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¿Cómo viaja el coronavirus?
Por la rapidez con que se difunde, parecería que al SRAS-CoV2 lo impulsan las corrientes de aire. Su autonomía no es mucha, pero sus flujos aún no se conocen bien.
Las invisibles gotitas de saliva son el transporte preferido del coronavirus.
Mantener dos metros de distancia con el prójimo se está convirtiendo en un extraño hábito, mezcla de desconfianza y prudencia. Todos los indicios apuntan a que el SRAS-CoV2, como otros de su especie, se transmite por las gotitas de saliva que se expulsan al toser, estornudar o hablar, así como por contacto con superficies y materiales en los que hayan caído esas gotas contagiosas. Las gotitas solo navegan dos metros como mucho antes de estrellarse contra el suelo u otro obstáculo. No es por tanto un patógeno aerotransportado. “No está en el aire”, dijo hace unos días Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud. Un virus transmitido por el aire sería el que flota durante períodos prolongados, como el del sarampión, que puede revolotear durante al menos media hora; de ahí su alta capacidad contagiosa, con un promedio de doce casos por dos o tres del Covid-19.
Según se explica en la revista Wired, los expertos emplean una regla de oro para distinguir lo que llaman gotas de aerosoles: se definen como de más de 5 micras de diámetro y forman un aerosol directo que es impulsado por la tos o los estornudos a una distancia de hasta 2 metros del paciente fuente, según publicó en 2017 en PLoS One un equipo de la Universidad de Hong Kong. Los aerosoles, en este escenario, son pequeñas gotas de material potencialmente biopeligroso que puede permanecer a flote y ampliar su radio de acción.
El misterio de los aerosoles
Pero el límite de 5 micras es arbitrario y confuso, según Lydia Bourouiba, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, que estudia cómo la dinámica de los fluidos influye en la propagación de los patógenos. Estrictamente hablando, los aerosoles también son gotitas. Cuando se exhala o se tose, se liberan partículas acuosas en una amplia gama de tamaños. Las gotas más pequeñas se describen comúnmente como aerosoles. Sin embargo, cualquiera de ellas puede estar mezclada con patógenos virales. Cuando el agua de esas gotas se seca en el aire, los restos de virus flotantes se llaman «núcleos de gotas», que son más ligeros y más aptos para viajar largas distancias. Además del tamaño, otros factores, como la humedad local y cualquier corriente de aire, también afectarán a la distancia a la que vuele una gota.
Incluso las gotitas más voluminosas no siempre caen directamente al suelo. En un día ventoso en el mar o en la playa se siente cómo el rocío del mar golpea la cara. Pero apenas se ha estudiado la trayectoria de las gotas impulsadas cuando una persona tose o estornuda. El laboratorio de Bourouiba descubrió que la tos y los estornudos, que ellos llaman «eventos espiratorios violentos», expulsan una nube de aire que transporta gotas de varios tamaños mucho más lejos de lo que irían de otra manera. Su trabajo sugiere que esas gotas pueden viajar hasta 8 metros si se tiene en cuenta la forma gaseosa de una tos. A su juicio, cualquier virus que viaje por el aire también podría describirse como «transmitido por el aire». Pero no hay consenso científico sobre qué patógenos deberían obtener esa etiqueta.
Julian Tang, virólogo de la Universidad británica de Leicester, fue coautor de un artículo de revisión publicado el año pasado en BMC Infectious Diseases donde señalaba que para algunos investigadores la «transmisión aérea» involucra solo aerosoles finos; para otros, puede incluir tanto aerosoles como gotas más grandes. Finalmente, el equipo de Tang decidió usar ese concepto para referirse a la transmisión por partículas de menos de 10 micrones de diámetro, un límite dos veces mayor que lo que la OMS ha utilizado.
El incidente del avión
El debate sobre si algo está «en el aire» es particularmente sensible con los patógenos que causan los brotes más agudos y mortales. Pero ni siquiera hay acuerdo entre los expertos en cuanto a la forma en que la influenza, el virus de la gripe, se transmite por el aire. Algunos recuerdan un curioso incidente de hace 40 años, publicado en 1979 en American Journal of Epidemiology, en el que un avión con 54 pasajeros estuvo en la pista durante tres horas debido a problemas con el motor durante el despegue. Había una persona enferma en el pasaje; al cabo de tres días, las tres cuartas partes del resto de pasajeros mostraron síntomas de gripe; casi todos dieron positivo para el virus.
Donald Milton, que estudia bioaerosoles infecciosos en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Maryland, sigue tratando de convencer a otros científicos de que la influenza se transmite sustancialmente por el aire. En un artículo que publicó en 2018 en Proceedings of the National Academy of Sciences afirmaba que, al contrario de lo que algunos podrían pensar, no se requieren estornudos ni toses para que el virus de la influenza se libere en forma de aerosol flotante.
La aerodinámica de los patógenos más exóticos también ha generado controversia. Un experto en infecciosas advirtió, en 2014, que el Ébola podría ser altamente transmisible por vía aérea; resultó ser una falsa alarma. Hay algunas sospechas de que los coronavirus como el SARS y el MERS pueden viajar distancias cortas, pero el asunto no está claro.
Exhalaciones cruzadas
En cuanto al comportamiento aéreo del nuevo coronavirus, un estudio publicado en el Journal of the American Medical Association el 4 de marzo analizó las salas de aislamiento hospitalario de tres pacientes en Singapur. No encontraron virus en muestras de aire. Sin embargo, sí lo encontraron en las aspas de ventilación de la habitación de un paciente. Un segundo estudio aún no publicado examinó los entornos hospitalarios de pacientes con Covid-19 en Wuhan, China. Aunque los niveles del microbio eran indetectables en la mayoría de las habitaciones, sí estaba presente en forma de aerosol. Esos estudios solo buscaron la firma genética del virus, en lugar de mezclar el material viral con células animales para ver su letalidad. No podían saber por tanto si el material viral presente en el sistema de ventilación o en el aire era infeccioso.
Es un punto crítico: los virólogos dicen que la presencia de ARN o ADN residual dejado por los patógenos no garantiza que las personas puedan contagiarse. Sin embargo, otro ensayo que se acaba de publicar en el New England, en el que científicos del Instituto de Alergia y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, dirigidos por Neeltje van Doremalen, forzaron al virus a la forma de aerosol y luego lo rastrearon durante tres horas, mostró que el patógeno aún podía infectar células animales al final de ese período, aunque la cantidad de virus suspendido en el aire se iba reduciendo con el tiempo. También encontraron virus viable en superficies plásticas hasta 72 horas después de depositarlo; en acero, cartón y cobre esos tiempos eran más reducidos. Son artículos preliminares por lo que hay que tomarlos con cautela.
Dado que gran parte de la investigación sobre la transmisión aérea de los virus se centra en entornos médicos, tampoco está claro cómo los virus más comunes se difunden en otros ambientes. Julian Tang y su equipo grabaron las respiraciones intercambiadas por dos personas en una conversación a un metro de distancia. La mayoría de las veces, las bocanadas de aire permanecen separadas, pero parte de sus exhalaciones se trasladan del espacio de respiración de una persona hacia el de la otra. Debido a toda esta incertidumbre, y sin caer en la paranoia, lo mejor es extremar ese distanciamiento social algo inhumano, por extraño a nuestras costumbres, pero vital en estos momentos, al igual que la higiene de manos. José R. Zárate Diario Médico 16/ 03 / 2020
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