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Más formación para mejorar la disfagia
Disfagia: más formación para mejorar en diagnóstico precoz y soluciones para los pacientes
Pese a su incidencia -del 33% entre mayores de 80 años- esta patología no se diagnostica en el 80% de los casos por la poca sensibilización.
Se estima que la disfagia afecta a alrededor del 14% de los mayores de 65 años, un porcentaje que se incrementa hasta el 33% en el caso de los mayores de 80 años.
Adrián Cordellat, publicado en Diario Médico el 28/06/2021
Según datos de la Organización Mundial de Gastroenterología, una de cada diecisiete personas en el mundo va a padecer alguna forma de disfagia durante su vida. En concreto y según los datos existentes, se estima que la disfagia afecta a alrededor del 14% de las personas mayores de 65 años, un porcentaje que se incrementa hasta el 33% en el caso de los mayores de 80 años.
“La disfagia es una enfermedad frecuente, pero en el 80% de los casos no se diagnostica debido a la poca sensibilización y, en muchos casos, a la ausencia de protocolos específicos de actuación. La prevalencia de disfagia alcanza valores de 23% en hospitales de agudos, de un 31% en pacientes en hospitales de larga estancia y de un 65% en ancianos institucionalizados. Si consideramos las demencias, hasta un 84% de los pacientes puede sufrir disfagia”, afirma Mayka Mafé, miembro del Grupo Trabajo de Diabetes, Obesidad y Nutrición de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).
Infradiagnóstico
El infradiagnóstico de la disfagia es un problema de primera magnitud, ya que como explica Avellaneda López, miembro de la Sociedad Andaluza de Medicina Interna (Sademi), la disfagia aumenta el riesgo de aspiraciones “que pueden conllevar desnutrición y deshidratación, infecciones respiratorias, neumonía e, incluso, provocar la muerte del paciente”, por lo que en su opinión “es fundamental el diagnóstico precoz para asegurar una deglución eficaz”.
“Si detectamos de forma precoz la disfagia podremos implantar un plan nutricional específico para evitar estas complicaciones y disminuir de forma drástica la morbimortalidad de los pacientes con disfagia”, añade por su parte Mafé. La médico especialista en medicina interna del Hospital de Larga Estancia La Pedrera (Dénia, Valencia) recuerda en ese sentido que los pacientes con disfagia tienen un riesgo de desnutrición un 85% superior, por lo que la intervención nutricional “es una herramienta fundamental” del tratamiento.
Abordaje nutricional del paciente con disfagia
Para López, el abordaje nutricional de la disfagia pasa en primera instancia por hacer una exhaustiva valoración nutricional del paciente, algo que, lamenta, “muchas veces escapa a las posibilidades de los médicos internistas porque hay un déficit de dietistas-nutricionistas contratados en el sistema público de salud”.
Realizada esa valoración nutricional, Mafé añade la necesidad de llevar a cabo una triple adaptación de la dieta, “teniendo en cuenta, en primer lugar, la textura y volumen óptimo que precisa el paciente; en segunda instancia, sus requerimientos nutricionales y, por último, la necesidad de que esa dieta sea apetecible y con buenas características organolépticas”.
¿Qué papel pueden jugar en ese sentido las soluciones nutricionales? “Pueden desempeñar un papel fundamental en los pacientes para los que esté indicado, ya que van a aportar todas las quilocalorías y proteínas necesarias que no se han podido conseguir a través de la dieta convencional”, responde la portavoz de Sademi.
Mafé, por su parte, diferencia entre tres tipos de preparados nutricionales (“muy interesantes en el ámbito de la nutrición clínica”), cuyo uso dependerá en última instancia de la gravedad con la que se presente la disfagia en cada paciente.
Por un lado, se encontrarían los modificadores de la textura o espesantes, que permiten adaptar la consistencia de los líquidos y alimentos a las necesidades de los pacientes con disfagia y evitar la aparición de aspiración, malnutrición o deshidratación. Por otro, las dietas de alto valor nutricional adaptadas, que son desayunos, comidas, meriendas y cenas con un aspecto de plato “hecho en casa”, pero adaptados en textura, fáciles y rápidos de preparar y seguros microbiológicamente, ya que requieren una mínima manipulación.
“Este tipo de dietas permiten conseguir más fácilmente los requerimientos de nutrientes y energía frente a la dieta convencional en pacientes con baja ingesta o fatigabilidad al comer, pues suelen ser fórmulas de alta densidad nutricional en bajo volumen, que tienen, además, una composición conocida y estable en nutrientes, lo que nos permite saber con exactitud lo que están ingiriendo nuestros pacientes”, explica. Por último, se encontrarían los suplementos nutricionales orales (SNO), que según la portavoz de SEMI han demostrado en diversos estudios “que son capaces de inducir una mejoría del estado nutricional en pacientes en riesgo de desnutrición o desnutridos que no alcanzan los requerimientos nutricionales”.
Tres décadas de mejoría (y desconocimiento)
Según Mafé, a día de hoy sigue existiendo “un gran desconocimiento” por parte de los profesionales sanitarios de este tipo de preparados industriales que pueden jugar un papel esencial en el manejo de la disfagia. “Es necesaria más formación en disfagia y desnutrición para los profesionales sanitarios con el objetivo de detectar y diagnosticar a este perfil de pacientes de forma precoz y poder ofrecer soluciones específicas como las citadas”, reflexiona.
La portavoz de la SEMI recuerda que los preparados nutricionales empezaron a llegar a las unidades de Medicina Interna hace poco más de tres décadas y que han supuesto un avance en el abordaje de la disfagia a la hora de mantener a los pacientes bien nutridos. “Estos productos nos permiten nutrir a nuestros pacientes de una forma segura y eficaz. Además, en los últimos años, a estos preparados espesantes se han incorporado una nueva generación de preparados que presentan una elevada seguridad al ser resistentes a la amilasa salival y presentan una excelente estabilidad de la textura en el tiempo frente a los antiguos espesantes. De esta forma, los pacientes pueden alimentarse e hidratarse de forma segura y eficaz, disminuyendo el riesgo de broncoaspiración, desnutrición y deshidratación”, concluye.
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