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Los hábitos de vida saludables siguen siendo la única vía para prevenir las enfermedades cardiovasculares
Organizaciones y asociaciones de pacientes y cardiólogos han querido manifestarse acerca de las enfermedades cardiovasculares y el riesgo de sufrirlas si no se mantienen hábitos de vida saludables. Con motivo del Día Mundial del Corazón, varios estudios demuestran que las patologías cardiacas serían la causa de problemas renales o que podrían darse con mayor probabilidad en pacientes con psoriasis.
Conmemorando el Día Mundial del Corazón, distintas entidades han querido exponer sus ideas acerca del papel de los hábitos de vida saludables en el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares (ECV). Este tipo de enfermedades constituyen la primera causa de muertepara el conjunto de la población del país, por delante del cáncer, en concreto aquellas relacionadas con el corazón o con los vasos sanguíneos. Entre ellas destacan la enfermedad coronaria, el infarto agudo de miocardio, la insuficiencia cardiaca, el accidente cerebrovascular (ictus) y la enfermedad vascular periférica.
La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) ha sido la encargada de explicar el papel de la alimentación como uno de los principales factores para prevenir patologías cardiacas, junto a la actividad física, el consumo de tabaco, el posible consumo de productos tóxicos y, los menos conocidos, como la herencia genética, la contaminación ambiental o la asistencia sanitaria. Además, estas enfermedades suelen estar asociadas a otras comorbilidades que agravan, provocan o acentúan la patología de procedencia.
Está demostrado que la hiperglucemia, la hipertensión, la dislipemia (alteración de colesterol y triglicéridos), la obesidad y, el propio sedentarismo son algunos de los agentes de riesgo derivados de unos malos hábitos alimenticios. Según Rebeca Reyes, coordinadora del área de Diabetes de la SEEN, “el 80 por ciento de las personas con diabetes fallecen por enfermedad cardiovascular (cardiopatía isquémica, accidentes cerebro-vasculares)”. La experta ha comentado que el hecho de tener diabetes llega a multiplicar hasta por cuatro el riesgo de mortalidad cardiovascular. “La diabetes está asociada a un aumento de las enfermedades cardiovasculares, que continúan siendo un importante factor de morbi-mortalidad. De hecho, hay estudios que equiparan el riesgo de mortalidad de una persona con diabetes tipo 2 sin un infarto, al de una persona que haya tenido un infarto de miocardio pero no presente diabetes”, ha sentenciado Reyes.
Por su parte, Luis Miguel Luengo, miembro del área de Nutrición de la SEEN, ha querido poner de manifiesto el controvertido papel de las grasas a la hora de producir este tipo de transtornos cardiovasculares. “Hace unos años las grasas estaban asociadas a efectos negativos, mientras que actualmente se sabe que su consumo no parece que sea lo que más influya de nuestra alimentación en la salud cardiovascular, siendo más importante el tipo de grasas consumida más que su cantidad“, ha afirmado Luengo al respecto.
Según este experto, a día de hoy se sabe que, por ejemplo, las grasas presentes en los pescados azules y en los frutos secos, que son ácidos grasos poliinsaturados, de la serie omega-3 y omega-6, respectivamente, ayudarían a disminuir el colesterol y los triglicéridos en sangre; así como el aceite de oliva, ya que las grasas predominantes en el mismo son monoinsaturadas, mejorando el perfil de grasas en la sangre. Además, otro elemento que está adquiriendo cada día más relevancia es el consumo de hidratos de carbono de absorción rápida (azúcares) más que el consumo total de carbohidratos.
Por todo esto, dese la SEEN recomiendan “ir un paso por delante” y actuar sobre los factores de riesgo que sí se pueden modificar, a través de una serie de recomendaciones como tener un peso adecuado, ya que en caso de obesidad, reducir el peso repercute en la desaparición o mejora de algunos factores de riesgo como la diabetes o la hipertensión; seguir una dieta saludable, reduciendo al mínimo el azúcar y las grasas animales en la alimentación, siguiendo una dieta mediterránea (rica en frutas, verduras y legumbres), además de moderar el consumo de bebidas alcohólicas.
“Órgano motor”
En el ámbito internacional también ha querido manifestarse la World Heart Federation (WHF) bajo el lema Share the Power, con el propósito de que todos los pacientes tomen conciencia del papel que tiene la salud de su corazón en su bienestar general, haciendo hincapié en que el corazón es el órgano “motor” de nuestro cuerpo. Por ello, han destacado que “cuidemos a nuestro corazón, ya que nadie lo puede hacer por nosotros”.
Asimismo, la WHF ha querido plasmar sus sugerencias para “dar poder a nuestro corazón”, apostando por una dieta saludable y equilibrada; por conocer los niveles de glucosa en sangre, la presión arterial que uno tiene, el índice de masa corporal (IMC) o los cursos locales de reanimación cardiopulmonar (CPR) en caso de ataque cardiaco; hacer ejercicio cinco días a la semana al menos treinta minutos, junto a la necesidad de dejar de fumar cuanto antes para que, en un período de dos años, se reduzca considerablemente el riesgo de enfermedad coronaria.
Problemas renales derivados de ECV
Paralelamente, una investigación, realizado por especialistas del Hospital Universitario Central de Asturias, la Universidad Católica Santa Teresa de Jesús, el Hospital Universitario 12 de Octubre, la Universidad Europea y la Universidad Autónoma de Madrid, el Hospital Reina Sofía de Córdoba y el Hospital Torrecárdenas de Almería, sobre 11.505 personas, ha advertido de que la acumulación de Factores de Riesgo Cardiovascular (FRCV) elevaría exponencialmente la posibilidad de sufrir Enfermedad Renal Crónica (ERC).
El trabajo, bautizado como Estudio Enrica, ha analizado en concreto la relación de la ERC con diez factores de riesgo cardiovascular: edad, hipertensión arterial, obesidad, obesidad abdominal, tabaquismo, LDL colesterol elevado, HDL colesterol disminuido, hipertrigliceridemia, diabetes y sedentarismo. Sus resultados arrojan datos muy esclarecedores, ya que mientras que la prevalencia de la Enfermedad Renal Crónica en sujetos sin factores de riesgo cardiovascular apenas se sitúa en el 4,5 por ciento, esta se elevaría por encima del 52 por ciento en pacientes que presentan entre los ocho y los diez factores de riesgo analizados. Además, se calcula que al menos un 25 por ciento de los pacientes con ECV tienen una ERC relevante, aunque muchos más tendrían una afectación silente, no diagnosticada. Se estima que la ERC afecta al 10 por ciento de la población adulta y a más del 20 por ciento de los mayores de 60 años, una cifra que aumenta hasta el 40 por ciento en aquellas personas afectadas por diabetes.
Inversamente, la ERC está considerada un factor de riesgo predictor de la ECV, independiente de otros factores como la hipertensión arterial, la dislipemia o la obesidad. Igualmente, al alcanzar cierto estadio (concretamente el estadio 3b), dispara el riesgo cardiovascular. A medida que la función renal disminuye, el riesgo de morir por fallos del corazón aumenta, hasta tal punto que la causa habitual de muerte en los pacientes renales son los problemas cardiovasculares más que la insuficiencia renal en sí misma. En concreto, en las personas que están en diálisis, la enfermedad cardiovascular es responsable del 50 por ciento de las muertes, las cuales habrían aumentado un 82 por ciento entre 1990 y 2010 en todo el mundo, una cifra solo superada por el VIH y la diabetes. A pesar de ello, existe un gran desconocimiento de las enfermedades renales por parte de la población y, en particular, de su relación con la enfermedad cardiovascular. Diario Médico 29-09-17
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