.Enfermedades relacionadas con la Obesidad
¿Qué lecciones debiéramos obtener de la epidemia de covid-19
Estas fueron las claves para el bienestar de la población en la pandemia de covid-19
Factores como el acceso a información fiable, la alfabetización en temas sanitarios, el nivel educativo, los ingresos económicos y la situación laboral determinaron la evolución del bienestar de las personas en España durante la pandemia.
Investigadoras del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y la Universidad de Murcia ha analizado la evolución del bienestar de la población española durante la pandemia de covid-19. El estudio, realizado por el equipo de COSMO-Spain desde el Centro Nacional de Epidemiología del ISCIII, se ha llevado a cabo en el marco de un proyecto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) diseñado para monitorizar el conocimiento, las percepciones de riesgo y los comportamientos preventivos, entre otros, de la población española en esa etapa.
El aumento significativo en el bienestar de la población entre mayo y octubre de 2021 podría relacionarse con la mejora de la situación epidemiológica, la vacunación y la relajación de las restricciones
Los resultados, publicados en la revista Heliyon, reflejan que, en general, los niveles de bienestar de la población española en el período evaluado estaban por debajo de los valores prepandemia, que en la Encuesta Europea de Calidad de Vida de 2016 rondaban los 68 puntos de la escala WHO-5. En este estudio se han registrado valores apenas superiores a 54 puntos.
Sin embargo, se observa un incremento significativo en el bienestar de la población entre mayo y octubre de 2021, un aumento que podría relacionarse con la mejora de la situación epidemiológica, el avance de la vacunación y la relajación de las restricciones. A partir de octubre de 2021, hasta el final del estudio, el bienestar autopercibido por la población española se mantuvo constante.
El perfil de los más vulnerables
Las mujeres, los jóvenes y las personas en peor situación socioeconómica (situación financiera empeorada o personas desempleadas) presentaron niveles más bajos de bienestar. Por el contrario, tener educación universitaria se asoció con un mayor bienestar. También destaca el papel de la estabilidad socioeconómica en la salud mental.
Las mujeres, los jóvenes y las personas en peor situación socioeconómica presentaron niveles más bajos de bienestar
Este estudio destaca también la relevancia de la asociación de preocupaciones y síntomas depresivos con el bienestar, lo que subraya la necesidad de reforzar los sistemas de apoyo psicológico y social para prevenir problemas de salud mental a largo plazo.
Finalmente, se identifica también el papel de la alfabetización en salud: aquellas personas que mejor sabían cómo seguir las recomendaciones y cómo actuar en caso de ser un contacto estrecho mostraron niveles más altos de bienestar.
Implicaciones para la salud pública
La alfabetización en salud y la comunicación eficaz de información sanitaria son factores clave para promover la resiliencia social ante futuras emergencias sanitarias
Para los autores, los hallazgos refuerzan la importancia de adoptar estrategias de salud pública dirigidas a mitigar el impacto de futuras crisis sanitarias en el bienestar psicológico de la población. Es más, la identificación de grupos vulnerables podría guiar a los responsables de las políticas en el diseño de intervenciones específicas para reducir desigualdades en salud.
Por último, las investigadoras destacan la relevancia de la alfabetización en salud y la comunicación eficaz de información sanitaria como factores clave para promover el bienestar y la resiliencia social ante futuras emergencias sanitarias.
Referencia: Catarina Santos-Ribeiro et al.: ‘Evolution of Spanish population well-being during the COVID-19 pandemic: Results from the COSMO-Spain study’. Heliyon (2025)
Fuente: ISCIII
Algunas lecciones científicas de la pandemia
Publicado: 13 marzo 2025 19:21 CET
Autoría: Juan Carlos Argüelles Ordóñez, Profesor de Microbiología. Señalización y respuesta a estrés en levaduras patógenas. Mecanismos de acción antifúngica: nuevos productos naturales., Universidad de Murcia
Acaba de cumplirse un lustro de la dramática pandemia de covid-19 que asoló todo el planeta. La mortalidad estimada supera ampliamente los 7 millones de fallecimientos (de los cuales más de 120 000 corresponden a España). ¿Cuáles son las causas que explican esta capacidad devastadora?
Un virus nuevo y cambiante
En primer lugar, tenemos que hablar de la naturaleza biológica del agente causal, un coronavirus genética e inmunológicamente nuevo. Estos virus tienen una estructura singular, consistente en una sola cadena de ARN con polaridad de mensajero (o positiva, lo que amplifica su replicación e infecciosidad), de tamaño relativamente grande (30 kB) y sujeta a una elevada tasa de mutación. Esto último favorece la aparición de nuevas variantes.
El ARN está recubierto por una cápsida helicoidal de proteína, rodeada a su vez por una envoltura membranosa procedente de la célula infectada donde se insertan glicoproteínas de reconocimiento. Entre ellas se encuentra la famosa proteína viral S (Spike o espícula), esencial en la unión y posterior infección de células diana.
En lo que va del siglo XXI, los coronavirus han ocasionado ya tres graves brotes pandémicos. Dos tuvieron un impacto más restringido (el SARS en 2003 y el MERS en 2012), mientras que la expansión de la covid-19 adquirió tintes apocalípticos.
Conviene subrayar que antes de decretarse el estado de alarma, ya había sido aislado e identificado el futuro SARS-CoV-2 a partir de su epicentro original, el mercado del pescado de Wuhan. Se da la circunstancia que esta localidad china, de 11,2 millones de personas (mayor que Nueva York), es un importante nudo ferroviario y de comunicaciones.
A través de la globalización y los viajes intercontinentales, el ser humano se ha convertido en el principal vehículo transmisor de agentes patógenos causantes de graves infecciones respiratorias. A diferencia de sus predecesores, el SARS-CoV-2 presentaba una elevada tasa de contagios, incluyendo los portadores asintomáticos del virus.
Adicionalmente, no hubo ningún segmento de población que presentara resistencia natural, si bien los jóvenes y las personas sanas sin ninguna comorbilidad asociada tenían mejor pronóstico frente a quienes padecían alguna patología crónica o inmunodepresión.
¿Se reaccionó adecuadamente?
Aunque a toro pasado es fácil criticar que se debió actuar con mayor antelación, las medidas sanitarias preventivas adoptadas de forma coordinada fueron, en general, correctas y necesarias: como la limitación de la distancia social y el confinamiento domiciliario obligatorio, combinadas con prácticas higiénicas sencillas como el lavado frecuente de manos y la desinfección de utensilios.
Quizá recordarán la polémica superflua sobre el uso de las mascarillas. En enfermedades transmisibles mediante “aerosoles” o “gotas”, las mascarillas homologadas son muy útiles tanto para prevenir contagiarnos como para impedir que nuestras secreciones puedan contagiar a otras personas.
Además, el diagnóstico mediante PCR resultó infalible al 97 % de los casos y, una vez constatado el escaso valor terapéutico de los antivirales, quedó claro que la obtención de una vacuna segura y eficaz era el único remedio para erradicar la pandemia.
Distintos organismos y compañías, en muchos casos apoyados con fondos públicos, se pusieron de inmediato a la tarea. Todas tenían en común utilizar como antígeno vacunal la proteína S, llave de reconocimiento y entrada del virus a sus células diana.
Así, en menos de un año se obtuvieron varios prototipos verificados para realizar una vacunación masiva. Aunque ello implicaba una reducción de los protocolos habituales en la formulación de nuevas vacunas, la relación riesgo-beneficio en la emergencia mundial que vivíamos aconsejaba su administración. De hecho, esta estrategia consiguió controlar y erradicar la pandemia.
Una novedad esencial fue el papel jugado por las vacunas basadas en la tecnología del ARNm, entonces en ensayo, que ahora permanecen como referentes en las campañas anuales y representan el futuro de la vacunación.
Lecciones y secuelas
Y ¿qué lecciones hemos aprendido de la pandemia? Quizá la capacidad de la investigación biomédica para afrontar con garantía futuros episodios pandémicos, y que “siempre es mejor prevenir que curar”, siendo las vacunas la herramienta preventiva imprescindible frente a las infecciones respiratorias graves.
Sin embargo, la superación de la covid-19 en las sociedades occidentales no parece haber conllevado cambios relevantes en sus hábitos de vida colectiva. Para muchos países cuya economía se basa en los servicios y el turismo –entre ellos, España–, la pandemia es sólo un mal recuerdo.
Por otra parte, todavía permanecen graves secuelas entre nosotros, como el denominado “covid persistente”, un cuadro grave en pacientes que tras recuperarse siguen padeciendo una sintomatología (cansancio, insomnio, pérdida de memoria, mareos, debilidad, postración, etc.) que demanda atención y un tratamiento adecuado.
En cuanto al riesgo de nuevas pandemias, la OMS alerta sobre probables episodios más devastadores incluso que la covid-19. Los virus respiratorios con capacidad de intercambio y transmisión zoonótica figuran entre los candidatos principales. Factores como el cambio climático y el estilo vida (hacinamiento urbano, contaminación, estrés, agotamiento de recursos) facilitarían su propagación.
Los servicios sanitarios y la comunidad científica están en alerta y actividad permanente, pero ¿qué puede hacer la ciudadanía? Sin duda tomar conciencia y actuar en consecuencia. Necesitamos implementar la iniciativa “One Health”, que propugna integrar la salud humana con la del resto de la biosfera y el medio natural en un todo único.
Todas las iniciativas en este campo serán muy beneficiosas, y su filosofía puede resumirse en ese conocido proverbio hindú:
“La tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos”.
Cinco años del inicio de la pandemia de covid-19: un balance desde la epidemiología
Publicado: 11 marzo 2025 19:46 CET
Autoría:
- Óscar Zurriaga, Profesor Titular. Dpto. de Medicina Preventiva y Salud Pública (UV). Unid. Mixta Investigación Enfermedades Raras FISABIO-UVEG. CIBER Epidemiología y Salud Pública, Universitat de València
- Ángela Domínguez García, Catedrática Medicina Preventiva y Salud Pública, Departamento de Medicina, CIBER Epidemiología y Salud Pública, Universitat de Barcelona
- Eduardo Briones Pérez de la Blanca, Médico epidemiólogo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, Junta de Andalucía
- Federico Eduardo Arribas Monzón, Jefe de Servicio de Evaluación y Acreditación Sanitaria. Dirección General de Asistencia Sanitaria y Planificación., Departamento de Sanidad de Aragón
- Isabel Aguilar Palacio, Profesora Titular de Medicina Preventiva y Salud Pública. Universidad de Zaragoza., Universidad de Zaragoza
- María Isabel Portillo, Coordinadora de los Programas de cribado. Osakidetza-Servicio Vasco de Salud, Osakidetza – Servicio Vasco de Salud
- Maria João Forjaz, Investigadora en salud pública, Instituto de Salud Carlos III
- Pello Latasa, Responsable de Vigilancia en Salud Pública, Osakidetza – Servicio Vasco de Salud
- Pere Godoy, Medical Doctor, Professor Public Health, Universitat de Lleida
- Susana Monge Corella, Científica Titular. Grupo de epidemiología y vigilancia de virus respiratorios. Centro Nacional de Epidemiología., Instituto de Salud Carlos III
Un virus desconocido impactó profundamente hace cinco años sobre la sociedad española y su Sistema Nacional de Salud (SNS). Es momento de repasar los impactos, carencias, logros y retos que significó la pandemia de covid-19 desde el punto de vista de la epidemiología.
- Preparación ante emergencias y situaciones excepcionales
Pese a que se consideraba que el nivel de preparación de los países de renta alta frente a una nueva pandemia era muy bueno, cuando se declaró la emergencia por covid-19 los sistemas de alerta temprana no estaban lo suficientemente preparados.
Tampoco existían reservas estratégicas de material sanitario ante una pandemia de transmisión respiratoria. Los recursos diagnósticos y terapéuticos, especialmente al inicio, fueron insuficientes. Y los medios disponibles no bastaban para afrontar la atención simultánea de un número de casos muy elevado.
Es necesario un Plan de Preparación y Respuesta ante Emergencias en Salud, así como desarrollar, revisar y actualizar los planes de contingencia a nivel central y de las comunidades autónomas para mejorar la preparación y respuesta frente a futuras pandemias.
- La estructura de salud pública: vigilancia y respuesta
Los sistemas de vigilancia en salud pública no disponían de la estructura y recursos para abordar este reto, lo cual obligó a improvisar en muchas situaciones. El compromiso de los profesionales fue fundamental para poner en marcha los mecanismos necesarios.
Es necesaria la integración de los servicios de salud pública y los niveles asistenciales del SNS para disminuir su distancia. La puesta en marcha de la Red Estatal de Vigilancia en Salud Pública en 2024, que deberá ser desarrollada, es un primer paso positivo. También disponemos ahora de la Estrategia de Salud Pública (2022) y la de Vigilancia en Salud Pública (2022).
Por otra parte, los recursos humanos en los servicios de salud pública estaban, y todavía están, infradimensionados. Los objetivos marcados en la Declaración de Zaragoza sobre Vigilancia en Salud Pública (2022) progresan a un ritmo inferior al deseable. Hasta diciembre de 2024 no se publicó oficialmente el informe donde se subrayaba que la distribución de profesionales de salud pública es desigual por comunidades autónomas. El liderazgo de la salud pública, tantas veces mencionado, se basa también en contar con profesionales capacitados y formados.
La gobernanza de la salud pública puede mejorar con la puesta en marcha de una Agencia Estatal de Salud Pública. Aunque la ley para su creación sigue esperando su aprobación, ahora parece más próxima. Si finalmente es aprobada, todavía quedará camino por recorrer para que empiece a funcionar.
La campaña de vacunación logró el hito de inmunizar a la gran mayoría de la población española en un tiempo récord con criterios éticos en su priorización. Contribuyó, además, a desarrollar un sistema de información sobre vacunaciones, una ganancia tras la pandemia.
Por otra parte, el Estudio Nacional de sero-Epidemiología de la Infección por SARS-CoV-2 en España, conocido como ENE-Covid, representó un logro de la investigación en salud pública y epidemiología, y también un referente para otros países.
Sin embargo, algunas iniciativas interesantes en su orientación, como la aplicación Radar COVID, resultaron fallidas. Este tipo de innovaciones requieren tiempo para un desarrollo adecuado.
- La estructura del SNS y del sistema sociosanitario
La capacidad autoorganizativa y la flexibilidad de los centros y profesionales sanitarios permitió, en general, afrontar la situación, aportando soluciones ante un problema complejo. Tras el primer impacto persistió la fragmentación, siendo necesario mejorar la coordinación entre niveles asistenciales. Los servicios de atención primaria, con problemas de recursos y sobrecarga, necesitan ser optimizados y fortalecidos. Es necesario mejorar la planificación de recursos humanos en el SNS y sus condiciones laborales.
Además, no se ha fortalecido ni coordinado el sistema de cuidados de larga duración, cuya fragilidad fue manifiesta en la pandemia. Deben establecerse, adicionalmente, protocolos asistenciales y de vigilancia en residencias de personas mayores y otros colectivos en situación de vulnerabilidad.
Algunos aspectos, como la atención telefónica y las teleconsultas, sí recibieron un impulso, aunque es necesario revisar efectos como la equidad asistencial, especialmente en determinados colectivos.
- La gobernanza y gestión en la respuesta inmediata y posterior
El SNS no dispone de una gobernanza adecuada, carencia que se puso de manifiesto con contradicciones en la respuesta de las distintas administraciones. Es urgente mejorar el Consejo Interterritorial del SNS y sus mecanismos de decisión.
El marco legal existente en España es insuficiente para afrontar una crisis sanitaria como la pandemia de covid-19. Tampoco ayuda que no se haya aprobado el marco normativo desarrollado en el seno de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la prevención, preparación y respuesta frente a las pandemias, algo que, ahora, será todavía más difícil.
Hay que poner en valor el proceso de evaluación del desempeño del SNS español frente a la pandemia de covid-19, aunque tardó mucho en hacerse público y ha tenido una escasa difusión. Son destacables las iniciativas de informes de sociedades científicas, como SESPAS, dirigidas también a valorar la respuesta a la pandemia.
- El abordaje de la comunicación y la percepción social
Durante la pandemia se manifestaron algunos errores de comunicación, entre ellos la confusión de roles técnicos y políticos en algunas situaciones. Es fundamental disponer de estrategias de comunicación, incluyendo formación en este aspecto de los profesionales de salud pública y asistenciales.
Se produjo, además, una situación de infodemia e intoxicación informativa, ante la cual no existía una estrategia específica. Ello afectó a la percepción social, evaluada por estudios como COSMO-Spain, sobre la idoneidad de determinadas medidas de respuesta.
Durante y después de la pandemia, han aumentado la desconfianza y los discursos de odio hacia la ciencia, los científicos y las instituciones como resultado de una estrategia dirigida a la desinformación. Para contrarrestarla es necesaria una respuesta colaborativa bien fundamentada, que promueva una cultura de diálogo respetuoso y basado en la evidencia.
- Los aspectos sociales y económicos
La pandemia tuvo un impacto significativo sobre la población española, con el mayor retroceso en la esperanza de vida desde la guerra civil, aun cuando la mortalidad se concentró en personas mayores. El envejecimiento de la población en este país es un reto importante que requiere la adaptación del sistema sanitario y sociosanitario.
Además, el PIB retrocedió a niveles de 2016. Algunas medidas, como la aprobación del ingreso mínimo vital y los ERTE, pudieron actuar positivamente en la minimización del impacto.
Como consecuencia de todo lo expuesto, la confianza de la población en el sistema político se ha visto afectada, lo que requiere cambios significativos para revertir esta situación.
Las claves
La pandemia de covid-19 impactó de forma significativa en la sociedad. Se hicieron promesas para reorientar y reforzar muchos aspectos en el ámbito de la salud pública, pero todavía no se han cumplido en su totalidad.
Siguen pendientes aspectos muy importantes (Agencia Estatal de Salud Pública, mejora de las plantillas…). Es preciso ahondar en la cooperación en salud global, pese a decisiones unilaterales que la socavan. Y se debe seguir insistiendo en trabajar, con anticipación y de manera permanente, para estar preparados de manera efectiva ante futuros, y tal vez no tan lejanos, retos para la salud pública.
Cinco años después, ¿estamos mejor preparados para una pandemia?
Publicado: 10 marzo 2025 22:29 CET
Autoría: Ignacio López-Goñi
Catedrático de Microbiología. Miembro de la Sociedad Española de Microbiología (SEM), Universidad de Navarra
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró la covid-19 como una pandemia. Según datos oficiales ha habido más de 770 millones de casos y más de 7 millones de fallecimientos en 231 países. En España hubo más de 120 000 muertos. Otros informes calculan que el número de fallecimientos a nivel global fue muy superior, incluso más del doble.
No podemos descartar que un nuevo patógeno cause otra crisis sanitaria mundial. No sabemos quién será el causante ni cuándo ocurrirá, pero nadie duda de que habrá otra pandemia. Al fin y al cabo, la historia de la humanidad es una historia de pandemias.
Cinco años después de aquel 11 de marzo de 2020, muchos nos preguntamos si estamos mejor preparados para una nueva amenaza. La respuesta es clara: depende, algunos sí y otros no.
Qué hemos aprendido
La pandemia de covid-19 provocó una colaboración público-privada sin precedentes. Jamás se había invertido tanto dinero y esfuerzo de forma conjunta para desarrollar vacunas. La rapidez con la que se diseñaron las inmunizaciones de ARN fue un ejemplo de que la ciencia funciona y de que si ponemos los medios adecuados se puede hacer en un tiempo récord. La agilidad de los trámites burocráticos y de las distintas evaluaciones debería ser un ejemplo para el futuro. Ojalá se actuara de la misma manera para obtener ahora una nueva vacuna contra la tuberculosis, por ejemplo.
También fue un acierto la compra y distribución coordinada y conjunta de vacunas en Europa. ¿Se imaginan ustedes lo que hubiera sido si se hubiera gestionado como se hizo con las mascarillas?
La mayoría de los centros de investigación de todo el mundo pusieron sus recursos humanos y tecnológicos a disposición para luchar contra la pandemia. Hemos aprendido a colaborar.
Actualmente, hay más de 460 000 artículos científicos sobre covid-19 o SARS-CoV-2 en la base de datos PubMed. Esto es cuatro veces más que sobre malaria, una enfermedad con la que llevamos luchando desde hace cientos de años. Sabemos más de este virus que de cualquier otro patógeno. Los estudios, además, han abordado muchos aspectos relacionados con la pandemia: económicos, sociales, jurídicos, políticos, éticos…
Por otra parte, el avance de las tecnologías de ARN ha supuesto una revolución en biomedicina, no solo para el desarrollo de nuevas vacunas y formulaciones, sino incluso para el tratamiento del cáncer.
Solo hay una salud
Aunque la estrategia One Health o Una Salud no es algo nuevo, la pandemia la ha impulsado y revalorizado. Se trata de entender la relación que existe entre la salud humana, la salud animal y la salud del planeta. Más del 75 % de los nuevos patógenos que nos afectan provienen de los animales, y ese flujo de microorganismo se ve incrementado por factores ambientales, climáticos y ecológicos.
Si queremos protegernos de futuras amenazas debemos vigilar qué ocurre en el mundo animal y cómo influye el medio ambiente. Para eso es fundamental la vigilancia y la cooperación entre distintos sectores: sanitario, veterinario y ambiental.
Dos ejemplos ilustran que, en parte, estamos aprendiendo la lección: el control de la epidemia de Mpox (viruela del mono) en 2022, que afectó a 130 países, y la vigilancia que se está haciendo actualmente del virus de la gripe H5N1 en el mundo animal.
En qué no hemos mejorado: la tarea pendiente
En septiembre de 2020, Juan Ignacio Pérez Iglesias y un servidor nos preguntábamos cómo habíamos llegado a esa situación: España lideraba entonces el número de infectados y muertes en proporción a su población, y estábamos inmersos en la segunda ola de la pandemia. Ya entonces apuntábamos algunas razones de aquel desastre. Desgraciadamente, cinco años después seguimos sin mejorar en algunos aspectos.
La debilidad del sistema sanitario público en España sigue siendo muy preocupante. La pandemia puso de manifiesto la necesidad de personal, de reforzar la atención primaria, de reducir las listas de espera, de mejorar los servicios de pediatría y geriatría… aspectos en los que no parece que hayamos avanzado mucho.
Aunque las residencias de ancianos no son centros sanitarios, sigue pendiente en la mayoría de las comunidades autónomas reforzar su atención y cuidado sanitario (son la población más vulnerable y cada vez más numerosa). Además, España es de los pocos países europeos donde todavía no existe la especialidad de Enfermedades Infecciosas.
Hay que apostar por la ciencia
La ciencia acortó los tiempos y la intensidad de la pandemia. Aunque ha habido tímidos avances, una apuesta sincera y decidida por la ciencia sigue siendo una tarea pendiente: mejorar la carrera investigadora, reducir las tareas burocráticas y aumentar la financiación público-privada.
Por razones que no vienen al caso, ahora se está planteando un incremento del gasto militar de hasta un 3 % del PIB (¡algunos hablan incluso del 5 %!). Recordar que un simple virus puede llegar a ser más peligroso que el dictador más sanguinario ojalá ayude a plantear también un incremento similar en ciencia y tecnología.
La pandemia se utilizó como arma arrojadiza en el enfrentamiento político. La crispación que alimenta la polarización ha ido en aumento en estos años. La falta de liderazgo a nivel internacional es abrumadora. De hecho, la situación política global es mucho peor que antes de la pandemia: guerras, aranceles, falta de cooperación internacional, levantamiento de muros…
Por ejemplo, aunque quizá sea necesario reformar la Organización Mundial de la Salud, la solución no puede ser que algunos países abandonen la única institución mundial sobre temas de salud.
Y lo mismo se puede decir a nivel nacional: la falta de liderazgo, la crispación política, los extremismos, la falta de unidad y consenso, la imposibilidad de amplios acuerdos o pactos de Estado impiden una respuesta rápida y contundente ante una posible crisis. Lo hemos visto en la dana de Valencia.
Oleada de negacionismo
Esta polarización política (no hay grises, todo es blanco o negro) es también la que ha impulsado una absurda oleada de negacionismo. La ciudadanía se alinea con los suyos y renuncia a evaluar de forma crítica los hechos. Vemos con estupor y asombro cómo el terraplanismo se pone de moda, los movimientos contrarios a las vacunas son cada vez más numerosos y la pandemia de desinformación (la infodemia) no solo no ha terminado, sino que parece que va en aumento. Mejorar la manera en la que se informa y comunica la ciencia a la ciudadanía sigue siendo una prioridad.
Además, la pandemia de covid-19 no afectó por igual a los distintos grupos sociales. Las personas en situación más desfavorecida sufrieron las mayores consecuencias en términos de salud, sociales y económicos. Sigue siendo necesario un esfuerzo para reducir esas desigualdades que suponen un riesgo para la salud.
No, no estamos mejor preparados para una pandemia. La salud ya no es individual, es global. Los virus no conocen fronteras. Solo con más ciencia y más cooperación estaremos mejor preparados para próximas amenazas.
La versión original de este artículo ha sido publicada en la revista Telos, de Fundación Telefónica
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