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“No está hecho para mí”: motivos para no querer hacer ejercicio
“No está hecho para mí”: motivos para no querer hacer ejercicio
El precio, los horarios, el miedo a hacerlo solo y no tener acceso a instalaciones o material son algunas de las razones para no entrenar
MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ RUANO, publicado en El País el 24 JUN 2024 –
Para una parte de la población ejercitarse no siempre gusta ni es divertido, es común escuchar a personajes famosos y celebridades sufrir durante sus sesiones de ejercicio físico cuando se preparan en sus rutinas diarias: “esto no me gusta”, “no está hecho para mí”, “me canso solo de pensarlo”… Sin embargo, lo realizan por los beneficios que les reporta en su salud (física y mental) y en su actividad profesional. Es cierto que la industria del fitness ha tratado de imponer sus eslóganes como “no pain no gain, make it burn” (sin dolor no hay ganancia, que queme) considerando un espectro físico muy limitado de los participantes, hecho que ha llevado a que en la edad adulta el ejercicio parezca una obligación tortuosa.
En la sociedad actual, los estereotipos sobre la salud y el cuidado del cuerpo están en contraposición con la actividad diaria y los horarios laborales y familiares que condicionan en muchos casos el tiempo útil donde poder ejercitarse. En este contexto, se encuentran personas que son negacionistas de los beneficios del ejercicio físico, los que simplemente rechazan hacerlo, los que tachan de exagerados a los que lo promueven o los que solo ven pegas a todo lo que suene a ejercicio físico. Las razones son variadas, incluso llegando a considerar posibles efectos adversos (no saludables) en el ejercicio físico o autoconvencerse pensando que su práctica no es una píldora mágica que les hará inmortales. Daniel Lieberman en su libro Ejercicio explica el fundamento biológico del ser humano que “nunca ha evolucionado para hacer ejercicio”, ya que supone una actividad voluntaria para la salud, pero que en la sociedad actual puede considerarse “un privilegio para los privilegiados”. Sin embargo, Lieberman justifica que fríamente debemos movernos por el bien de nuestra salud, y tenemos que realizar el ejercicio necesario adecuado a nuestra edad y que nos sea divertido.
Desde las instituciones internacionales se promueve una vida activa. La OMS quiere que la población esté sana evitando aquellas causas que puedan llevar a enfermar. Por ello, sus propuestas siempre son en pro de las personas, y no en su contra, aunque en ocasiones puedan parecer imposiciones. De modo que el ejercicio físico debe integrarse en el tiempo de trabajo y rutinas diarias, al igual que se trata de comer saludable, descansar y dormir lo suficiente, o tener unas rutinas de higiene diaria. Aunque no podemos olvidar que ejercitarse es una decisión personal, el tiempo útil se puede emplear para otras actividades con familia y amigos, en vez de ejercitarse, se podrá ser más feliz aunque se esté menos sano.
Las personas que se ejercitan o han sido activos practicantes de ejercicio físico son más favorables a volver a cambiar sus hábitos de salud, mientras que en las personas sedentarias se encuentran dos tipos de adultos hombres (poco concienciados o indiferentes hacia el ejercicio físico y personas que tienen claro lo que les viene bien y el ejercicio no es algo prioritario) y tres tipos de adultos mujeres: las poco concienciadas que consideran que supone mucho esfuerzo, las que se oponen debido a los riesgos derivados del ejercicio y las que son receptivas a plantearse un cambio en su estilo de vida.
En población de mediana edad los motivos para no ejercitarse se asocian con su autoconcepto físico, el coste-beneficio y las emociones negativas asociadas con el ejercicio. Y hay dos factores clave para realizar ejercicio: un empeoramiento en la percepción de su salud y que el ejercicio se ajuste y sea apropiado para la persona. Para las mujeres adultas puede considerarse difícil de realizar debido a las obligaciones familiares y a pensar que son egoístas si dedican tiempo al ejercicio cuando hay otras tareas que quedarían pendientes dentro del hogar. Asimismo, hay percepciones o sesgos que hacen que las mujeres se planteen que algunas actividades no son adecuadas para ellas debido a los posibles resultados negativos sobre su imagen corporal. Por ello, aunque los beneficios positivos con la práctica de actividad física y ejercicio son claros, para algunas personas que lo realizan debido a motivos de apariencia física como el control del peso, pueden derivar una peor percepción de su cuerpo rechazando el ejercicio.
Las razones internas varían: “Soy demasiado vago para comenzar”, “no soy el prototipo de deportista” o “no he sentido la energía”. Estas se relacionan con la mayor facilidad de seguir sus percepciones que proponer cambios hacia el ejercicio, ya que consideran que nunca les llegará esa motivación intrínseca. Aunque no debemos olvidarnos que hay factores como el precio, los horarios, miedo a ejercitarse solo, no tener acceso a instalaciones o material, no tener una comunicación cercana con los entrenadores y compañeros de actividad, o no ser divertido, que reducen las posibilidades de adherirse al ejercicio físico.
En la adolescencia, las razones para no hacer ejercicio también se relacionan con el control del peso y la imagen corporal, en chicos se ve como una forma de mejorar la salud y su imagen, pero en el caso de las chicas puede derivar a que exista cierto descontento con los perfiles ideales del cuerpo perfecto, siendo en muchas ocasiones una prescripción médica el realizar ejercicio, lo que reduce la motivación por el mismo.
Desde los estudios científicos, uno de los modelos explicativos es el transteórico de Prochaska y DiClemente, el cual establece que hay varias fases para establecer un cambio, la fase pre-contemplativa (no hay una intención de cambio de sus conductas en su futuro deseado), la contemplativa (son conscientes de un problema en sus conductas y consideran la necesidad de cambiar, pero no tienen el compromiso suficiente de hacerlo), la preparación (se trata de tomar iniciativas y acciones en el futuro cercano), la acción lleva a la modificación de sus conductas y el mantenimiento consolida las prácticas beneficiosas. Los estudios sobre la práctica o no del ejercicio físico indican que en la fase pre-contemplativa se defienden las desventajas por encima de las ventajas del ejercicio físico, lo que lleva a no cambiar sus rutinas. Mientras que los practicantes asiduos de ejercicio en la fase de mantenimiento solo indican como desventaja las posibles lesiones que puedan tener en su práctica, siendo mayores los beneficios que les reportan.
En ocasiones los refuerzos externos funcionan, como puede ser el beneficio sobre su salud al ejercitarse. Sin embargo, en ocasiones tienen un efecto en el corto plazo y no refuerzan la motivación intrínseca de las personas, sino que disminuye la misma. En este contexto, los efectos de cambio en la práctica física se han asociado en mayor medida a crear hábitos de ejercitarse con amistades, aumentando su hábito de actividad física y mejorando la autoconfianza, valorando mejor el coste-beneficio del ejercicio.
No podemos dejar de fomentar la actividad física y el ejercicio a toda la población, y por ello desde las instituciones se deben promover programas de ejercicio adaptados a las características físicas, sociales y familiares para que los pros del ejercicio superen a los contras, y se puedan iniciar cambios de conducta sobre su práctica. Ofreciendo propuestas que respondan a las necesidades psicológicas, de gestión del tiempo y de salud, contribuyendo a mejor la autoestima, autopercepción, disfrute y promoción de la salud. Recordemos: algo de movimiento es mejor que nada.
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