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Que no te engañen: «los alimentos naturales» y «la quimiofobia» 2 interesantes artículos de plena actualidad
Que no te engañen en el súper: cómo saber si te timan con los alimentos ‘naturales‘
El concepto se ha tergiversado y buena parte de la culpa la tiene la industria alimentaria. Ante la confusión acerca de cuál es el verdadero significado de ‘natural’, he aquí algunas claves para distinguir qué es lo que estamos comprando
Los que no están muy puestos en el tema de una alimentación sana corren el riesgo de convertirse en una presa fácil para la industria alimentaria. Los reclamos que se utilizan para que inconscientemente se adquieran sus productos, pensando que tienen algo de saludables, son muchísimos y muy variados: ‘healthy’, bajo en calorías, bio, eco, bajo en grasas, ‘light‘, alto contenido en fibra… Una infinidad de ganchos que suenan bien en nuestra mente, pero que en muchos casos no están fundamentados. El que triunfa por encima de todos es el de ‘natural’, que rubrica la parte frontal de infinidad de productos. Resulta sospechoso comprobar cómo el súper de toda la vida ha cambiado su gama de productos ultraprocesados por alimentos naturales, sin, por ejemplo, una subida de precios que nos confirme una diferencia real.
Antes de meternos en la faena, veamos qué dice la RAE sobre el término. Natural: dicho de una cosa que está tal y como se halla en la naturaleza o que no tiene mezcla o elaboración. ¿Queda claro el concepto? Aunque muchos no habíamos consultado el diccionario, en nuestra conciencia sabíamos que por ahí debían ir los tiros y por eso, cuando vemos esta etiqueta, nos lanzamos a comprar el producto sin miramientos, confiando en que lo que nos encontraremos es más sano que su vecino de estante, sin reclamos saludables publicitarios y con un envoltorio simple.
Si un producto tiene más de cinco ingredientes, seguramente sea un alimento ultraprocesado
Pues bien, la fórmula funciona, a juzgar por los resultados de un estudio reciente publicado en la revista estadounidense ‘Consumer Reports’, una organización sin ánimo de lucro dedicada a las pruebas de productos de manera imparcial. El estudio ‘Despegando la etiqueta de natural’ mostró que más de la mitad de los consumidores buscan los alimentos ‘naturales’, a menudo bajo la falsa creencia de que se han producido sin organismos genéticamente modificados, hormonas, pesticidas o ingredientes artificiales. El 62% de los consumidores dijo que generalmente compra alimentos con esta etiqueta, pero casi dos terceras partes creen que significa más que lo que realmente es. Y es que no hay ninguna norma alimentaria que regule la veracidad de dicha palabra; es más, la normativa europea al respecto facilita que la información nutricional que deben ofrecer las marcas esté plagada de truquitos ‘inofensivos’, como bien explicó en Alimente Álvaro Hermida, en su artículo «Lo que las etiquetas ‘light’, ‘bajo en grasas’ o ‘alto contenido en fibra’ significan realmente». «La legislación tiene grandes lagunas. Ahora, las trampas pueden realizarse dentro del marco de la ley», explicaba el bioquímico José Manuel López Nicolás en dicho reportaje, muy recomendable, por cierto, para saber interpretar algunas etiquetas que van de lo que no son.
En seis pasos
Escudriñar etiquetas parece más complicado de lo que en realidad es, al menos a nivel principiante, ya que hay algunos sencillos trucos que te servirán a la hora de tomar una decisión. Hablamos con Carlos Ríos, nutricionista y dietista que lleva medio año reventando las redes sociales con su concepto de ‘comida real’. Con más de 300.000 seguidores (y subiendo) en Instagram en solo seis meses, es consciente de la dificultad que entraña para el ciudadano común entender una etiqueta en su totalidad, por eso nos ofrece una serie de pasos para guiarnos:
- No te fíes de las zonas ‘saludables’ del súper.«Desde hace mucho tiempo, la industria alimentaria ha tergiversado la palabra ‘natural’ para vender alimentos que en realidad son procesados o ultraprocesados. Cuando vas a la zona bio o eco de cualquier gran superficie, te vas a encontrar una serie de productos con ese tipo de reclamo, aunque muchos de ellos son ultraprocesados, como por ejemplo cereales refinados, algunas salsas con aceites vegetales refinados, galletas bio o digestivas (pero que llevan azúcar moreno y harina refinada…) y así un largo etcétera», explica. Cuando uno llega a estas islas, les brinda total confianza, pero ni en los oasis de lo saludable estamos fuera de peligro. «No hay que dejarse engañar por los ganchos que aparecen en la parte frontal de los productos sanos (bajo en azúcares, reduce el colesterol, bajo en grasas, alto contenido en fibra…), sino que hay que ir a la parte posterior, a la etiqueta».
- Siempre mira la lista de ingredientes.Para Ríos, leer etiquetas no es tan sencillo si no se tienen unos conocimientos básicos de alimentación y nutrición saludable, por eso recomienda empezar con unos mínimos. «Los ingredientes están ordenados de mayor a menor cantidad en el producto. Para interpretar dicha cantidad, habría que ir a la lista de nutrientes, identificar el tipo que es y calcular la cantidad que lleva por cada 100 gramos. Pero esto me parece difícil para la población, por eso yo soy más partidario de ir a lo sencillo». Sigue leyendo.
- Más de cinco ingredientes… cuidado.Por lo general, y salvo excepciones, «si un producto tiene más de cinco ingredientes, seguramente sea un alimento ultraprocesado, sobre todo si son aceites y harinas refinadas, azúcares añadidos o derivados, aditivos y sal», afirma. Su consejo es evitar estos cinco ingredientes, sobre todo cuando están juntos. Sugiere que a veces nos podemos encontrar uno, como por ejemplo en el hummus, compuesto en su mayoría por garbanzos, pero elaborado con aceite de girasol (que es refinado), pero no se trata de declarar una guerra a tumba abierta a todos estos ingredientes, sino de utilizar el sentido común: comprender que cuantos menos de estos componentes lleven, mejor, y eliminando por completo, eso sí, los que lleven cinco y, por tanto, sean ultraprocesados.
Sustituir la margarina por el aceite de oliva y el Cola Cao por el cacao puro en polvo son cambios que nos acercan a la comida real
- Apuesta por la comida real.Se trata de desmarcarse de todo tipo de reclamos publicitarios o palabras bien sonantes para hablar de comida real o ‘realfooding’, un movimiento que evita comer ultraprocesados y que ya cuenta con más de 70.000 creyentes entre sus filas. La cosa está cuajando porque huye de procedimientos complejos o recetas insulsas que te puedan hacer desistir. Su mensaje conecta con la gente porque aboga por la comida de siempre, la del mercado de toda la vida, la que no lleva etiquetas, la de las abuelas. Así de sencillo, sin apuntarse a caros cursos de nutrición y sin comer ‘tristemente’ o ‘de manera aburrida’, como dicen muchos escépticos.
Día a día. «El movimiento de comida real no promueve un cuerpo perfecto, simplemente apuesta por una alimentación sana y equilibrada. Entiendo que cualquier cambio de este estilo es aconsejable hacerlo poco a poco: por ejemplo, cambiar la margarina por aceite de oliva virgen extra o por mantequilla, los cereales de desayuno por copos de avena o el Cola Cao por cacao puro en polvo». Son pequeños cambios que poco a poco nos acercan al objetivo de una alimentación basada en comida real. Posiblemente, el rechazo social que perciben las personas que evitan los ultraprocesados sea uno de los mayores retos. «Para facilitar el cambio de estilo de vida, creé el grupo de Facebook de Realfooding, donde la gente resuelve dudas, comparte recetas y puede encontrar el apoyo de las más de 70.000 personas que por ahora se han unido al cambio», afirma con satisfacción. Laura Bolea El Confidencial 09 May 2018
La quimiofobia, la “absurda moda” que indigna a los científicos
“Sin conservantes. Sin aromas artificiales. Sin colorantes artificiales. Ningún bífidus es más natural”. Esta colección de “sines” que acompaña a unos yogures es una de las últimas contribuciones a la quimiofobia que ha indignado a los científicos. Fue hace unos días, a la farmacéutica Gemma del Caño, que mandó un mensaje a la industria desde su blog: “Me dais vergüenza compañeros”, decía, y se preguntaba “en qué momento” había derivado la publicidad al “absurdo fomento del terror hacia los aditivos”.
Otro conocido químico, José Manuel López Nicolás, escribía recientemente una carta abierta desde su blog al cocinero Alberto Chicote tras el anuncio que protagonizó en TV de una cerveza hecha “sólo con ingredientes naturales”. “Sin sulfitos, ni aditivos, ni conservantes, ni ingredientes modificados genéticamente”. El científico apuntaba a que la idea que queda tras el anuncio es que esos compuestos influyen negativamente en la cerveza o que pueden resultar perjudiciales para la salud. “Un disparate sin rigor científico”, aseguraba, lamentando que el cocinero se haya “dejado arrastrar por la absurda moda que muchos llaman quimiofobia”.
“El consumidor tiene que saber que es un miedo que le hemos metido en su cabeza cuando en realidad no existe ningún riesgo”
Esta “absurda moda” de la quimiofobia es un prejuicio, manía o miedo irracional a los productos químicos que la industria ha aprovechado para ganar clientes. “Los champús sin parabenos, los jamones sin fosfatos o los vinos sin sulfitos… Nos venden productos que prometen ser más naturales pero ningún estudio lo ha demostrado de forma concluyente, al contrario, en algunos casos la industria puede encontrar dificultades para sustituir ese ingrediente y el resultado es aún peor”, afirma Fernando Gomollón Bel, químico y comunicador científico.
Del Caño se incluye en la responsabilidad del fenómeno: “Creo firmemente que nosotros (yo trabajo en la Industria) hemos generado esa quimiofobia aprovechando que la población comenzaba a preguntarse qué eran esas E- [conservantes y otros aditivos], vimos tirón… y negocio. El consumidor tiene que saber que es un miedo que le hemos metido en su cabeza cuando en realidad no existe ningún riesgo”.
El negocio del miedo
Esos términos que el consumidor desconocía y le empezaban a interesar han sido bien aprovechados por la industria del gran consumo. “El temor a lo desconocido es el miedo más antiguo e intenso, y deja un negocio muy poderoso”, advierte Daniel Torregrosa, químico y experto en toxicología. Ese miedo se genera cuando alguien lee en el etiquetado de un producto “sin parabenos”, “con betaglucanos de avena” o “enriquecido con fósforo para el cerebro de tu hijo”. “¿Quién va a negarle a su hijo el fósforo para el cerebro? Pues pagas más por el producto aunque la realidad sea que no está aportando nada”, incide el químico y divulgador científico José Miguel Mulet.
«Se libera mucha más acrilamida en un cigarro que en cualquier alimento»
Así, con esos mensajes que se aprovechan del desconocimiento consiguen las empresas convencer a sus clientes. “En el mercado hay ya muchas galletas que llevan fibra. Por eso la empresa que dice que sus galletas llevan betaglucanos de avena – que no son más que fibra – consigue vender más”, afirma Gomollón Bel.
“Detrás de la quimiofobia hay, sobre todo, razones comerciales”, coincide el investigador del CSIC y presidente territorial en Madrid de la Real Sociedad de Química, Bernardo Herradón, “hay un problema serio y es de incultura”. “La química está muy olvidada en el sistema educativo, hay mucho desconocimiento y la industria lo aprovecha de dos maneras, para asustarte o para venderte cosas más caras”, coincide Gomollón.
Natural vs artificial, bueno vs malo
Si nos han hecho creer que lo natural es mejor que lo artificial, es en base a lo que Mulet denomina “la falacia naturalista, responsable de que idealicemos el concepto natural, cuando lo único libre de química es el vacío”. Así, con un cartel que advertía “¡peligro! el agua contiene elevados niveles de hidrógeno” (ver la foto de la cabecera del reportaje) consiguieron las autoridades de un pueblo estadounidense apartar, al menos durante algún tiempo, del agua a los bañistas que solían sumergirse en un río de la ciudad (pese a que la composición del agua son dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno).
“Punset nos vendió hace años un pan de molde 100% natural. ¿Cómo? ¿Crece así de un árbol?”, se pregunta Torregrosa, que piensa lo mismo del “atún en escabeche sólo natural o las galletas infantiles Hero que se anuncian “sin porquerías”.
“Punset nos vendió hace años un pan de molde 100% natural. ¿Cómo? ¿Crece así de un árbol?”
“¿Por qué renegáis de los compuestos que han conseguido que nuestros alimentos sean más seguros, duren más, tengan un sabor, un color, una textura correcta durante toda su vida útil?” imploraba Del Caño en su reciente post. Porque las transformaciones químicas han mejorado estas características de los productos, pero también han hecho posibles los textiles, los productos de higiene, los plásticos o las vacunas. “Hemos conseguido que un supermercado nos venda sal “sin sal”. Cuando lo que está haciendo es sustituir el cloruro de sodio por el de potasio, que no es mejor, sino más bien peor”, afirma Herradón.
Porque ni lo natural es mejor, ni está exento de química. “Las sustancias más tóxicas proceden de la naturaleza, como la toxina botulímica o la estricnina”, añade el investigador del CSIC. También son naturales las setas más venenosas, el arsénico o la cicuta, capaces de matar en pequeñas dosis.
El veneno está en la dosis
Independientemente de todos los aditivos que se puedan quitar a un producto, los científicos apelan a Paracelso, que ya hace cinco siglos aseguró que “el veneno está en la dosis”. Porque el agua nos puede matar, o las manzanas, o las almendras amargas, si tomamos la dosis suficiente. “200 gramos de sal, 118 cafés o unos 50 chupitos de vodka te pueden matar si te los tomas de una sentada”, explica Torregrosa. “Tenemos en casa productos tan tóxicos como el amoniaco, la lejía o el salfumán, pero nos preocupa comer un jamón con una mínima presencia de fosfatos”, indica Gomollón Bel.
El agua, las manzanas o las almendras amargas nos pueden matar, si tomamos la dosis suficiente.
“La industria química es una de las más seguras que hay. Eso se ve, por ejemplo, en que el mayor número de incidentes que se notifican al Instituto Nacional de Toxicología se producen en los domicilios particulares y los fines de semana, por la mala manipulación de los productos, que por supuesto hay que usar con precaución”, explica Herradón, confiado en que los protocolos actuales de la ley son muy seguros.
Una legislación garantista
“La ley alimentaria la rige el principio de la precaución de la precaución”, asegura Mulet, “y en España hay muy pocas intoxicaciones alimentarias y están muy controladas”. En esto insiste también Gomollón, que subraya que si un producto es aprobado para entrar en la UE su seguridad está garantizada. “Los requisitos son verdaderamente exigentes. Las compañías están obligadas a poner los ingredientes de mayor a menor presencia, con una nomenclatura específica estipulada por la Unión Europea”. El catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Alicante, Javier García Martínez, también asegura que la industria se mueve en términos de máxima seguridad. “Se realizan controles dobles o triples y, pese a que el riesgo siempre existe, la legislación es muy estricta”.
“La del aceite de palma ha sido la gran farsa de 2017”
Gomollón recuerda, por ejemplo, el incidente por el que Mercadona tuvo que retirar una gama de cremas en relación a un compuesto que podía resultar cancerígeno. “Se vio que dos compuestos de la crema podían combinarse hasta generar un compuesto cancerígeno… aunque para que esa situación se diera las cremas tenían que calentarse a 300 grados de temperatura”.
Por ello, los científicos coinciden en que la única manera de combatir la quimiofobia es fomentar la cultura científica. “La gente tiene que ser consciente de que la química, con avances como la potabilización del agua o las vacunas y los antibióticos, se ha duplicado en el último siglo. Gracias a la química la gente no pasa hambre, pero necesita estar mejor informada”, subraya García Martínez. “Apelamos a la industria para que aclare la información del etiquetado, pero también al consumidor, que no se crea todo lo que lee… Muchas veces es tan sencillo como darle la vuelta al producto y leer la etiqueta”, insiste Gomollón Bel.
Mulet va incluso más allá y llama a interesarse por el conjunto de la dieta. “Tenemos que tener claro que todo lo que se vende en el supermercado es seguro y a partir de ahí el consumidor tiene que preocuparse menos de si un producto es natural o artificial y más del conjunto de su dieta, que sea sana”. Cristina Castro. El Independiente 6-05-2018
- de ingredientes.Para Ríos, leer etiquetas no es tan sencillo si no se tienen unos conocimientos básicos de alimentación y nutrición saludable, por eso recomienda empezar con unos mínimos. «Los ingredientes están ordenados de mayor a menor cantidad en el producto. Para interpretar dicha cantidad, habría que ir a la lista de nutrientes, identificar el tipo que es y calcular la cantidad que lleva por cada 100 gramos. Pero esto me parece difícil para la población, por eso yo soy más partidario de ir a lo sencillo». Sigue leyendo.
- Más de cinco ingredientes… cuidado.Por lo general, y salvo excepciones, «si un producto tiene más de cinco ingredientes, seguramente sea un alimento ultraprocesado, sobre todo si son aceites y harinas refinadas, azúcares añadidos o derivados, aditivos y sal», afirma. Su consejo es evitar estos cinco ingredientes, sobre todo cuando están juntos. Sugiere que a veces nos podemos encontrar uno, como por ejemplo en el hummus, compuesto en su mayoría por garbanzos, pero elaborado con aceite de girasol (que es refinado), pero no se trata de declarar una guerra a tumba abierta a todos estos ingredientes, sino de utilizar el sentido común: comprender que cuantos menos de estos componentes lleven, mejor, y eliminando por completo, eso sí, los que lleven cinco y, por tanto, sean ultraprocesados.
Sustituir la margarina por el aceite de oliva y el Cola Cao por el cacao puro en polvo son cambios que nos acercan a la comida real
- Apuesta por la comida real.Se trata de desmarcarse de todo tipo de reclamos publicitarios o palabras bien sonantes para hablar de comida real o ‘realfooding’, un movimiento que evita comer ultraprocesados y que ya cuenta con más de 70.000 creyentes entre sus filas. La cosa está cuajando porque huye de procedimientos complejos o recetas insulsas que te puedan hacer desistir. Su mensaje conecta con la gente porque aboga por la comida de siempre, la del mercado de toda la vida, la que no lleva etiquetas, la de las abuelas. Así de sencillo, sin apuntarse a caros cursos de nutrición y sin comer ‘tristemente’ o ‘de manera aburrida’, como dicen muchos escépticos.
Día a día. «El movimiento de comida real no promueve un cuerpo perfecto, simplemente apuesta por una alimentación sana y equilibrada. Entiendo que cualquier cambio de este estilo es aconsejable hacerlo poco a poco: por ejemplo, cambiar la margarina por aceite de oliva virgen extra o por mantequilla, los cereales de desayuno por copos de avena o el Cola Cao por cacao puro en polvo». Son pequeños cambios que poco a poco nos acercan al objetivo de una alimentación basada en comida real. Posiblemente, el rechazo social que perciben las personas que evitan los ultraprocesados sea uno de los mayores retos. «Para facilitar el cambio de estilo de vida, creé el grupo de Facebook de Realfooding, donde la gente resuelve dudas, comparte recetas y puede encontrar el apoyo de las más de 70.000 personas que por ahora se han unido al cambio», afirma con satisfacción. Laura Bolea El Confidencial 09 May 2018
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