prevención de la obesidad, desterrando la idea de que hay que evitar el placer al comer, sino todo lo contrario: hay que aprovecharlo, y hacer del disfrute de la comida (“slow food movement”) una herramienta para la alimentación sana”. Granda Digital 06-06-18
8 consejos de un nutricionista infantil para que los niños coman frutas y verduras
Una queja habitual de los padres es que sus hijos no comen frutas y verduras. Muchas veces el problema está en que ellos no dan el ejemplo (ellos no comen, los chicos tampoco) o que bajan las brazos rápidamente ante la negativa. Para colmo, el frío no ayuda. Pero es precisamente una época en la que una alimentación adecuada ayuda a reforzar el sistema inmunológico de chicos y grandes.
“Para prevenir la aparición de estos catarros de estación, lo principal es tener las defensas del organismo en perfecto estado, para lo cual las frutas y verduras son fundamentales debido a su gran aporte de vitamina C (ácido ascórbico), que promueve las defensas de nuestro cuerpo para enfrentar este aumento en los microbios que nos atacan”, explica el licenciado en Nutrición Infantil Alberto Arribas. «Además, comer frutas y verduras de estación tiene otros beneficios, son más accesibles y de mejor calidad. Elegir según la estacionalidad del año es la clave para tener un alimento, rico, nutritivo y económico”, añade.
¿Qué tipo de padre sois en la mesa?
Entre las verduras y frutas típicas de la temporada otoño-invierno se encuentran acelga, achicoria, apio, batata, berro, brócoli, coliflor, cebolla de verdeo, chaucha, espinaca, hinojo, puerro, rábano, radicheta, remolacha, repollo, repollitos de Bruselas, zanahoria, zapallo, calabaza, banana, ciruela, durazno, limón, mandarina, melón, membrillo, naranja, palta, pelón, pera, pomelo, entre otras.
«Están llenas de vitaminas, antioxidantes, minerales, agua y fibra, por eso es tan importante y beneficioso que los niños que están en plena etapa de crecimiento y desarrollo incluyan frutas y verduras en su alimentación diaria«, subraya Arribas.
Los 11 alimentos para la Selección
La ingesta mínima recomendada es de 400 gramos por día entre frutas y verduras. Sin embargo, los argentinos no llegamos ni a la mitad. No sólo es pobre la cantidad, sino también la variedad: las cinco hortalizas más consumidas son tomate, cebolla, zanahoria, zapallo y lechuga; mientras que las frutas más populares son naranja, banana, manzana y mandarina.
Si se comen crudas, siempre deben lavarse bien con agua segura. En caso de consumirlas cocidas, hacerlas al vapor es la forma que mejor conserva los nutrientes. Arribas aconseja comer al menos medio plato durante el almuerzo, otro medio durante la cena y de dos a tres frutas por día.
Cinco claves para mantener hábitos alimenticios saludables durante toda la vida
Buscar recetas para incluir frutas y verduras en la dieta diaria «es el quid de la cuestión”, afirma el especialista y ofrece consejos para incorporarlas:
Incluir frutas y verduras en la mesa familiar
Los adultos siempre somos el ejemplo para la construcción de los hábitos saludables de los niños, no podemos pedirles que ellos elijan comer verduras y frutas si los adultos no lo hacemos.
Que haya presencia de frutas y verduras en la mesa es clave.
Ofrecérselas a partir de los seis meses
Debido a que es la etapa de descubrimiento de los nuevos sabores y sus texturas, cuanto más se retrase su consumo mayor será el rechazo. Es importante que se los estimule de forma continua a consumir frutas y verduras, de esta manera se logrará crear el hábito.La exposición temprana a las frutas y verduras tiene efectos positivos a largo plazo. Una dieta variada en la infancia será la antesala de una dieta saludable en la edad adulta.
Ser paciente e insistente hasta que les gusten
La neofobia a los alimentos es un comportamiento instintivo, un mecanismo de defensa que desarrollaron nuestros antepasados para protegerse de posibles alimentos venenosos o toxinas. De ahí que los niños tiendan a rechazar de manera natural alimentos con los que no han tenido experiencia previa. Se debe probar y repetir de 10 a 12 veces para que acepten el sabor.
Las frutas y verduras no tienen por qué ser aburridas.
Con la comida se juega y se crea
Aprovechando sus atractivos colores, se puede ser creativo a la hora de ofrecerles verduras y frutas a los chicos. Se las puede servir armando formas, figuras, dibujos y utilizando vajilla divertida.
Activar la fantasía
Utilizar como referencia dibujos o personajes favoritos que estimulen al consumo. Así, un brócoli puede convertirse en «los árboles del bosque encantado», las zanahorias en un alimento con poderes, las espinacas en el alimento que le da fuerza a Popeye.
Cocinar juntos
Si ellos participan de la elaboración con acciones simples como lavar, rallar o preparar las verduras se sentirán más motivados a consumir el plato terminado.
Involucrar a los chicos en la cocina.
Arrancar el día con una fruta
Es una opción ideal para el desayuno. Las frutas poseen una serie de nutrientes muy beneficiosos a cualquier hora del día, pero más aún tras las largas horas de ayuno nocturno. Un desayuno completo debe incluir una porción de lácteos, un hidrato de carbono como tostadas o pan y una fruta.
Hábito: una fruta en el desayuno.
No premiar el consumo de frutas y verduras
Frases como “si te comés las verduras, te compro un alfajor” le dan a las primeras un valor negativo. El mejor ejemplo de eso es el de Mafalda, a quien siempre para permitirle hacer las cosas que a ella le gustaban debía tomar la sopa, plato que odiaba. Alimentar a los niños no es cuestión de premios o castigos, es una decisión que debe estar guiada por la paciencia, la dedicación y por el conocer la importancia que tiene una alimentación sana desde temprana edad. Clarín 08-06-18
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