.Obesidad y sobrepeso
La obesidad y la salud mental
Obesidad y salud mental: una relación bidireccional en la que el abordaje conjunto marca el éxito o el fracaso terapéutico
Dieta y ejercicio no son suficientes. El apoyo psicológico es esencial en el abordaje integral de una enfermedad, la obesidad, que ya es la gran epidemia del siglo XXI.
Raquel Serrano, publicado en Diario Médico Mar, 04/03/2025 – 09:47
La obesidad se ha convertido en un importante problema de salud pública. La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que para 2050 más de la mitad de la población adulta mundial -unos 3.800 millones de personas- y 746 millones de niños y adolescentes -un tercio de este grupo poblacional-, presentarán sobrepeso u obesidad, cifras que convierten a esta enfermedad crónica y multifactorial en la gran epidemia del siglo XXI.
Pero, más cerca aún; se calcula que en 2030, habrá más de 1.500 millones de personas en el mundo afectadas por obesidad. En España, el 20% de la población -una de cada cinco personas-, la padece actualmente, hecho que los expertos consideran que pone de relieve las limitaciones de un sistema sanitario que no ha sido efectivo para rebajar este grado de afectación. «El sistema está muy lejos de ofrecer una respuesta», según Francisco Pajuelo, director médico de la empresa Novo Nordisk, que junto a la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) y la Asociación Nacional de Personas que viven con Obesidad (ANPO) han realizado una llamada de atención sobre la bidireccionalidad entre la obesidad y salud mental, así como sobre sus repercusiones cardiovasculares, con motivo del Día Mundial de la Obesidad que hoy se celebra.
Las repercusiones negativas de esta patología se extienden a la salud digestiva, a la cardiovascular, la musculoesquelética, a la relacionada con la fertilidad y también a la mental, ámbitos estos dos últimos en los que los especialistas consideran que son bidireccionales; uno puede influir sobre otro y viceversa. Es como una especie de ‘círculo vicioso’ que se retroalimenta pues la carga emocional, el estigma y la falta de empatía que acompañan a esta enfermedad repercuten negativamente en su evolución. «Hay que dejar de ver la enfermedad y centrarse en las personas», destaca Pajuelo.
Obesidad y salud mental están, por tanto, estrechamente ligadas: una inadecuada salud emocional puede influir en el desarrollo de la obesidad. Pero esta, también es capaz de agravar trastornos como ansiedad y depresión. De hecho, la obesidad incrementa en un 30% el riesgo de desarrollar un trastorno de ansiedad y en un 40% síntomas de ansiedad. Trabajos más recientes también han señalado que las personas con obesidad tienen un 55% más de posibilidades de desarrollar depresión con el tiempo. Además, las personas con depresión tienen un 58% más de riesgo de presentar obesidad.
Por tanto, y según Albert Lecube, jefe de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Arnau de Vilanova, de Lleida, y editor de la revista BMI en la junta directiva de la SEEDO, sostiene que abordar la obesidad sin atender a los factores emocionales y psicológicos es tratar solo la parte del problema.
«Esta enfermedad sigue estando infradiagnosticada, infravalorada y estigmatizada. Evidentemente, el desequilibrio energético-metabólico que origina el acúmulo adiposo se convierte, al final, en obesidad. En este proceso, además de la genética, influyen factores como la edad, el consumo de ciertos fármacos, la microbiota intestinal, disruptores endocrinos, así como los de carácter socio-económicos. La obesidad debe tratarse, según su origen, de una forma diferencial e integral«.
El especialista, ha explicado que el hambre, principal síntoma de las personas que desarrollan obesidad, suele estar desregulado en estos casos. Tras el hambre homeostática, la que aparece en situaciones de supervivencia, estaría el hambre hedónico o emocional que afecta a un 50% de personas con obesidad. Por último, estaría el hambre ejecutivo en el que las personas establecen una relación más regulada con la ingesta de comida.
Sería, por tanto, el hambre hedónico o emocional el que está más estrechamente relacionado con la salud mental. Se calcula, de hecho, que más del 41% de las personas con sobrepeso u obesidad presentan una alimentación emocional. A juicio de Lecube, «las personas con obesidad experimentan, a nivel cerebral, alteraciones en los mecanismos que regulan el hambre y la saciedad, con una mayor necesidad de ingerir comida para sentir satisfacción. Este fenómeno, ligado al hipocampo y al hipotálamo, está relacionado con la sensación de recompensa y desmiente el mito de que la obesidad es solamente una cuestión de ‘fuerza de voluntad'».
Más apoyo psicológico, más pérdida de peso
A su juicio, el tratamiento en estos casos requiere de un abordaje holístico que implique a diferentes profesionales de la salud, incidiendo desde la infancia, y sin perder de vista la relación emocional con la comida, punto en el que es esencial la participación de psicólogos y de psiquiatras. «Su participación , a través de equipos multidisciplinares, puede marcar el éxito o el fracaso de un tratamiento», considera Lecube quien añade que «las personas con obesidad pierden un 40% más de peso corporal si disponen de apoyo psicológico».
Es posible modificar estos patrones relacionados con la comida, incluso desde la infancia, con un abordaje multidisciplinar en el que participen endocrinólogos, nutricionistas, pero también psicólogos y especialistas en salud mental. «No podemos quedarnos solo en la dieta y el ejercicio. Se necesitan equipos holísticos en los que el psicólogo sería un pilar esencial del trípode terapéutico», subraya Lecube, a pesar de reconocer un problema real del sistema sanitario: la escasez de psicólogos, profesionales cuya presencia debe fomentarse para que sean más accesibles para los pacientes.
«Toda persona que vive con obesidad debe ser tratada por un equipo de profesionales sanitarios multidisciplinar en el que no puede faltar el abordaje psicológico para tener éxito», señala Federico Luis Moya, presidente de ANPO y vicepresidente de la European Coalition for People living with Obesity (ECPO). Aunque el representante de los pacientes -él se sometió a una cirugía bariátrica para perder peso- subraya que «hay que estar preparado psicológicamente para abordar la obesidad», también es consciente de que «en España, sólo las personas que entran en programas hospitalarios de cirugía de la obesidad disponen de acompañamiento psicológico. El resto no».
Un hecho especialmente llamativo teniendo en cuenta que «el 20% de personas con obesidad en nuestro país precisarían algún tipo de abordaje psicológico. Todos lo necesitarían porque, de una forma o de otra, presentan alteraciones emocionales. No hay que olvidar que el 69% de los adultos con obesidad sufren estigma en muchas esferas de su vida diaria. Cuando se mira a una persona obesa lo primero que se piensa es ‘mira cómo está ese de gordo’. Pero hay que empezar a empatizar porque después de dos o tres miradas de ese tipo, esa persona puede empezar a dejar de salir a la calle. Por ello, también sería aconsejable que se incluyera al ‘paciente experto’, como parte del apoyo, en los equipos multidisciplinares”.
De los actuales afectados en España, y sobre todo en adultos, no se puede concretar en qué porcentaje el problema de salud mental es el que conlleva a la obesidad o es esta enfermedad la que hace que se desarrollen problemas psicológicos. «Lo que está claro es que el estigma está ahí y, desde luego, agrava las dificultades a las que se enfrentan estas personas», señala Santos Solano, psicólogo sanitario y coordinador del Grupo de Trabajo de Psicología y Obesidad de la SEEDO.
Perfiles psicológicos y obesidad
Este profesional ha explicado que existen distintos perfiles psicológicos relacionados con la obesidad. En el caso de los niños, se sabe que los problemas de peso corporal son mayores en un entorno familiar inestable por diferentes causas. Así, en estas situaciones, «cuatro de cada diez niños presenta síntomas compatibles con un problema de salud mental».
En la adolescencia, aparece con más frecuencia la estigmatización social, «con un aumento de las conductas autolíticas e incluso de suicidio». Otros perfiles se corresponden con problemas de salud mental que actúan como mantenedores de un estilo de vida que perpetúa la obesidad: situaciones de duelo, ausencia de motivación y energía, aislamiento social, entre otros. «En estos últimos casos, más propios de los adultos, hay una fuerte asociación entre obesidad y depresión. De hecho, las personas con obesidad tienen un 55% más de riesgo de depresión y un 58% de personas con depresión pueden desarrollar obesidad. Es, por tanto, una relación bidireccional».
En situaciones en las que la enfermedad metabólica está producida por un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), se sabe que sabe que tres de cada cuatro adultos con obesidad tienen TCA por ‘atracón’, alteración muy relacionada con la anorexia nerviosa. Se trata de personas muy autoexigentes y perfeccionistas, con frustraciones y sensación de fracaso, baja autoestima, aislamiento social y pérdida de control. «La salud física debe ser cuidada, por supuesto, pero sin dejar a un lado la mental». En todos estos perfiles, el abordaje con psicofármacos, en los casos indicados y seleccionados, debería formar parte del tratamiento integral de la obesidad.
El objetivo, según Solano, es acercar la parte más humana y las variables psicológicas a la parte clínica. «Comprender estos perfiles puede influir en el desarrollo y mantenimiento de la obesidad. La historia de vida de una persona con obesidad es la mejor manera de abordar su problema de la manera más efectiva».
El impacto sobre la salud cardiovascular
En este encuentro, los especialistas también han hecho hincapié en el impacto de la obesidad sobre la salud cardiovascular. Datos basados en la evidencia científica señalan que las enfermedades cardiovasculares (ECV) son, actualmente, la principal causa de mortalidad en las personas con obesidad. En España, cerca de un 35% de personas con ECV presenta obesidad. De estos, el 21,5% tiene al menos una ECV establecida: cardiopatía isquémica, ictus, enfermedad arterial periférica, entre otras. Y un condicionante más relacionado con la salud mental: el aislamiento social y la soledad se relacionan con un 50% más de riesgo de ECV.
A juicio de Pajuelo, director médico de Novo Nordisk, estos datos son una llamada de atención para dejar de culpabilizar a quienes tienen obesidad y «hacernos reflexionar a todos como parte de un sistema que no ha evitado que la obesidad, desde el año 1990, se haya duplicado entre los adultos de todo el mundo y se haya cuatriplicado entre los adolescentes«.
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