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Prevención de complicaciones de la covid-19
El ‘poder’ de las hormonas del ejercicio físico: previenen la infección y las complicaciones de la covid-19
Obesidad y sedentarismo son dos grandes aliados de los graves efectos de la covid-19. Por el contrario, la actividad física genera hormonas que protegen frente a la enfermedad.
Por Raquel Serrano. Publicado en Diario Médico el 11/02/2022 –
La obesidad, la otra gran ‘pandemia’ de los países desarrollados, ha sido desde el inicio de la originada por el SARS-CoV-2, uno de los factores de riesgo más contundente y descrito en numerosos estudios científicos para el desarrollo de covid-19 de mayor gravedad y de mayores posibilidades de mortalidad entre las personas obesas afectadas por el virus.
Por ejemplo, entre las variables que determinarían la covid-19 graves están, entre otras alteraciones, la obesidad, según ponía de manifiesto uno de los diversos análisis realizados en pacientes adultos por la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), basado en datos de registro SEMI-COVID, y que se publicó en Clinical Microbiology and Infection.
El riesgo de covid-19 grave, según un estudio en The Lancet Diabetes & Endocrinology, aumenta a medida que lo hace el índice de masa corporal (IMC), especialmente entre los más jóvenes.
El riesgo de hospitalización observado en este trabajo, realizado en casi siete millones de personas, era un 5% más alto por cada aumento de una unidad en el IMC, mientras que el riesgo de ingreso en la UCI fue un 10% más alto por cada aumento de unidad en ese parámetro.
Nuevas aportaciones
Un nuevo trabajo clínico, premiado por la Sociedad Española del Estudio de la Obesidad (SEEDO), aporta nuevas respuestas sobre por qué la obesidad aparece como uno de los principales factores de riesgo de presentar complicaciones graves por covid-19, así como que ciertas medidas, como la realización de ejercicio físico, podrían paliar o minimizar los efectos de la infección viral.
“Las hormonas producidas por el músculo durante el ejercicio físico disminuyen la posibilidad de infección por el coronavirus SARS-CoV-2 y las complicaciones, en caso de enfermar por covid-19, además de reducir la inflamación y la muerte celular provocada en caso de infección”, según Amaia Rodríguez Murueta-Goyena, investigadora del Laboratorio de Investigación Metabólica de la Clínica Universidad de Navarra y del Ciber de Obesidad (CiberOBN). Así, se recalca que una vida sedentaria y la obesidad son factores de riesgo que inducen a sufrir serias complicaciones en caso de infección por SARS-CoV-2
En la investigación se ha observado que los pacientes con obesidad presentan un mayor número de receptores para el coronavirus SARS-CoV-2 en la grasa corporal. Además, en estos, las células grasas son capaces de producir más moléculas inflamatorias que las personas con peso normal.
Así, a medida que aumenta el grado de obesidad, mayor será la inflamación y más probable será que se desencadene una ‘tormenta de citocinas’, proteínas que controlan la actividad de las células del sistema inmune. Esto supone uno de los mayores riesgos en las personas diagnosticadas con covid-19 grave.
Según la experta, una no adecuada regulación de las hormonas conocidas como miocinas es una de las múltiples alteraciones endocrinas que presentan las personas con obesidad. Estas hormonas, en concreto la FNDC4 y la FNDC5, aumentan durante el ejercicio físico.
Además de ejercer un efecto beneficioso sobre múltiples órganos y patologías, reducen la posibilidad de infección por el coronavirus SARS-CoV-2 y las complicaciones de la covid-19.
“Un paciente con obesidad tiene menos concentraciones en sangre de las mioccinas FNDC4 y FNDC5. Por tanto, si desarrolla covid-19, estará más expuesto a presentar una inflamación grave y a este tipo de muerte celular, causante del daño multiorgánico, una de las principales causas de mortalidad entre los pacientes con covid-19 severo”.
El equipo ha comprobado en estudios ‘in vitro’ que estas miocinas son capaces de reducir los receptores del SARS-CoV-2 en los adipocitos. “Por tanto, si una persona sana hace ejercicio físico tendrá más miocinas y, consecuentemente, disminuirán esos receptores del coronavirus en su grasa”, explica Rodríguez Murueta-Goyena.
Los datos de las investigaciones realizadas desde el inicio de la pandemia en el Laboratorio de Investigación Metabólica de la Clínica Universidad de Navarra indican que los pacientes con obesidad cuentan con una mayor predisposición a padecer la enfermedad.
“Tienen mayor riesgo de requerir hospitalización y, al mismo tiempo, de ingresar en la UCI, donde es más probable que necesiten ventilación mecánica invasiva”, recalca Gema Frühbeck, directora del citado laboratorio y codirectora del Área de Obesidad.
Los resultados del nuevo estudio de la CUN de Pamplona concuerdan y apoyan los de otros que relacionan el ejercicio físico con efectos positivos sobre la morbi-mortalidad que entraña la covid-19.
Hace unos meses, una investigación publicada en Infectious Diseases and Therapy, desarrollada por un equipo de cardiólogos del Instituto Cardiovascular, que dirige Julián Villascastín, del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, concluía que una actividad física regular aumenta en ocho veces la supervivencia en pacientes afectados por esta enfermedad vírica y que la supervivencia por ésta es peor entre las personas sedentarias.
Menor riesgo de mortalidad
El trabajo se centró en 520 pacientes, de entre 18 y 70 años de edad, hospitalizados con diagnóstico confirmado de covid-19 en este hospital durante la primera ola de la pandemia, entre el 15 de febrero y el 15 de abril de 2020, y en los que se evaluó el estado de su condición física mediante la escala RAPA (Rapid Assessment of Physical Activity Scale) de la Universidad de Washington, que mide la intensidad aeróbica del ejercicio físico así como la fortaleza muscular y la flexibilidad entre otros parámetros.
Los resultados del estudio, que analizaron restrospectivamente la influencia de la actividad física en la evolución de la enfermedad por covid-19, fueron concluyentes: el grupo que mantenía una actividad física constante, ligera o moderada, presentaba un riesgo de mortalidad del 1,8% frente al 13,8% del grupo con un estilo de vida sedentario.
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