.Actividad Física
Por qué el pie de atleta afecta más a los deportistas
Un calzado que no transpira bien favorece la aparición del pie de atleta.
La denominación de algunas enfermedades lleva a equívocos, pero ese no es el caso del pie de atleta, que es aproximadamente dos veces más frecuente en deportistas. Sin embargo, esto no significa que sea una afección exclusiva de quienes realizan actividad física; en realidad, es la infección por hongos más común y se calcula que hasta 8 de cada 10 personas se verán afectadas alguna vez en su vida por ella.
Esta infección fúngica, también llamada tiña pedis, tiña del pie o tiña podal, puede afectar a los pliegues entre los dedos, la planta y los laterales del pie. Sus síntomas más característicos son el mal olor, enrojecimiento, picor, escozor, ardor, descamación y, en algunos casos, la aparición de unas pequeñas vesículas y ampollas que, tal y como advierte Mildred Sánchez, dermatóloga del Instituto de Dermatología Integral, “nunca deben explotarse”.
La experta explica el motivo por el que afecta más a las personas que practican deporte: “Se debe a que los hongos que provocan esta patología tienen un caldo de cultivo ideal en ambientes húmedos y cálidos, como pueden ser el calzado y los calcetines de las personas que realizan deporte. Al igual que lo son las duchas, saunas y piscinas”.
Perfil de los afectados
Rosa Taberner, dermatóloga del Hospital Son Llàtzer (Palma de Mallorca) y editora del blog Dermapixel, señala que son muchos los estudios realizados sobre la relación entre la práctica deportiva y el pie de atleta. Uno de ellos, “sobre corredores de larga distancia, nadadores, jugadores de waterpolo, fútbol y baloncesto, demostró una prevalencia dos veces mayor en comparación con los no deportistas (43,2 por ciento frente a 23,3 por ciento).
El sudor, las zapatillas que impiden la transpiración en los corredores o la humedad constante en deportes como el waterpolo son factores que propician esta infección. “El perfil típico podría ser el de una persona que camina descalza por zonas donde hay humedad y que pasa mucho tiempo con los pies húmedos de sudor”, resume Taberner.
La infección se da sobre todo en en individuos entre 20 y 59 años -siendo rara en niños menores de 10 años- y es hasta cuatro veces más frecuente en hombres que en mujeres.
Pero no hay que olvidar que también puede afectar a otros segmentos poblacionales, en los que esta infección puede presentar una mayor gravedad. Las personas con un sistema inmunitario deficiente tienen un riesgo más alto de contraer la enfermedad, así como quienes sufren diabetes, ya que tienen más tendencia a desarrollar pequeñas heridas en los pies que pueden convertirse en un foco de entrada de hongos oportunistas.
El pie de atleta está causado por hongos de la familia de los dermatofitos que, según Taberner, “son uno de los tipos de hongos que con más frecuencia afectan a los humanos”. Sánchez explica se caracterizan “porque se nutren de la queratina de la piel” y hay cuatro especies que son especialmente infecciosas: Trichophyton rubrum (el más común de todos), Trichophyton interdigitale, Trichophyton mentagrophytes y Epidermophyton floccosum.
Cómo prevenir la infección
El pie de atleta se transmite con mucha facilidad por contacto directo con los hongos dermatofitos. Entre las principales medidas preventivas para evitar el contagio se encuentran las siguientes:
- Utilizar siempre chanclas en baños, duchas, saunas y piscinas de uso común.
- Secarse adecuadamente los pies, incidiendo especialmente entre los dedos.
- Utiliza tu propia toalla para secarte y déjala que se seque antes de guardarla.
- Cámbiate de calcetines varias veces al día si sudas mucho o practicas deporte.
- Nunca guardes el calzado estando húmedo.
- Utiliza calzado hecho con materiales naturales y que permitan la transpiración.
Mejor tratar que lamentar
El hecho de que generalmente no sea una infección grave no debe llevar a posponer el tratamiento del pie de atleta. “Normalmente, es difícil que se cure solo, aunque su sintomatología sea poco relevante”, afirma Taberner. “Mucha gente no le da importancia, pero es mejor tratarlo porque, aparte de las molestias que ocasiona y el riesgo de contagio, si no se elimina tiene el potencial de actuar como puerta de entrada de otros gérmenes, sobre todo bacterias”.
La terapia se basa en el empleo de antifúngicos (también llamados antimicóticos), en crema o en forma de talco. “Es recomendable seguir el tratamiento hasta dos semanas después de que hayan desaparecido los síntomas para evitar que haya una recidiva. También debe ser aplicado en ambos pies aunque sólo en uno de ellos presente infección”, resalta Sánchez.
En los casos más graves y que no respondan al tratamiento tópico puede indicarse el uso de antifúngicos orales y, si se constata que hay una infección bacteriana asociada, puede ser necesario el uso de antibióticos por vía oral. María Sánchez-Monge. Cuidate Plus. 01 de Julio de 2019
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