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Lecciones aprendidas sobre el coronavirus
Lecciones aprendidas sobre el coronavirus
Rafael Matesanz, fundador y ex director de la Organización Nacional de Trasplantes. Publicado en Diario Médico. Mié, 01/01/2020 –
Mucho hemos aprendido sobre la Covid 19 en los meses transcurridos desde que se detectaran los primeros casos. Nunca en la historia de la medicina, la comunidad científica internacional había desarrollado un esfuerzo mancomunado tan intenso y en tan poco tiempo para combatir una enfermedad, y aunque la consecución de distintas vacunas aparentemente eficaces, en muy pocos meses constituye un verdadero éxito, desgraciadamente es mucho más lo que nos queda por saber para poder afrontar lo mucho o poco que quede de pandemia con garantías de éxito.
Casi nada se ve igual ahora que cuando empezaron a detectarse casos de Covid-19 en España el pasado mes de febrero. Desconocemos si nuestras autoridades pensaban realmente que las mascarillas solo debían ser utilizadas por los infectados y el personal sanitario o si lo que ocurría es que simplemente no había. Cuando empezaron a llegar pasaron ser recomendables y acabaron en obligatorias al generalizarse el suministro. Lo mismo ocurrió con las PCR, primero limitadas a los que venían de China, luego solo a los que presentaban síntomas y finalmente extendidas a contactos asintomáticos y despistajes tanto masivos como selectivos.
Estos dos errores, se atribuyan a quien se atribuyan (porque documentos había ya en febrero con las vías de transmisión, la existencia de portadores asintomáticos y la experiencia china), condicionaron en gran medida los desastrosos resultados de los primeros meses de la pandemia y facilitaron la rápida extensión del virus.
Otra de las cosas que hoy conocemos bien y que en su día condicionó también muy negativamente los resultados de los primeros meses fueron los retrasos en la adopción de medidas de confinamiento. Las comparaciones internacionales ponen de manifiesto que una semana de diferencia entre países conllevó aumentos de mortalidad de más de un 50%.
«Una semana de retraso en adoptar medidas conllevó aumentos de la mortalidad del 50%»
Todos los países que tuvieron mejores resultados en la primera ola (y no necesariamente en la segunda) fueron los más rápidos en tomar medidas. El ejemplo de nuestros vecinos portugueses, con una sanidad más precaria que la nuestra, pero mucho más ágiles en la toma de decisiones allá por marzo, es muy significativo.
En la misma línea, durante estos meses ha quedado patente, aunque muchos políticos parecen no haberse enterado, que no se puede ir detrás del virus. No podemos esperar a que la situación esté fuera de control para tomar medidas, sean del tipo y de la intensidad que sean, es preciso adelantarse, ser proactivos, y ello es perfectamente posible si se disponen de unos datos diarios fiables, algo que tampoco parece haberse entendido en España a la vista de nuestras deficientes estadísticas. El virus es predecible examinando las tendencias y las medidas deben tomarse precozmente, anticipándose al máximo porque los retrasos cuestan vidas.
«Desconocemos si las autoridades realmente pensaban que no hacía falta usar mascarillas o si simplemente no había»
Por lo que se refiere a las medidas individuales de protección como la mascarilla, la distancia, la solución alcohólica o la ventilación adecuada son bien conocidas, aunque con un seguimiento muy desigual entre la población, lo que sin duda condiciona la progresión del virus. La principal aportación respecto a los comienzos es la importancia fundamental que se atribuye hoy día a los aerosoles que emitimos por nariz y boca (no ya las gotitas que pueden contagiar directamente), especialmente cuando hablamos fuerte o fumamos y que pueden quedar flotando y acabando por pasar el virus, aunque el enfermo emisor no esté ya presente. Este hecho pone en el punto de mira a todo lugar cerrado no bien ventilado y enfatiza el uso de terrazas en bares y restaurantes y en general de las actividades al aire libre, así como la ventilación constante de los lugares cerrados. Probablemente sea el punto que más ha cambiado la actitud a tomar ante la pandemia.
«Las medidas no tienen por qué ser iguales; lo que sí es un problema es la falta de liderazgo para trazar normas generales que obedezcan a criterios únicos»
Más controversia suscitan las medidas generales para controlar la pandemia. No hay duda de que el confinamiento total funciona, como lo hacía con las pestes medievales, lo que muestra que no hemos evolucionado mucho. Lo hemos comprobado en la primera oleada y se ha demostrado en multitud de países. El problema es que supone la ruina económica para muchos sectores y sólo se puede recurrir a él en situaciones extremas. Nos pasamos ahora la vida buscando el equilibrio entre reducir al máximo los contactos al menor coste social posible y para ello no hay una receta única.
El hecho de que cada país y cada comunidad vaya adoptando medidas distintas entre sí para limitar la movilidad y los contactos, deja claro que ninguna de ellas es claramente superior a las otras, porque si no, todas tenderíamos a hacer lo mismo. Estas medidas no tienen que ser necesariamente iguales, pues poco tiene que ver un entorno rural con el de una gran ciudad, o incluso las costumbres locales de cada país o cada comunidad.
Lo que sí es un problema, directamente atribuible a la falta de liderazgo tanto estatal como internacional con la que afrontamos esta pandemia, es que no haya unas normas generales que obedezcan a unos criterios únicos, coordinados, previamente fijados y sobre todo que pudieran ser explicadas a todo el mundo de una forma lógica y científica, algo imposible en la situación actual. Esta indefinición crea una confusión generalizada, aderezada por la confrontación política, que en nada contribuye al cumplimiento de unas normas cambiantes en el tiempo y en el espacio, y que no tienen muchas veces una explicación razonable. Las medidas de cara a la Navidad han sido un buen ejemplo, pero en estos meses lo hemos podido comprobar repetidamente.
«La sociedad necesita líderes tanto científicos como políticos y por desgracia no han abundado»
Porque lo que también hemos aprendido es que la sociedad necesita líderes tanto científicos como políticos en quienes confiar para que les guíen en tiempos tan convulsos como estos, y por desgracia no han abundado en estos meses. Desde luego no se han dado en España, pero tampoco en el plano internacional, a excepción de unos cuantos países como Nueva Zelanda, Alemania o algunos países nórdicos en los que con mejores o peores resultados según el momento de la pandemia, la capacidad de liderazgo político y técnico se ha hecho patente.
Y con toda esta experiencia acumulada, llegamos al momento esperanzador que representan las distintas vacunas puestas a punto hasta ahora. Ojalá que gracias a ellas, el 2021 pueda pasar a la historia como el año que conseguimos controlar al virus, pero para conseguirlo tendremos que aplicar en todo el mundo la gran lección que nos ha traído el coronavirus: no hay solución individual posible, o la vacuna llega a una gran parte de la población española y desde luego de todo el mundo, o el virus seguirá siendo la gran amenaza para la humanidad que representa hoy día.
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