Curiosidades
Los griegos y los romanos ya ventilaban
Griegos y romanos ya ventilaban los miasmas
Junto con las medidas higiénicas, la ventilación de lugares sobrecargados de exhalaciones humanas ha sido una medida esencial contra la pandemia. Aunque desconocían la existencia de los virus, griegos y romanos sí sabían que los lugares estancados transmitían humores nocivos.
Por José R. Zárate, publicado en Diario Médico el Domingo 06/06/2021
A mediados de mayo un grupo internacional de 40 expertos en la transmisión de patógenos por el aire pedía en la revista Science regulaciones más estrictas para controlar la calidad del aire en los edificios a fin de reducir tanto la contaminación como la propagación de virus perniciosos, como el SARS-CoV-2, y así mejorar el rendimiento y el bienestar.
Abogaban por un cambio de paradigma comparable al que en 1842 propició el Informe Sanitario de Chadwick que llevó al gobierno británico a organizar los suministros de agua potable y los sistemas centralizados de depuración de aguas residuales. “En el siglo XXI necesitamos establecer los cimientos para asegurar que el aire de nuestros edificios esté limpio, tal y como lo está el agua que sale de nuestros grifos”.
Las regulaciones de salud pública han avanzado en el último siglo en el saneamiento, el agua potable y la seguridad alimentaria, si bien muchos países no reúnen aún los estándares mínimos. La constatación de que los virus patógenos se difunden sobre todo por aerosoles en ambientes cerrados puede inaugurar la era del aire limpio, filtrado y desinfectado, que solicitan esos expertos.
“Durante décadas -apunta Lidia Morawska, profesora de la Universidad Tecnológica de Queensland, en Australia-, el enfoque de arquitectos e ingenieros de construcción fue en la comodidad térmica, el control de olores, la calidad percibida del aire, el coste inicial de la inversión, el uso de energía y otros problemas de rendimiento, mientras que el control de las infecciones se ha ignorado”. No se trata solo de ventilar o lavarse las manos: hay que repensar y rediseñar entornos y edificios para que sean más saludables, concluyen.
Flujos de aire y salud pública
La concentración urbana del último siglo, los hacinamientos en transportes, viviendas y lugares de trabajo y de ocio, contrastan con medidas preventivas que desde su ignorancia científica establecieron ya los antiguos griegos y romanos, como explicaba hace poco en The Conversation Barbara Zipser, profesora de Historia de Medicina, Ciencia y Tecnología en el Royal Holloway de la Universidad de Londres.
“Las antiguas sociedades mediterráneas tenían una comprensión desarrollada de la importancia del flujo de aire para la salud pública. Los edificios públicos y ciudades enteras fueron diseñados de forma que minimizaban el aire estancado”. Se basaban en la teoría de los humores: la atmósfera caliente, fría, húmeda y seca se correspondía con los temperamentos colérico, melancólico, sanguíneo y flemático, y con los cuatro elementos básicos de la naturaleza: aire, agua, fuego y tierra.
El arquitecto romano, Marcus Vitruvio Pollio, el famoso Vitruvio, ya describió la importancia del flujo del aire en su obra De Architectura, en la que aconseja construir una ciudad en un punto elevado que sea templado y lejos de pantanos, llenos de mosquitos infectos. Aplicaba los mismos principios a la construcción de teatros, pues ya se intuía entonces que la exposición prolongada al aire caliente y estancado puede causar enfermedades.
Primeros preventivistas
En aquel siglo I a.C. de Vitruvio, los conocimientos médicos estaban dominados por el famoso Corpus Hipocrático, elaborado cuatro siglos antes. Uno de sus textos, De aere, aquis et locis, presenta un análisis detallado del flujo del aire y la humedad y su influencia en los picos estacionales de las enfermedades infecciosas.
Ahí se aconseja al médico que llega a una ciudad a familiarizarse con la geografía y el clima locales, así como con las enfermedades endémicas y estacionales. “A medida que pasa el tiempo y el año, podrá decir qué enfermedades epidémicas atacarán la ciudad en verano o en invierno, así como las propias del individuo que probablemente se produzcan a través del cambio en el modo de vida… A través de estas consideraciones y aprendiendo los tiempos de antemano, tendrá pleno conocimiento de cada caso particular, logrará asegurar la salud y los mayores triunfos en la práctica de su arte… Porque con las estaciones las enfermedades de los hombres, como sus órganos digestivos, sufren cambios”.
Y en De morbis popularibus, Hipócrates describe una enfermedad que se asemeja a las paperas modernas y que aparece en circunstancias climáticas específicas. Hoy, la parotiditis cuenta con una vacuna, pero ya se sabe que su incidencia aumenta a finales del invierno y durante la primavera en climas templados. Sin conocer la existencia de bacterias y virus, aquellos pioneros de la medicina y la arquitectura ya adivinaron que el aire insano y estancado contenía amenazas invisibles para la salud. La covid-19 ha servido para redescubrirlo.
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