.Obesidad y sobrepeso
Obesidad infantil: el abordaje efectivo pasa por un enfoque personalizado
Obesidad infantil: el abordaje efectivo pasa por un enfoque personalizado
Es una patología compleja cuya terapia plantea muchas dificultades. El diagnóstico precoz de los factores de riesgo puede prevenir su aparición o mitigar sus efectos a largo plazo.
Por María R.Lagoa publicado en Diario Médico Jue, 28/11/2024 – 15:46
La obesidad es una enfermedad crónica y que obedece a muchas causas, algunas de ellas que no dependen del paciente. Este es el mensaje que se ha repetido desde la primera jornada del X Congreso Nacional de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) que se celebra estos días en Santiago de Compostela y que se enfatiza cuando son los expertos en obesidad infantil quienes hablan.
«Aparte de la gran cantidad de problemas que produce a corto y largo plazo, es una enfermedad muy difícil de tratar», ha subrayado Julio Álvarez Pitti, coordinador del Grupo de Obesidad Infantil y en Adolescentes de la SEEDO, investigador del CiberOBN y especialista del Servicio de Pediatría del Hospital General de Valencia.
«La obesidad infantil es una enfermedad multifactorial; está influenciada por factores genéticos, ambientales, conductuales y sociales. Reconocer esta complejidad es clave para desarrollar tratamientos personalizados y efectivos», ha añadido en la misma línea Mercedes Rivera Cuello, pediatra de la Unidad de Endocrinología Infantil del Hospital Regional Universitario de Málaga.
Según ha explicado Álvarez Pitti, entre un 30% y 40% de la tendencia a ganar peso viene determinada por la genética. No por una única mutación genética (las obesidades monogénicas son alrededor del 3%), sino por múltiples variables genéticas, que hacen que algunos niños y adolescentes tiendan a ganar más peso que otros. También están involucradas las modificaciones epigenéticas, que pueden producirse por el impacto del ambiente y que además pueden heredarse.
Causas modificables y parcialmente modificables
Por otra parte, están las causas que son modificables, como la alimentación, la actividad física, el uso de pantallas o la higiene del sueño. Y las que son parcialmente modificables, como las de índole psicológica, el urbanismo o los trastornos del comportamiento.
«Además, cada una de estas causas puede influir en las otras: un niño con exceso de peso, que es sometido a bullying escolar, incrementa su ansiedad y termina desarrollando un trastorno del comportamiento alimentario», ha destacado el responsable del Grupo de Trabajo de Obesidad infantil de la SEEDO.
Esta premisa conduce a la conclusión de que no hay un tratamiento válido para todos: «Hay que individualizar, estudiar bien las condiciones socioeconómicas, las motivaciones, el entorno familiar, los hábitos de la familia y del paciente, el grado de obesidad y la comorbilidad. Y con todo esto hay que diseñar una intervención personalizada”.
Rivera ha explicado que en la medicina personalizada se utiliza información individual de cada paciente (entorno, estilos de vida, genética…) para adaptar el diagnóstico, el tratamiento y la prevención de secuelas o comorbilidades derivadas de su enfermedad. Esta estrategia desemboca en un abordaje más efectivo: «Nos permite diseñar planes de tratamiento que se adapten a las características genéticas, metabólicas y comportamentales individuales de cada paciente, mejorando la precisión y la eficacia de las intervenciones».
Rivera recomienda caracterizar bien a los pacientes y comenzar por el factor predominante: «Por ejemplo, si en una familia se detecta un riesgo de sarcopenia importante y el niño no hace ejercicio y no tiene una buena capacidad muscular, habrá que empezar por rehabilitación y después vendrá el ejercicio físico. Si hay una ingesta emocional, habrá que empezar por la psicología».
El peso de los factores de riesgo y la terapia multidisciplinar
Asimismo, el diagnóstico precoz de los factores de riesgo mediante esa evaluación genética, metabólica y comportamental, da lugar a intervenciones tempranas con potencial para prevenir la aparición de la obesidad o mitigar las consecuencias a largo plazo. La obesidad de la madre durante el embarazo, la diabetes gestacional, un ambiente familiar obesogénico o que el niño haya sido prematuro o nacido demasiado pequeño para la edad gestacional son factores que se pueden identificar para intervenir cuanto antes.
El tratamiento ha de ser también multidisciplinar, según ambos expertos. No sólo requiere atención médica, sino también nutricional, psicológica y educativa. Inicialmente, siempre debe ser no farmacológica e involucrar a toda la familia, sobre todo en niños por debajo de 13 años. El objetivo es promover hábitos saludables, conminando a toda la familia a consumir alimentos saludables y desechar los que no lo son, así como promover la integración de la actividad física en el día a día: «En lugar de utilizar el ascensor, subir por las escaleras, o ir andando al colegio y no en coche. Hay que concienciar a la familia de que los niños deben hacer diariamente 60 minutos de actividad física moderada-intensa», ha comentado Pitti.
Actualmente, en aquellos casos en las que esta estrategia fracasa, existen dos opciones farmacológicas para mayores de 12 años, que son los agonistas del receptor del péptido de tipo 1 similar al glucagón (GLP-1), concretamente la liraglutida y la semaglutida. La eficacia y los efectos secundarios son los mismos que en adultos y, si con los fármacos el niño no baja un 5% en un mes, se retiran. En cualquier caso, es un tratamiento que debe acompañarse siempre con intervenciones no farmacológicas.
En este punto, el coordinador del Grupo de Obesidad Infantil insta a las autoridades sanitarias a considerar la obesidad en niños y adolescentes como lo que es: una enfermedad crónica. Por tanto, demanda que se financien estos fármacos que han demostrado ser útiles en muchos casos: «Hay que pensar que tienen un coste para las familias de unos 300 euros/mes, lo que hace que muchas de ellas no se puedan permitir el tratamiento, aunque esté indicado y el especialista lo prescriba».
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