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¿Por qué se está desacelerando el aumento de la esperanza de vida?
¿Por qué se está desacelerando el aumento de la esperanza de vida?
Un estudio realizado en los países con mayor esperanza de vida (España incluida) concluye que el aumento de este indicador ha pisado el freno.
Pilar Pérez, Diario Médico 07/10/2024 – 17:58
Vivir cien años. ¿Qué posibilidades tiene un niño que nace hoy en cumplir el siglo? Pocas y cada vez menos, según un análisis que publica hoy un grupo de investigadores estadounidenses. “Si la mayoría de las personas planean vivir hasta los 100 años, tal vez quieran repensar su planificación, ya que es probable que esto suceda solo en un pequeño segmento de la población”, afirma S. Jay Olshansky, profesor de Epidemiología y Bioestadística de la Universidad de Illinois de Chicago, y comenta el cambio de paradigma con el que muchos conviven.
Para que esto suceda Olshansky explica que “se requeriría mejoras aceleradas en la expectativa de vida, y en realidad está ocurriendo el fenómeno exactamente opuesto”. Y esto es así en todo el planeta. “Los países más ricos tienen la oportunidad de experimentar mejores tasas de incrementos”, apunta. Al tiempo, matiza que no se trata de nada nuevo, puesto que “ha sido así durante las últimas tres décadas, y los datos observados demuestran que incluso en estos países, la tasa se ha desacelerado. No hay forma de manipular las tendencias pasadas en la mortalidad para favorecer grandes aumentos en la expectativa de vida en el futuro. La evidencia es clarísima”.
El trabajo de análisis de datos que ha realizado el equipo de Olshansky publicado en Nature Aging, concluye que el aumento de la esperanza de vida humana habría pisado el freno. Para ello han estudiado los datos de mortalidad de las nueve regiones con las mayores expectativas de vida actuales (entre ellas, Hong Kong, Japón, Corea del Sur, Australia, Francia, Italia, Suiza, Suecia y España) para compararlos con los de Estados Unidos entre 1990 y 2019. Los autores sugieren que los resultados tienen implicaciones importantes para las políticas sociales, sanitarias y económicas.
Llegando al límite
Durante el siglo XX, las mejoras en la salud pública y la medicina llevaron a aumentos de la esperanza de vida humana de alrededor de tres años por década en las poblaciones longevas. Sin embargo, predecir cómo evolucionará la esperanza de vida durante este siglo ha sido un tema de debate. Algunas predicciones de la década de 1990 sugerían que las poblaciones longevas se estaban acercando a un límite superior de la esperanza de vida, pero otras predijeron que la mayoría de los niños nacidos en el siglo XXI vivirían hasta los 100 años o más.
Las tasas de aumento acelerado de la esperanza de vida observadas en el siglo XX se han desacelerado, especialmente después de 2010. Los niños nacidos en los últimos años tienen una probabilidad relativamente baja de llegar a los 100 años (5,3% de probabilidad para las mujeres y 1,8 % de probabilidad para los hombres). La mayor probabilidad específica por país de que los niños nacidos en 2019 sobrevivan hasta los 100 años se produjo en Hong Kong, donde se espera que el 12,8 % de las mujeres y el 4,4 % de los hombres alcancen los 100 años a lo largo de su vida. La cifra en nuestro país oscila de media, entre hombre y mujeres, en un 3,2%. En Estados Unidos, el porcentaje de cohortes de nacimientos en 2019 que se espera que vivan hasta los 100 años es del 3,1% de mujeres y del 1,3% de hombres.
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Sobre las cuestiones que llevan a esta desaceleración, Olshansky explica que el factor principal es que “el proceso biológico del envejecimiento se ha convertido en el factor de riesgo dominante para los supervivientes a edades más avanzadas, y el envejecimiento biológico es actualmente inmutable”. Por ello, desgrana que “a medida que la esperanza de vida al nacer aumenta más allá de los 80 años, segmentos más grandes de cada cohorte de nacimientos quedan expuestos al envejecimiento del cuerpo y la mente”.
Hábitos de vida
Preguntado por el contrapeso que ejercen los hábitos nocivos de vida (tabaquismo, obesidad, sedentarismo… detrás de enfermedades no transmisibles) frente a los avances médicos, el autor del estudio dice que “también es cierto que los factores de riesgo conductuales nocivos influyen en la tasa de mejora. Pero se cree que la razón de la desaceleración es nuestra biología, no nuestro comportamiento”.
Con esto el profesor de la Universidad de Illinois pone una serie de cambios necesarios. “Las compañías de seguros y los fondos de pensiones a menudo incorporan «factores de mejora de la mortalidad» en sus modelos de pronóstico; ahora será necesario reexaminarlos a la luz de estas tendencias observadas. Muchas empresas y organizaciones creyeron que una vida útil de 100 años sería algo común en la era moderna, pero es poco probable”.
Olshansky y sus colegas sugieren que no hay evidencia que sugiera que se haya producido o vaya a producirse una prolongación radical de la vida en el siglo XXI y señalan que, si así fuera, será necesario que se produzcan grandes cambios institucionales, incluso en la planificación de la jubilación y en los precios de los seguros de vida.
Profundizar en las razones
Diego Ramiro, director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC, expone que “las conclusiones están respaldadas por datos de la Human Mortality Database, que son sólidos y usados como referencia en muchos trabajos sobre mortalidad”. Sin embargo, Ramiro echa de menos que los autores profundizaran más en las razones que están detrás de esos frenos al crecimiento acelerado en la esperanza de vida. “Más en concreto, en las desigualdades dentro de la misma sociedad en diferencias en esperanza de vida por nivel educativo o por nivel socioeconómico que pueden marcar que la esperanza de vida crezca a diferente ritmo en cada grupo de población”, apunta.
La genética influye más que la alimentación en determinar la esperanza de vida
La restricción calórica puede alargar la vida, según muestra un nuevo estudio con ratones, pero los efectos en la salud de esa intervención varían entre los individuos.
El ayuno es objeto de numerosas investigaciones.
Sonia Moreno Diario Médico, Mié, 09/10/2024 – 17:01
Hasta en la literatura lo encontramos: «Come poco y cena más poco, que la salud del cuerpo se fragua en la oficina del estómago». Tal consejo le dedicaba el ingenioso hidalgo a su fiel escudero. Siglos después, la ciencia busca desentrañar el papel de la alimentación, desde múltiples estrategias nutricionales, en la salud y, en concreto, en la longevidad y en el envejecimiento saludable. Las modalidades de restricción calórica constituyen una de esas vertientes estudiadas.
Un nuevo estudio, llevado a cabo sobre casi mil ratones genéticamente diversos, indica que si bien la restricción calórica puede alargar la vida (como se ha descrito para muchas otras especies), los efectos en la salud de esta intervención varían entre los individuos. De hecho, la investigación sugiere que la genética puede tener más peso que la propia intervención dietética en la determinación de la esperanza de vida de un individuo concreto.
Así que cuando se trata de vivir mucho tiempo, más vale contar con una abuela longeva que con el bálsamo de Fierabrás: “La gran contribución de la genética (y otras variaciones aleatorias) a la esperanza de vida sugiere que las intervenciones extremas no es una bala mágica: una dieta sana y unos hábitos de vida saludables siguen siendo importantes”, sintetiza a DM el autor principal de la investigación que publica hoy la revista Nature, Gary Churchill, catedrático Karl Gunnar Johansson y profesor en el Laboratorio Jackson, en Bar Harbor (Maine, Estados Unidos).
Esa y otras conclusiones se extraen del sofisticado estudio que encabeza como primer firmante Andrea Di Francesco, científico titular en la biotecnológica estadounidense Calico Life Sciences.
El trabajo ha consistido en asignar de forma aleatoria a 960 ratones hembra genéticamente diversos uno de cinco patrones alimentarios: un grupo seguía la dieta normal, en la que los animales comían a voluntad; dos grupos estaban con una dieta con restricción calórica, en la que reducían diariamente las calorías en un 20% o en un 40% con respecto al consumo habitual, y otros dos grupos de ayuno intermitente seguían un patrón en el que la ingesta de alimento se elimina durante un día a la semana o dos días consecutivos semanales.
Aunque la esperanza de vida fue variable entre los individuos, los ratones que seguían dietas sin restricciones tuvieron una menor esperanza de vida (una media de 25 meses) y los que siguieron una reducción diaria de ingesta fueron los que tuvieron la mayor esperanza de vida (media de 30 y 34 meses para las restricciones del 20 y 40%, respectivamente). Los animales que siguieron dietas de ayuno intermitente vivieron una media de 28 meses, mayor que la dieta normal pero inferior a la restricción calórica diaria.
Diferencias significativas
“Se sabe desde hace tiempo que la restricción calórica alarga la vida de los roedores, aunque algunos estudios recientes sugieren que determinados individuos (genotipos) pueden tener una esperanza de vida reducida”, explica sobre su investigación Gary Churchill. “No observamos indicios de reducción de la esperanza de vida en nuestros ratones altamente diversificados”, en cambio, sí observaron que si bien el ayuno prolongó la esperanza de vida, lo hizo en menor grado y con algunas diferencias con respecto a la restricción calórica. Y como ejemplo de ello indica que la restricción calórica prolongó la esperanza de vida en la misma medida en los ratones más pequeños y en los más pesados, mientras que los ratones en ayuno intermitente con un peso corporal elevado antes de la intervención no mostraron indicios de prolongación de la esperanza de vida.
Otro dato inesperado fue que los ratones que más vivieron con esas restricciones fueron los que menos peso perdieron aunque comían menos; en cambio, los animales que perdían más peso con estas dietas vivieron menos, y tendían a tener poca energía, y sus sistemas inmunitario y reproductivo se encontraban más comprometidos.
La clave podría estar, como destaca Gary Churchill, en el papel de la resiliencia: “Los animales más robustos mantienen su peso incluso frente al estrés y la restricción calórica, y son los que viven más tiempo. También sugiere que un nivel más moderado de restricción calórica podría ser la forma de equilibrar la salud y la esperanza de vida a largo plazo”.
La investigación recopiló múltiples datos inmunitarios, sanguíneos, metabólicos, funcionales y conductuales de los animales, que entre otros hallazgos, revelaron que algunos cambios metabólicos inducidos por la restricción dietética, como el nivel de glucosa en sangre en ayunas o el de la grasa corporal, no se asociaba siempre con un aumento de la esperanza de vida, y se ponían de relieve otros parámetros que podrían aportar incluso mejores “pistas” sobre la longevidad.
Glóbulos rojos y células inmunitarias, parámetros que observar
“Un peso corporal moderado y una glucosa estable son características importantes de la buena salud en humanos”, matiza el autor principal. “Las intervenciones dietéticas reducen el peso corporal y los niveles de glucosa en ratones, pero estos efectos son distintos de la prolongación de la vida útil y no son la causa. Uno de los objetivos de este estudio era analizar los resultados en materia de salud, y descubrimos que los parámetros sanguíneos, incluidas las propiedades de los glóbulos rojos y las células inmunitarias, eran buenos indicadores de la esperanza de vida”.
Por todo ello, el catedrático afirma que “es probable que el momento de la alimentación -el ritmo diario- sea tan importante como la reducción de la ingesta calórica. Estas dos características de la intervención parecen contribuir a los beneficios para la salud”.
Preguntado por el alcance de esta investigación, Alberto Díaz-Ruiz, jefe de grupo del Laboratorio de Gerontología Celular y Molecular en el Instituto IMDEA Alimentación, en Madrid, destaca que en el estudio se buscan relaciones “entre la esperanza de vida y respuestas metabólicas inducidas por diferentes modalidades de estrategias nutricionales que tienen en común la restricción en el consumo energético. Sería lógico pensar que la disminución del peso corporal o la disminución de los niveles de glucosa en sangre (características típicas de estas intervenciones) se asocian a una mayor esperanza de vida, pero en realidad esto no ocurre, al menos en el modelo experimental utilizado. Hace pocos años, un estudio similar realizado por Rafael de Cabo (Instituto Nacional de Envejecimiento estadounidense, NIA) pero en ratones genéticamente idénticos mostró resultados similares. Es probable que las diferencias específicas de especie (ratones vs. humanos) contribuyan considerablemente al reto de implementar estrategias sostenibles con éxito en la población senior”.
Beneficios en personas sin sobrepeso
De hecho, el NIA financia el estudio Calerie, un programa que ha demostrado que mantener una reducción calórica moderada (en torno al 25% durante 2 años) induce múltiples beneficios en personas sanas sin sobrepeso. Como recuerda el investigador del IMDEA, «en el transcurso de la última década se han publicado las adaptaciones favorables que ocurren en el organismo inducidas por esta intervención, y que tienen un impacto directo sobre biomarcadores que sabemos se asocian al envejecimiento, como la metilación del ADN«.
«En España tenemos el programa de prevención con dieta mediterránea conocido como Predimed, y también su continuación, Predimed Plus, donde basan su intervención en el consumo de dieta mediterránea hipocalórica en combinación con ejercicio en población senior para la prevención de enfermedades cardiovasculares», añade Díaz-Ruiz.
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