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Obesidad, factor de riesgo
Obesidad infantil, factor de riesgo para 4 de los 5 nuevos subtipos propuestos de diabetes del adulto
Parece aumentar las posibilidades para prácticamente todos los tipos de diabetes en adultos, lo que recalca la necesidad de prevenir la obesidad en niños.
Las cifras de obesidad infantil aumentan, sobre todo en países desarrollados.
Raquel Serrano. Diario Médico, Mar, 28/02/2023
Que el exceso de peso corporal -sobrepeso u obesidad- entre los más jóvenes es un hecho constatado, que en los últimos años se registra una tendencia al alza de las tasas en este grupo de población y que cada vez es más numerosa la evidencia científica que avala más riesgo de complicaciones en la salud, tanto de de forma inmediata como a largo plazo, es un hecho indiscutible.
Se calcula que 58 millones de niños y adolescentes presentan obesidad en el mundo y se espera que esta cifra aumente hasta los 254 millones en 2030, según el Atlas mundial sobre obesidad infantil, publicado por la Federación Mundial de Obesidad.
En España, y según datos del estudio Aladino (Estudio de Alimentación, Actividad física, Desarrollo Infantil y Obesidad en España) de 2109 , el 23,3 % de los escolares, entre 6 y 9 años, tienen sobrepeso y un 17,3 % tienen obesidad, una prevalencia que sigue siendo elevada.
Los hábitos de alimentación, la falta de actividad física, el bajo consumo de frutas y hortalizas y el sedentarismo siguen siendo los principales factores que contribuyen a su desarrollo.
Las complicaciones que esta enfermedad silenciosa y pandémica entre la población más joven puede suponer en la edad adulta sigue siendo también objeto de las advertencias de numerosas investigaciones.
Una de las más recientes, publicada en Diabetology -órgano de difusión de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD)– constituye el primer estudio que muestra que la obesidad infantil está asociada con un mayor riesgo de 4 de los 5 subtipos propuestos recientemente de diabetes del adulto, según señala su autora, Yuxia Wei, del Instituto de Medicina Ambiental, del Instituto Karolinska, en Estocolmo, Suecia.
Los nuevos subtipos
En 2018, un innovador estudio publicado en The Lancet Diabetes & Endocrinology identificó 5 nuevos subtipos de diabetes del adulto: diabetes autoinmune severa (SAID, en la que se incluye la diabetes tipo 1 y la diabetes autoinmune latente en adultos, conocida como LADA) y 4 subtipos de diabetes tipo 2: diabetes grave por deficiencia de insulina (SIDD), diabetes severa resistente a la insulina (SIRD), diabetes leve relacionada con la obesidad (MOD) y diabetes leve relacionada con la edad (MARD).
Actualmente se clasifican colectivamente como diabetes tipo 2. Estos subtipos de diabetes difieren en sus características clínicas, complicaciones y antecedentes genéticos y no está claro si también difieren en los factores de riesgo modificables.
El nuevo trabajo relata que la prevalencia de la obesidad infantil está aumentando en todo el mundo. La adiposidad infantil se ha relacionado con varias enfermedades crónicas, incluida la diabetes tipo 1 en niños y la tipo 2. Sin embargo, nunca se ha investigado en relación con los subtipos de diabetes del adulto recientemente propuestos.
Así, el equipo sueco de Wei analizó los efectos del índice de masa corporal (IMC) en la infancia sobre el riesgo de aparición de diferentes subtipos de diabetes en adultos. Para ello, se sirvieron de una técnica estadística, la aleatorización mendeliana (MR), en la que la información genética se utiliza para estudiar el vínculo entre un factor de riesgo ambiental y una enfermedad, al tiempo que se tiene en cuenta la influencia de otros factores de riesgo.
Los autores utilizaron datos del Biobanco del Reino Unido para su estudio. Extrajeron estadísticas resumidas sobre el IMC infantil de un estudio de asociación de todo el genoma de 453.169 participantes europeos que informaron sobre el IMC (más delgado, más o menos promedio y más grueso/más grande) a la edad de 10 años, según la información obtenida del citado biobanco. El estudio también incorporó más de 200 mutaciones genéticas como indicadores IMC y las vinculó con LADA (en 267 casos) y otros tipos de diabetes (en 275 casos).
Edad adulta
Los resultados mostraron niveles más altos de adiposidad infantil -los niños que se perciben a sí mismos como más gruesos/más grandes que otros niños en comparación con los niños que se perciben a sí mismos como de tamaño corporal promedio- , relacionándose con un riesgo 62% mayor de diabetes autoinmune latente en adultos (LADA), una duplicación del riesgo de diabetes grave por deficiencia de insulina (SIDD), casi triplicando el riesgo de diabetes severa resistente a la insulina (SIRD), y un riesgo 7 veces mayor de diabetes leve relacionada con la obesidad (MOD).
El único subtipo de diabetes que no mostró asociación con la obesidad infantil fue la diabetes leve relacionada con la edad (MARD).
Estudios previos de estas características han encontrado que el tamaño corporal infantil o IMC está relacionado con una duplicación del riesgo tanto de diabetes tipo 1, con una edad promedio de diagnóstico de 16 años, como de diabetes tipo 2. «Ampliamos estos hallazgos al demostrar que la adiposidad infantil es un factor de riesgo para 4 de los 5 subtipos de diabetes propuestos recientemente», indican los autores.
Según Wei, la información revela mecanismos potencialmente diferentes que vinculan la adiposidad infantil con diferentes subtipos de diabetes. «Se espera el vínculo entre IMC y SIRD o MOD, dados los efectos adversos de la adiposidad sobre la sensibilidad a la insulina. Curiosamente, los niños con niveles más altos de adiposidad también tenían riesgos más altos de LADA y SIDD, los cuales se caracterizan por deficiencia de insulina».
Factor independiente
Este fenómeno, según el estudio, podría explicarse por el hecho de que la alteración de la secreción de insulina se ve afectada conjuntamente por el exceso de grasa alrededor del páncreas y la resistencia insulínica».
A modo de conclusión el trabajo recalca, por tanto, que la obesidad infantil puede considerarse un factor de riesgo para 4 de los 5 nuevos subtipos propuestos de diabetes del adulto, independientemente de si se clasifican como caracterizados principalmente por autoinmunidad, deficiencia de insulina, resistencia a la insulina u obesidad.
«La obesidad infantil parece ser un factor de riesgo para prácticamente todos los tipos de diabetes en adultos, excepto para la diabetes leve relacionada con la edad. Esto enfatiza la importancia de prevenir la obesidad en los niños», subraya Wei.
No es obesidad; son obesidades que precisan medicina personalizada y de precisión
Los nuevos abordajes en el tratamiento de esta enfermedad crónica apuntan a estrategias individuales como clave del éxito.
Por Raquel Serrano. Madrid, Publicado en Diario Médico el Sáb, 04/03/2023 –
La obesidad es uno de los grandes problemas de salud pública a la que se enfrentan, desde hace años, la mayor parte de los países desarrollados. Su prevalencia aumenta silenciosamente año tras año no sólo entre adultos sino también entre la población infantil y adolescente. Su abordaje no puede contemplarse exclusivamente por sus repercusiones estéticas. Va más allá, ya que sobrepeso y obesidad están directamente relacionadas con el origen o mal pronóstico de otras patologías, que como las cardiovasculares, por ejemplo, llegan a comprometer la vida de los afectados y, en el ‘mejor de los casos’, contribuir a una mala calidad del quehacer del día a día.
La obesidad es, por definición, una enfermedad crónica, compleja y recidivante. El criterio diagnóstico, según indica la OMS, se lleva a cabo mediante el Índice de Masa Corporal o IMC (relación entre el peso corporal y la talla de una persona). Para diagnosticar obesidad, el IMC debe ser igual o superior a 30 Kg/m2; este es el primer punto de corte. El sobrepeso se establece cuando el IMC es igual o superior a 25 Kg/m2.
Sin embargo, y aunque el IMC es muy útil y muy práctico para el diagnóstico, se sabe – según estudios composición corporal- que en muchas ocasiones el IMC no llega a esos valores de punto de corte, pero por el exceso de grasa corporal o adiposidad «ya tendríamos que estar hablando de obesidad. Y partir de aquí se llega a otra definición de obesidad, más ajustada a la realidad y considerada más precisa por los profesionales implicados en su abordaje, que es la de exceso de adiposidad disfuncional. Teniendo en cuenta que estamos en la era de la medicina personalizada y de precisión, tal vez deberíamos empezar otro tipo de técnicas para llevar a cabo diagnósticos más precisos y empezar a hablar no de obesidad sino de obesidades, discerniendo entre fenotipos de cada persona», indica a DM Gema Frühbeck, codirectora del Área de Obesidad de la Clínica Universidad de Navarra (CUN) e investigadora del CiberOBN.
Esta especialista ha coordinado a un grupo de profesionales internacionales que ha revisado la bibliografía científica más relevante sobre todas las alternativas terapéuticas para tratar la obesidad y cuyos datos publica The Lancet, en su sección Therapeutics.
Variabilidad en la respuesta
En este trabajo, se ha analizado la variabilidad en la respuesta que se observa en los pacientes ante un mismo tratamiento, por lo que «la conclusión general del trabajo apunta hacia la medicina personalizada como tratamiento de éxito. No todas las obesidades son iguales ni todos los pacientes se benefician del mismo abordaje terapéutico», asegura la especialista.
Utilizando los criterios del IMC, más conservadores, se considera que casi el 60% de la población mundial sufre sobrepeso (dos de cada tres personas), mientras una de cada cuatro personas padece obesidad. En España, de hecho, la prevalencia de obesidad en adultos se encuentra en un 21%, lo que supone que uno de cada cinco tienen ya un problema de obesidad.
La situación en adolescentes y niños no es muy distinta, con las complicaciones a largo plazo que ello conlleva. Entre el 80-90% de los niños o adolescentes obesos pueden seguir siéndolo en la edad adulta, situación a la que se añade la asociación de múltiples enfermedades como la diabetes, metabólicas, cardiovasculares, respiratorias, renales e incluso las de tipo mecánico.
«Las repercusiones son evidentes», considera Frühbeck quien subraya que estas cifras constatan que la enfermedad es una de las cuestiones de salud pública más acuciantes de nuestra época. «Es la puerta de entrada para este tipo de enfermedades e incluso para el cáncer, puesto que ya se ha establecido una asociación directa entre exceso de adiposidad y desarrollo de cáncer».
A su juicio, lo esencial es que, a pesar de este enorme problema, actualmente disponemos de tratamientos efectivos y, además, surgen nuevas opciones, por lo que es necesario analizar cuáles son las más eficientes para cada paciente. «Existen terapias eficaces para combatir la obesidad. La revisión que se ha llevado a cabo en The Lancet, que contempla todo el abanico de posibilidades terapéuticas, se justifica porque además de ser eficaces son seguros. Tuvimos alguna ‘historia negra’ con ciertos fármacos que han sido, lógicamente, retirados. Pero, ahora estamos en un contexto completamente distinto».
Conocer la neurobiología compleja
En este sentido, Carolina Perdomo, especialista del Área de Obesidad de la Clínica Universidad de Navarra y co-autora del estudio, pone de relieve el hecho diferenciador que conduce al éxito: que «el paciente sea tratado por un equipo multidisciplinar porque es posible abordar todas las complicaciones asociadas, teniendo en cuenta que la obesidad es una enfermedad multifactorial que requiere además un estudio íntegro del paciente. Es muy probable que cada área de su vida afecte a su comportamiento y a su relación con la comida», idea que comparte Frühbeck y que se basa en cambiar la perspectiva drásticamente para que el tratamiento no fracase. «El primer escalón es no culpar al paciente con obesidad. Es una equivocación porque es necesario conocer la realidad de la neurobiología compleja que tiene el control del peso corporal».
En ese punto, la especialista considera esencial -y en ello se centran algunas de las líneas de investigación en este campo- la importancia de disponer de biomarcadores para predecir qué pacientes con obesidad se beneficiarían, y en mayor medida, de unos abordajes con respecto a otros.
«Este punto, muy importante, es el que los que trabajamos en investigación intentamos discernir. De hecho, en el estudio en The Lancet señalamos que existen una gran variabilidad interindividual en la respuesta a todo tipo de tratamiento, ya sea dieta, fármacos e incluso al efecto de la cirugía bariátrica».
No obstante, el estudio también señala que a diferencia del tratamiento convencional -basado fundamentalmente en cambios de estilo de vida respecto a dieta y de ejercicio-, la cirugía bariátrica y los fármacos anti-obesidad son los tratamientos más efectivos, pues impulsan el progreso de la pérdida de peso y la mejora de los síntomas de sus enfermedades asociadas.
Este resultado, según Frühbeck, «se produce porque tanto la cirugía como los más recientes fármacos anti-obesidad inducen el aumento de GLP-1, una hormona que se libera en el intestino como respuesta a determinados nutrientes y tiene un efecto directo en el hipotálamo, de manera que aumenta la saciedad y disminuye la ingesta».
Estas moléculas están consiguiendo también mejorías muy importantes en la mayor parte de los pacientes, pero todavía, y por desgracia, no tenemos la clave para identificar qué pacientes se van a beneficiar en mayor grado de un determinado abordaje», a pesar de que diferentes equipos, incluido el de la CUN que trabaja en sendos proyectos –uno europeo y otro nacional sobre medicina de precisión-, se dirigen hacia ese ámbito.
La identificación y aplicación clínica de este tipo de predictores constituiría, por tanto, una auténtica medicina de precisión para la obesidad, hecho que, según la especialista, conduciría a la consolidación de un giro en ciertos conceptos, tal y como planteó cuando fue responsable de la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad.
«No deberíamos estar hablando de obesidad sino de obesidades. Estamos empezando a discernir pequeños fenotipos a través de los que se pueden conocer, de forma precisa y detallada, cuáles son las características de los pacientes individuales. Ese fenotipaje también incluiría aspectos psicológicos, por supuesto, y económico-sociales. Cuando se instala un tratamiento es necesario conocer cuáles son las costumbres, los obstáculos a los que se enfrenta una persona para realizar un tratamiento satisfactoriamente y, por supuesto, adaptarlos».
El trabajo, por último, también plantea la necesidad de estudios complementarios que contrasten los efectos de los fármacos de nueva generación más efectivos que existen actualmente con los de las técnicas endoscópicas y quirúrgicas. Así, Perdomo, también investigadora del CiberOBN, explica que este puede ser un «buen punto de partida para estudios adicionales que investiguen estas estrategias de tratamiento específicas combinadas y la personalización del tratamiento de acuerdo a las características específicas de cada paciente».
Necesidades no resueltas
Siendo la obesidad una enfermedad compleja, con las repercusiones que tiene para la salud y con los enormes gastos -directos e indirectos- que acarrea, Frühbeck no entiende que sea una patología para la que los fármacos terapéuticos no estén financiados por el Sistema Nacional de Salud.
«Al estigma con el que viven los pacientes obesos se suma el agravante de que si eres un paciente con obesidad y diabetes, la financiación farmacológica está asegurada. Pero ese mismo fármaco, que es igualmente útil, no está financiado cuando la persona sólo presentan obesidad. En estos momentos, hemos llegado a un punto en el que disponemos de herramientas eficaces para nuestros pacientes, pero deben ser financiadas porque suelen ser tratamientos crónicos. Las sociedades científicas y los profesionales estamos intentando concienciar a nuestros políticos de esta necesidad porque a largo plazo, y por el coste que supone el abordaje de la obesidad en su conjunto, sería beneficioso para los sistemas sanitarios».
Los mensajes de esta profesional en el Día Mundial de la Obesidad también contemplan en que no se puede culpar a las personas con obesidad; esta enfermedad debe contemplarse como un «reto social para todos. Es esencial, además, buscar ayuda profesional implicada antes incluso de que se instale la obesidad y dotar a los pacientes de herramientas eficaces que permitan perder peso de una manera saludable y no de cualquier forma».
Sabe, por su dilatada experiencia, que es un proceso largo, complejo que requiere paciencia por parte del paciente para mejorar su calidad de vida e implicación por parte de los profesionales para escuchar, analizar, apoyar y acompañar durante todo el tratamiento».
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