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Todo lo que debes saber sobre la fiebre
No todos tenemos la misma temperatura corporal ni es la misma según la hora del día, la estación del año, la edad o el sexo. Conoce más sobre ella y qué hacer cuando se eleva fuera de lo normal
Poco a poco vamos saliendo del confinamiento obligado para evitar la propagación del nuevo coronavirus. Pero el SARS-CoV-2 aún está entre nosotros. Para impedir su contagio en los espacios cerrados que vamos conquistando (centros de trabajo, transportes públicos, comercios, locales hosteleros…), sus responsables están implantando una medida: la toma de temperatura de las personas para determinar que puedan acceder o no a estos lugares. Más allá de las dudas legales de esta práctica, y que la Agencia Española de Protección de Datos ya ha puesto de manifiesto, la fiebre es uno de los síntomas más frecuentes de la COVID-19, pero ¿qué conoces de la elevación de la temperatura corporal? Te contamos todo lo que debes saber de ella.
¿Qué es la fiebre?
Denominamos fiebre al aumento de la temperatura corporal. Por muy molesta que resulte, no es una enfermedad, sino un síntoma de que algo en nuestro organismo no va bien. Todos tenemos una temperatura determinada con la que nuestro cuerpo protege sus órganos vitales (cerebro, corazón e hígado) de las infecciones y otras agresiones. Y esta constante vital la regula un termostato natural ubicado en nuestro encéfalo: el hipotálamo. Así que cuando este termorregulador detecta esa intromisión, eleva la temperatura como mecanismo de defensa. Esta respuesta se produce principalmente ante infecciones por virus o bacterias, pero también puede ser consecuencia de una inflamación, una reacción a un fármaco, una reacción alérgica, trastornos autoimnunitarios (cuando el cuerpo produce anticuerpos anormales que atacan sus propios tejidos) y hasta un cáncer maligno no detectado, sobre todo en el caso de leucemia o, linfomas, como detalla el ‘Manual MSD’.
¿Cuál es la temperatura normal del cuerpo?
Se considera temperatura normal entre 36 y 37 ºC. Algunos estudios estrechan la horquilla entre los 36,4 y los 36,7 ºC. Según una revisión sistemática de 36 artículos recopilados desde 1935 a 2017, los rangos son: 36,32-37,76 (tomada en el recto), 35,76-37,52 (tímpano), 35,61-37,61 (orina), 35,73-37,41 (boca) y 35,01-36,93 (axila). Y, según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), las medidas estarían en: 36,6-38,00 (recto), 35,8-38,0 (auricular), 35,5-37,5 (bucal) y 34,7-37,3 (axilar).
Es decir, por debajo de los 36 también es posible encontrar valores normales, aunque si baja de los 35 ºC hablaríamos de hipotermia: el cuerpo pierde calor más rápido de lo que la produce y se enfrenta a escalofríos, confusión, pulso débil, falta de coordinación… que indican que el corazón y el sistema nervioso empiezan a fallar.
¿Y en los niños? La temperaturas normales máximas de cada zona del cuerpo son: 37 (axilar), 37,5 (oral), 37 (timpánica) y 38 ºC (rectal).
¿Fiebre o febrícula?
Los expertos lo tienen claro. Cuando la temperatura axilar está entre 37 ºC y unas décimas, tendríamos febrícula, una elevación que alerta de que en nuestro organismo algo no funciona como debiera. Es frecuente su presencia durante uno o dos días, después de algunas vacunas.
Ante una fiebre, estaríamos por tanto ya con 38 ºC o superando esta cifra. Con ella, el organismo responde con enrojecimiento (o rubor), aumento de la frecuencia cardiaca (taquicardia) y de la frecuencia respiratoria (taquipnea). La Asociación Española de Pediatría considera fiebre una temperatura rectal (en el ano) de más de 38 ºC, o más de 37,8 si se toma en la boca o en la axila.
“En el caso de coronavirus llegan hasta 39 grados”, puntualiza el médico internista Jaime Merino, coordinador del Grupo Educación en Salud para la Ciudadanía de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). Con esta fiebre denominada aún moderada, personas con epilepsia o los niños más pequeños pueden presentar convulsiones.
¿Cuántos grados es una fiebre alta?
La fiebre alta ya se considera con 40 ºC, un motivo más que suficiente para llevar a los niños a urgencias. A esta temperatura corporal, se pueden sufrir mareos, náuseas, dolor de cabeza y una sudoración que podría derivar en deshidratación.
Para fiebres muy altas, por encima de 41 ºC, se utiliza el término hiperpirexia. Los afectados pueden tener alucinaciones y somnolencia y deben ser atendidos con urgencia. Con un grado más, hay riesgo de somnolencia, tener hipertensión o hipotensión graves y taquicardia extrema y hasta de entrar en coma es alto. A partir de los 43 ºC, es fácil padecer daño cerebral y parada cardiorrespiratoria.
Fiebre: ¿cuándo preocuparse?
“Hay que vigilarla y tratarla con antitérmicos si molesta”, apunta el experto. Pero además de los grados, existen otros aspectos que deben preocuparnos, porque la fiebre podría ser peligrosa. Cuando la fiebre es diaria y se mantiene más allá de 72 horas sin causa conocida, habrá que consultar al médico de familia. Pero se tendrá que acudir de urgencia, si se presenta con un deterioro del estado general, hay dificultad para respirar, mareo, sangrado y alteración en el nivel de consciencia.
En el caso de los niños, si la fiebre sola supera los 40 o 40,5 ºC habrá que ir a urgencias. También habrá que llamar al pediatra si dura más de 48 o 72 horas. Pero los grados de temperatura, por sí solos, no se relacionan con la gravedad de la enfermedad tampoco en bebés, como explicamos en este artículo. Por eso, habrá que consultar de manera urgente, si se dan algunas de las siguientes circunstancias enumeradas por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap):
- Si tiene menos de tres meses de edad.
- Manchitas en la piel, de color rojo o morado, que no desaparecen al estirar la piel de alrededor (petequias).
- Decaimiento, irritabilidad, o llanto excesivo difícil de calmar.
- Rigidez de cuello.
- Convulsión o pérdida de conocimiento.
- Dificultar para respirar.
- Vómitos, y/o diarrea persistentes o muy abundantes que causen deshidratación.
- No orina o es escasa.
¿Qué factores influyen en la temperatura del cuerpo?
Ni todos tenemos la misma temperatura, ni siempre está estática. También ocurre esto en el resto de constantes vitales (tensión arterial, frecuencia cardiaca, frecuencia respiratoria y saturación de oxígeno) que nos informan de nuestro estado de salud. La temperatura no es un dato estricto, como se ha visto en el estudio comentado. Existen multitud de variables:
- La hora del día. La temperatura oscila siguiendo el ritmo circadiano (relacionado con el ciclo diario luz-oscuridad): la temperatura más fresca se nota de madrugada, mientras que, al caer la tarde. Hay variaciones de hasta un grado, según la semFYC (Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria), mientras que, entre las 6:00 y las 18:00 horas, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) estipula que la diferencia se queda en medio grado.
- La estación del año. En invierno es un poco más elevada que en verano. Pero también incide en valores positivos exponerse a temperatura ambiente elevada con humedad alta.
- La alimentación, el estrés, la emoción y la cólera pueden llegar a incidir con medio grado más.
- La dentición. La salida de los dientes puede causar un ligero aumento en la temperatura de un niño, pero no superior a 37,7 °C.
- El sexo. Las mujeres tienen de media 0,2 ºC más que los hombres. Además, los cambios hormonales también les afectan; tras la ovulación se incrementa como poco medio grado y al inicio del embarazo (unos 0,3-0,4 ºC) .
- La edad. De los seis meses a los dos años, la variación es de casi un grado. La de los niños se estabiliza en torno a los 36-37 y se mantiene en la edad adulta hasta la tercera edad, que oscila entre los 33,5 y 35 grados. “Hay enfermos mayores que, como pierden masa muscular, la temperatura apenas les aumenta”, indica Merino. Con los años, la piel adelgaza, pierde flacidez y el sistema encargado de controlar y regular la temperatura es menos eficiente. Algunos estudios sugieren que con el incremento de cada década de edad la temperatura media disminuye 0,8 °C.
- El alcohol. Su consumo puede aumentar o bajar la temperatura, según el intervalo de tiempo entre la ingestión y la medición de la temperatura, y según la cantidad ingerida. Uno de los mitos del alcohol es que ayuda a entrar en calor. “El alcohol hace perder calor por vasodilatación cutánea de forma que es cierto que se “siente” más calor, pero es porque se está perdiendo por la piel. De hecho, un riesgo importante en un paciente intoxicado por alcohol que duerme en la calle es morir de frío (hipotermia)”, explica la SEMI.
- Actividad física. Quienes hacen más ejercicio tienden a tener una temperatura más elevada.
- Fármacos. Según la AEMPS, aumentan la temperatura los neurolépticos y medicamentos serotoninérgicos (antidepresivos imipramínicos, ISRS, IRSNA, triptanes, y ciertos opiáceos como dextrometorfano otramadol).
- La posición durante la medición. En decúbito y en posición sentada, la temperatura, en general, es inferior en 0,3 a 0,4 ºC a la tomada en posición de pie.
- La zona dónde se toma. “La temperatura más alta la tenemos en la parte interna del cuerpo, en las cavidades centrales, en el abdomen. Pero como no se puede, se mide en la axila, en el recto o en la boca. En la boca hay más que en la axila y en el recto más que en la boca”, explica Jaime Merino. En concreto, la rectal siempre está 0,5 ºC por encima de la bucal, mientras que la temperatura axilar es medio grado menos que la temperatura oral.
Por todo ello, estando sanos, conviene conocer la temperatura habitual y tomarla en diferentes momentos para poder comparar con las cifras que midamos cuando nos encontremos enfermos. La temperatura corporal se debe tomar al menos tres veces en un mismo día: por la mañana, por la tarde, entre las 16:00 y las 18:00 horas, y por la noche antes de acostarse. Por supuesto, hay que hacerlo con el mismo termómetro y en la misma zona.
¿Qué utilizo para medir la temperatura corporal?
Sensores térmicos, arcos, cámaras, pistolas digitales, gafas con realidad aumentada… son algunos de los aparatos tecnológicos que estos días detectan de manera precisa, sin contacto, en menos de un segundo y a varias personas a la vez ligeras décimas de variación de temperatura en miles de centros de trabajo, medios de transporte, comercios y locales hosteleros. “La forma más sencilla de detectar un posible enfermo es ver si hay elevación térmica. Los test de coronavirus son costosos, hay sitios donde no los hay, el resultado es lento y no inmediato… Pero solo orienta”, sostiene Jaime Merino.
Y en casa, ¿cómo nos medimos la temperatura?
Estas son las zonas más habituales donde poner el termómetro:
- Recto. Siempre se ha considerado como la zona más adecuada, sobre todo para niños pequeños, pacientes graves y pacientes poco colaboradores o hiperventilados. Pero numerosos estudios recientes han demostrado ciertos límites: la temperatura rectal cambia lentamente con respecto a la variación de la temperatura interna y se ha demostrado que se mantiene elevada, incluso después de que la temperatura interna del paciente haya comenzado a bajar y a la inversa. Además, se han dado perforaciones rectales y, sin una técnica de esterilización adecuada, esta termometría puede propagar contaminantes contenidos en las heces. Su temperatura normal ronda entre los 36,6 y los 38 ºC, según la AEMPS.
- Axila. Fácil de medir, pero proporciona la peor evaluación de la temperatura interna. Los resultados pueden variar de la realidad entre 0,5 y 1 ºC menos. Además, puede verse afectada por condiciones ambientales. Para tomar este tipo de temperatura, es necesario colocar el termómetro justo encima de la arteria axilar. La axila se halla entre 34,7 y 37,3 ºC.
- Boca. El espacio sublingual es accesible y proporciona la temperatura de las arterias linguales, por lo que resulta muy fiable. Sin embargo, tiene sus peros: la temperatura bucal se altera fácilmente por la ingestión reciente de alimentos o de bebidas, el consumo de tabaco y la respiración por la boca; y hay riesgo de infección bucal, si varias personas usan el termómetro. Para medirla, es necesario mantener la boca cerrada y la lengua extendida durante tres a cuatro minutos. La temperatura normal ronda entre los 35,5 a 37,5 ºC.
- Oído. La termometría auricular es de uso sencillo y presenta menos riesgos, pero es menos sensible para la detección de fiebre (puede variar casi un grado) y a veces es difícil ponerlo en la posición correcta. La AEMPS afirma que la temperatura media oscila entre 35,8 y 38 ºC. Además, cera o una infección de oído (otitis) puede alterar la medición. Muy útil cuando el niño está dormido.
- Frente. La frente, en particular la zona de la sien, es uno de los mejores puntos para detectar la temperatura corporal, ya que está irrigada por la arteria temporal. Pero las medidas pueden estar muy afectadas por la temperatura ambiental, la sudoración o la presencia de cremas o lociones. De ahí que el termómetro debe encontrarse en el lugar donde se efectuará la medida como mínimo 20 minutos antes de ésta, y la persona a la que se mide la temperatura, cinco minutos antes.
¿Y qué termómetro usar?
Buscamos que sean rápidos, pero a la vez precisos. Estos son los principales sistemas de medición de la temperatura corporal, según el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos.
- El termómetro de vidrio con mercurio ya no se vende por su toxicidad. En su lugar se comercializan los de galinstan (mezcla de galio, indio y estaño). Habrá que esperar cuatro minutos para saber si tenemos fiebre. Sirve para medición rectal, axilar u oral.
- Electrónico. Fácil de usar, es preciso, rápido (30-60 segundos) y estable, además de económico. Sus inconvenientes: mantener la posición adecuada es clave para medición y tiene menor precisión en lecturas a modo predictivo.
- La medición es rápida (2-3 segundos), sin tener apenas que tocar a la persona y su lectura resulta muy sencilla. Sin embargo, requiere aprendizaje y entrenamiento; incluso puede ser doloroso en pacientes con otitis al tener que introducir el termómetro en oído. ¡Cuidado! Es fácil que se rompa.
- Químico. Suelen tener la forma de barras plásticas o de tiras autoadhesivas que se usan solo una vez en boca (60 segundos), axila (3 minutos) y recto. Rápidos, no invasivos y no hay riesgo de infección cruzada, pero no son muy exactos en la medición; incluso algunos se alteran si se almacenan a temperaturas superiores a 35 ºC.
¿Cuándo y cómo bajar la fiebre?
“Hay que vigilarla, y si es molesta (transpiras, sudas…), habrá que controlarla tomando algún antitérmico como paracetamol, con la dosis y la frecuencia que se necesite. Pero insisto en que la fiebre es expresión de algo; no estás tratando la enfermedad, la causa, sino bajando la temperatura”, remarca el especialista.
Para bajar la fiebre suelen tomarse antitérmicos con efecto analgésico o antiinflamatorio, como paracetamol, ibuprofeno o ácido acetilsalicílico. También se pueden emplear otros antiinflamatorios no esteroideos (AINE), como naproxeno o diclofenaco. Eso sí, antes de tomar cualquier fármaco se recomienda leer con atención las indicaciones y contraindicaciones del prospecto y los posibles efectos secundarios.
También ayuda para bajar la fiebre aligerar la ropa, beber líquidos, hacer reposo, mantener la temperatura ambiente templada (a unos 20 ºC) y ventilada y mojar la frente y el resto del cuerpo (con compresas o mediante una ducha) con agua cuya temperatura esté en torno a los 32-35 ºC, a la que de manera opcional puede mezclarse alcohol.
¿Cómo disminuir la fiebre en niños?
La Asociación Española de Pediatría (AEP) aconseja administrar antitérmicos solo cuando la fiebre se acompañe de malestar general o dolor. Entre los analgésicos más utilizados para disminuir la fiebre en los niños están el paracetamol y el ibuprofeno, que están disponibles en forma de gotas, jarabe y, en el caso del paracetamol, también en supositorio. Aquí encontrarás las dosis más adecuadas. No es aconsejable alternar o combinar ambos medicamentos, ni tampoco a utilizar aspirina para tratar la fiebre asociada a infecciones víricas en menores de 16 años por riesgo a desarrollar síndrome de Reye (cuadro de daño cerebral y hepático).
Por otro lado, la AEPap desaconseja el uso de paños húmedos, friegas de alcohol, duchas o baños para tratar la fiebre. También recuerda en su decálogo acerca de la fiebre que no se debe cubrir ni desabrigar demasiado al niño y que sí debe estar bien hidratado, por lo que hay que ofrecerle líquidos a menudo. Y por supuesto, comenta que el uso de los antitérmicos tras la vacunación no es recomendable para prevenir las reacciones febriles o las reacciones en la zona de inyección.
La fiebre en la COVID-19
En la información científico técnica sobre el coronavirus que maneja el Ministerio de Sanidad, la fiebre es el síntoma más frecuente de la COVID-19. Lo ha sido en China (87,9%), en Europa (47%) y en España (68,7), aunque en nuestro país comparte pódium con la tos (68,1%).
Pero según Jaime Merino, médico internista y miembro de la SEMI, la elevación térmica hasta los 39 ºC sugiere u orienta hacia su existencia: “Es un rasgo más. Ante la duda de COVID-19, es importante ver si ha habido riesgo de contagio, porque se convive con un enfermo o se trabaja en un centro sanitario, por ejemplo. Pero no hay garantía absoluta”. Habría que consultarlo, si la fiebre alta se mantiene varios días y se acompaña de otras molestias: mucha tos, cansancio, como si no se tuvieran fuerzas, dolores musculares en zonas complicadas, a veces sudoración excesiva, ojos enrojecidos… En caso de coronavirus, “puede haber inflamación de pulmón, la pleura o el pericardio, por lo que entonces es importante hacer unas radiografías o un tac para verificar las lesiones… Lo que hay que abordar no es la fiebre, sino la enfermedad”, sostiene.
- PorMaría Huidobro. Consumer Eroski. martes 12 mayo de 2020
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